Opinión
Pablo A. Cicero Alonzo
11/02/2025 | Mérida, Yucatán
Es como ver volar a David Bowie. Así describe un naturalista de Xcalachén una cacatúa ninfa (Nymphicus hollandicus). Y es que, desde el martes 4 de febrero pasado, una ave de esta especie se escapó de su casa, en Petcanché, y aún no ha regresado; su familia pide que si la ven llamen al teléfono 999-365-9985.
Una flor de mayo escandalosa, un suspiro de ácido lisérgico, un punk en la pasarela de las nubes, un desvarío de Andy Warhol, el capricho del quinto día de la creación, un capítulo de un compendio de mitología…
Por eso, cuando Robert Kerr catalogó la especie la bautizó como ninfa. Intoxicado por el veneno de Homero, para el naturalista escocés esas aves no podían ser otra cosa que deidades que revolotean en el olimpo; vio en esos pajaritos australianos a las oréades, dríades, melíades, náyades y nereidas.
Foto: América Yamili Lara Sánchez
Fue en esa época —finales del siglo XVIII— en la que se adoleció una fiebre por ponerle nombre a todo, tal vez en previsión de la peste del olvido. Kerr, en la monocromía de los urogallos, codornices y ánsares, describió a la cacatúa ninfa intentando espantar la bruma que se colaba por todos los resquicios de su casa, en Edimburgo.
Tal vez exageró un poco al describir los colores, la textura de las plumas y el canto del ave, pero contaba con la licencia de quienes intentan darle ánimos a los desahuciados. Al fin y al cabo, ninguno de sus compatriotas había visto una de esas cacatúas, originarias de Australia, esa isla del tamaño de un pequeño planeta.
Fue hasta décadas después cuando se sembraron semillas de ninfas en otros cielos, de otros continentes. Tal vez un condenado a muerte evadió su sentencia en la entonces colonia penitenciaria y se embarcó a la libertad con una pareja de esas aves, una en cada hombro. Tal vez. Las ninfas florecieron en los surcos fértiles de esas nubes.
En Mérida, según recuerda Eduardo Cabrera Ruiz, a quien recurro de manera ordinaria, entre otras cosas para que me regale historias de aves y me cuente chismecitos políticos, los primeros ejemplares de Nymphicus hollandicus se podían adquirir en una casa por el rumbo de La Huerta, a principios de los ochenta.
”Después de los periquitos australianos, la cacatúa ninfa es la más popular de las especies como mascota y su venta y reproducción no está prohibida ni regulada, al igual que los agapornis”, asegura este secreto ornitólogo. En la naturaleza, las ninfas viven en bandadas de hasta cien ejemplares; en cautiverio, su bandada es la familia que la adopta.
Son sociables e inteligentes; muestran con sonidos y movimiento sus estados de ánimo: lenguajes sonoro y corporal que incluyen alegría, reproche, molestia y melancolía, entre una galaxia de emociones, y pueden llegar a vivir hasta veinte años.
En la naturaleza, las ninfas son por lo general presas de aves mayores o de mamíferos carnívoros. Por eso, las que fueron adoptadas y viven en hogares, son muy sensibles a los movimientos bruscos o a los sonidos fuertes; los reflejos de una memoria ancestral que les ha garantizado la supervivencia.
Eso le pasó al ave que se perdió en Petcanché: su humana llegó, y tardó un poco en entrar a la casa: la ninfa, impaciente por recibirla, reaccionó ante un ruido fuerte y salió volando. Después, una parvada de otras aves la asustó y se alejó. Desde entonces —hoy hace ocho días— no ha regresado.
Foto: América Yamili Lara Sánchez
Su humana dice que, desde que reportó su tristeza, ha recibido llamadas de avistamientos por los rumbos de Plaza Patio, San Camilo, Los Héroes y la colonia México. Ahí estuvo a punto de ser rescatada. Su ninfa se llama “Duque”; está vestido con un plumaje en tonos claros, mayormente gris y blanco, y su cabeza es color amarillo con mejillas anaranjadas; tiene ojos negros y expresivos, y una cresta bien peinada.
“Duque” tiene cuatro años, y viven con su parvada de bípedos desde que era un polluelo. Su humana lo define como ”noble”, y así, en efecto, se ve en las fotos y vídeos que comparte: se deja besar por bebés, le encantan las galletas María, da brincos en la hamaca, te reconforta luego de un día difícil…
El que vea a “Duque” puede llamarlo por su nombre, que reconoce a la perfección, y silbar la melodía con la que él suele comunicarse, más o menos así: “Fui, fui, fui… fuiiiiii”. Y llamar al 999-365-9985; se ofrece recompensa. No es sólo por la angustia, sino también por el peligro que ronda con los rostros de kaues y gatos.
Edición: Fernando Sierra