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Con el carnaval adelantado

Noticias de otros tiempos
Foto: Fernando Eloy

Pocas cosas producen tanta satisfacción a quienes se dedican a investigar en documentos antiguos como encontrar un testimonio acerca de la vida cotidiana, un tanto alejada de la actividad política, los detalles de los precios, o las historias de hechos de armas. La buena noticia es que suelen estar ahí, a la espera de que alguien les eche un vistazo.

Las nociones de historia patria adquiridas durante la primaria no suelen pasar de lo que se dio en llamar “historia de bronce”, y a partir de ellas se suele dejar de lado y dejar de imaginar que la vida continuaba incluso en las épocas más convulsas; que durante las guerras o invasiones, continuaron celebrándose fiestas patronales y ceremonias cívicas, al igual que las de culto; que los niños siguieron acudiendo a la escuela y la gente, a fin de cuentas, estableció relaciones a pesar de las adversidades.

Entre estos documentos encontramos una publicación sumamente curiosa: El Choteo, un semanario que se identificaba como “Órgano de ‘brujas’, consagrado a la broma, a la zambra y a fomentar los chismes del pueblo” que se publicó en Izamal a principios de 1910; es decir, mientras Yucatán se encontraba sumido en un conflicto postelectoral que llegó a varios estallidos de violencia armada, y a pocos meses de que iniciara la revolución nacional encabezada por Francisco I. Madero.

El Choteo comenzaba por burlarse del mismo lugar en que veía la luz. En los dos números que se conservan de la revista señala que se publica en “Izapeor” o en “Iza-muy-mal”. En cuanto a sus redactores, lamentablemente debemos reconocer que no figuran en los registros de la historia de Yucatán, como si hubieran destacado en alguna rama de las artes, ciencias, política o negocios. De hecho, el patrocinio parecía venir de los locatarios del mercado municipal, específicamente de los tablajeros. Eso sí, a cambio de tres centavos, prometían hacer reír a los lectores.

Por supuesto, los seudónimos son centrales en las notas. La presentación del periódico está firmada por Aniceto Borrachales, quien no dice nada de sí mismo, más que formar parte de una “endiablada cáfila de brujas, mis compañeros”; y aquí debe entenderse bruja no como sinónimo de hechiceras, sino de aquellos individuos cuya principal característica es el estado perpetuo de insolvencia y que procuran su supervivencia recurriendo a préstamos por parte de las amistades o pidiendo créditos al tendero, en el café o la cantina.

Pero el propósito declarado de El Choteo fue dedicarse “única y exclusivamente a tomarle el pelo a nuestros prójimos, esto es, sin llegar nunca a tocar la piel, a no ser que la gravedad de nuestros enfermos amigos nos obligue a llevarlos al anfiteatro”. Es decir, sabían que cualquier broma podía causarles un conflicto. Lo curioso es que comenzó a publicarse el 2 de enero de 1910 y la principal preocupación era el carnaval, y esto indicaba que por lo menos pretendían ver la luz todo ese mes.

Según el mismo texto de presentación, no era la primera vez que aparecía El Choteo. Sin embargo, el antecedente vio la luz “no recuerdo en qué año, publicado por mi colega y ex maestro don Nariz Melgarejo”. Tal vez ignoraban cuándo se publicó el primer Choteo, pero el fin era el mismo: “Se consagrará a velar por los cuantiosos intereses de todos y cada uno de los dioses de la alegría, de la zambra y del jaleo, así como sabrá defender con calor a los fieles adoradores de Momo y Terpsícore.”

En cuanto a los responsables del contenido, Borrachales agregaba: “Su cuerpo de redacción “está formado por un grupo de bohemios, los más impertinentes del colosal mundo de brujas, que empeñan las botas por un cigarro y dejan el sombrero por una copa de ajenjo”.

Y remataba: “Todo cuanto diga este periódico, será broma, lata, bola, nada…; cualquiera que lo tome en serio, será muy guaje”.

Pero el punto central de la publicación se encontraba en su última página, como se indica en otra nota, titulada “El Gobernador del Carnaval”. Ahí señalaba que, en su cuarta plana había un cupón “para que las personas que gusten den su voto en favor de alguno de nuestros prohombres locales, para ocupar la silla gubernativa durante las próximas fiestas del carnaval”. La condición era que, “Una vez llenado, fechado y firmado el cupón, póngase en un sobre y entréguese a don José M. Leal López, en su expendio de carnes”.

El Choteo prometía publicar la siguiente semana los nombres de los candidatos que hubiesen obtenido más de diez votos, de los que también ofrecerían sus datos biográficos. El periódico fue pionero en cuestiones electorales, pero eso es materia de otras notas… que comentaremos la próxima semana.



Edición: Estefanía Cardeña


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