Opinión
Rubén Torres Martínez
23/02/2025 | Mérida, Yucatán
La Universidad es un espacio de diversidad intelectual, cultural y social en el que confluyen múltiples perspectivas sobre el conocimiento y la vida en comunidad. En este contexto, es inevitable que surjan diferencias de opinión y conflictos entre estudiantes, docentes, administrativos, trabajadores y autoridades. Sin embargo, la única vía efectiva y legítima para resolver estos desacuerdos es el diálogo. La comunicación abierta, respetuosa y argumentada no solo permite encontrar soluciones equitativas, sino que también fortalece el tejido social universitario y enriquece el aprendizaje colectivo.
La UNAM se distingue por albergar individuos con trayectorias, valores y expectativas distintas. La pluralidad de pensamientos y formas de vida es, sin duda, una de sus mayores fortalezas, pues fomenta el debate y la construcción de conocimiento. No obstante, también genera inevitables tensiones y desencuentros. Estos pueden manifestarse en desacuerdos ideológicos, disputas administrativas, conflictos académicos o enfrentamientos sobre derechos y deberes dentro de la comunidad.
Si bien el conflicto es una característica inherente a cualquier grupo social, la forma en que se gestiona determina la calidad de la convivencia y la eficacia de la institución. En este sentido, la universidad promueve el diálogo como mecanismo principal para resolver diferencias y evitar que los conflictos deriven en polarización, violencia o estancamiento institucional. El diálogo es un proceso de comunicación en el que las partes involucradas buscan comprenderse mutuamente, exponer sus puntos de vista y construir consensos. A diferencia de la imposición de decisiones o el uso de la fuerza, el diálogo permite alcanzar acuerdos sostenibles, ya que respeta la dignidad de todos los participantes y considera sus necesidades e intereses legítimos.
Para que el diálogo sea efectivo en la resolución de conflictos universitarios, debe cumplir con ciertos principios fundamentales:
Escucha activa: Cada interlocutor debe estar dispuesto a comprender la postura del otro, sin interrumpir ni descalificar sus argumentos.
Respeto mutuo: La diversidad de ideas es un valor que debe protegerse. Incluso cuando existan diferencias irreconciliables, es posible debatir sin caer en la agresión verbal o la descalificación personal.
Transparencia: Es fundamental que los participantes expresen con claridad sus intereses y preocupaciones, evitando manipulaciones o malentendidos.
Voluntad de negociación: Resolver un conflicto implica estar dispuesto a ceder en ciertos puntos y encontrar soluciones intermedias que beneficien a todas las partes.
Estos principios garantizan que el diálogo no sea solo un intercambio de opiniones inconexas, sino un verdadero proceso de construcción de acuerdos.
A lo largo de la historia de la UNAM y otras universidades, múltiples conflictos universitarios han logrado ser resueltos mediante el diálogo. Por ejemplo, en el conflicto de 2021 #laUNAMnopaga, fue gracias a intensas negociaciones entre estudiantes, profesores y autoridades que se pudieron alcanzar acuerdos y resolver el problema existente. Cuando se han dado escenarios de protesta, el establecimiento de mesas de diálogo ha sido la vía más efectiva para canalizar las demandas y evitar la radicalización de posturas.
Por otro lado, en el aula, el diálogo entre docentes y estudiantes es clave para la resolución de conflictos académicos. Un profesor que escucha las inquietudes de sus alumnos y permite el debate de ideas propicia un ambiente de aprendizaje más equitativo y estimulante. Del mismo modo, los estudiantes que practican el diálogo entre ellos pueden evitar confrontaciones innecesarias y fortalecer el trabajo en equipo.
A pesar de sus múltiples beneficios, el diálogo enfrenta importantes desafíos en la universidad. Uno de ellos es la falta de espacios adecuados para la discusión, lo que puede generar que los conflictos escalen antes de que se busque una solución pacífica. Asimismo, la resistencia de algunos actores a escuchar posturas contrarias y la tendencia a la confrontación pueden dificultar la construcción de acuerdos.
Es necesario e importante fomentar una cultura de diálogo desde el inicio de la formación universitaria. Esto implica capacitar a estudiantes y docentes en habilidades de comunicación efectiva, negociación y resolución de conflictos. La mediación de terceros imparciales, como comités de conciliación o defensores universitarios, también puede ser un recurso valioso para garantizar que el diálogo sea equitativo y productivo.
La universidad es un espacio donde la pluralidad y el pensamiento crítico son esenciales. En este contexto, el diálogo se erige como la única vía legítima para resolver conflictos y diferencias, pues garantiza el respeto por la diversidad, la búsqueda de soluciones justas y el fortalecimiento del sentido de comunidad. Fomentar una cultura de diálogo en la universidad no solo mejora la convivencia dentro de la institución, sino que también forma ciudadanos capaces de enfrentar los desafíos sociales con responsabilidad y apertura. Por ello, es indispensable que todos los actores universitarios se comprometan a promover el diálogo como la herramienta fundamental para la gestión de conflictos y el avance institucional.
Profesor del CEPHCIS
Secretario General de la ENES-Mérida
Edición: Fernando Sierra