Opinión
Nalliely Hernández
04/02/2025 | Ciudad de México
Los contundentes discursos y acciones de Trump, apenas llegó a la presidencia de Estados Unidos, reviven con particular cinismo la actitud imperialista y colonial de una derecha reagrupada en diversos países que, al menos se disimulaba un poco en las últimas décadas en los gobiernos demócratas, o socialdemócratas en el caso de Europa. Ante la situación, la presidenta de México intenta un difícil equilibrio entre guardar la calma, mantener la dignidad y soberanía nacionales, señalar el imperialismo, al tiempo que busca soluciones para una negociación que inevitablemente es asimétrica. En medio de dicho escenario parece sensato llamar a la unidad nacional.
Tanto el colonialismo norteamericano como europeo han mantenido históricamente una distinción crucial para justificar sus acciones de dominación sobre el resto del mundo: la diferencia entre centro y periferia. Europa construyó una narrativa en la que ella es el centro donde nace y se construye la Historia y el Progreso y, posteriormente, Estados Unidos, como nuevo imperio hizo lo propio, justificando la injusticia hacia “la periferia”. La deconstrucción histórica y política de esa narrativa es lenta y tiene múltiples resistencias en la propia “periferia” porque fuimos, en parte, constituidos por ella. Por ejemplo, ahí está la derecha colonizada que justifica desde la propia periferia el imperialismo trumpista (o cualquier otro).
Sin embargo, el sesgo del centro no es exclusivo de la derecha: la 4ª Transformación también lo sufre. Este es un asunto pendiente que demanda una importante autocrítica si la apuesta, como las amenazas trumpistas y un proyecto de izquierda exigen, es a una cierta unidad nacional, si bien flexible y plural. Aunque el ex presidente López Obrador prometió combatir el histórico centralismo mexicano, no consiguió cambios significativos y no parece haber en el gobierno actual un proyecto serio para romper la injusta distinción entre centro y periferia.
Voy a poner un par de ejemplos que ilustran mi punto. En relación con las políticas de educación superior, tenemos una Universidad Nacional que funciona como universidad local, como universidad del centro, puesto que no cuenta con un programa de residencia ni comedores universitarios que posibiliten a estudiantes que no son de la Ciudad de México sostener sus estudios en la ciudad más cara del país (más aún cuando el pase automático exige vivir ahí desde el bachillerato).
Las cifras hablan por sí mismas mostrando que sólo una pequeña proporción de la población estudiantil viene fuera de la la Cuidad de México (según la matrícula de 2019 de los 59 mil 423 estudiantes que ingresaron ese año 51 mil 274 provienen de ésta). Y aunque la UNAM tiene algunos planteles fuera de la zona metropolitana (8 si no me equivoco) el más grande es el campus de Morelia que alberga unos mil 500 alumnos (0.69 por ciento de la matrícula), una cantidad casi insignificante comparada con los 373 mil estudiantes que tiene la UNAM (
https://www.economia.gob.mx/datamexico/es/profile/institution/universidadnacional-autonoma-de-mexico#matricula-distribucion). Pero la desigualdad no termina ahí, las universidades estatales que son la opción viable para la periferia funcionan con presupuestos proporcionalmente mucho más pequeños, lo que las coloca en todos los sentidos en una posición de desventaja. Si comparamos que en 2025 la Universidad de Guadalajara recibirá un presupuesto de casi 19 mil millones de pesos (más o menos la mitad es presupuesto federal) para unos 335 mil estudiantes (140 mil de licenciatura), en contraste, la UNAM cuenta este año con 52 mil millones (de presupuesto federal) para unos 373 mil (257 mil de licenciatura). Lo que significa que la primera funciona con mucho menos de la mitad del presupuesto de la segunda aún cuando cuenta un una matrícula similar (90 por ciento).
Usando otro ejemplo, como es bien sabido, la Cineteca Nacional es un proyecto cultural diseñado para la conservación de películas, así como para la difusión, promo salvaguarda del patrimonio cultural cinematográfico y funciona con un fideicomiso de Gobierno Federal. De acuerdo con su informe de rendición de cuentas uno de sus objetivos es: “acercar al mayor número posible de mexicanos al disfrute de las expresiones artísti y culturales, con buenos servicios de acuerdo a una política inclusiva y de atención público”. No obstante, sus tres sedes se encuentran todas en la Ciudad de México. Si bien e informe muestra un plan de descentralización con sedes en otros lugares, resulta significativo que, hasta ahora, estén todas en el centro, nada en la periferia.
Estos son breves ejemplos de un conjunto de relaciones asimétricas que se traducen en desigualdades prácticas y simbólicas más amplias y excluyentes que se reproducen a muchos niveles. Un verdadero proyecto de izquierda no puede sostener y justificar la distinción entre centro y periferia. Porque todos somos la periferia de algún otro centro, o la periferia de otra periferia.
Edición: Emilio Gómez