Jaime García
Llevado y traído por la estridencia del apetito electoral y la hidra acumuladora de poder llamada sistema político mexicano, el sujeto social pueblo es uno solo, con múltiples saberes. Es uno solo, con lenguas dispersas en el territorio. Es uno solo, con asimetrías performativas. Es uno solo, que muta interpretando presentes con los sesgos del pasado.
Enriquecido en saberes el pueblo puede. En el relacionamiento permanente por ser, ejerce de manera implícita una polisemia que diseña nuevos caminos, se desplaza ensanchando significantes. Y lo hace evitando los tirones que le impone el poder constituido en las instituciones formales que se sustentan en el dinero público.
Lo hace a pesar de la diferenciación de la hegemonía y que podemos explicar mediante la distinción realizada por el historiador Charles Hale entre el “indio permitido” y el “indio negado”. Uno, el que es invitado a las acciones performativas del poder, que participa de los bastones de mando, limpias con sahumerio y folclor que va desde música hasta vestimentas.
El otro, el negado, el que desaparece, el que muere por defender el territorio, el que queda atorado entre los rieles del desarrollo de la sociedad capitalista. Samir Flores es una marca en la historia reciente de quienes son negados en el relato de la historia escrita unilateralmente por el Estado.
A la fecha se registraron “...más de 100 actos de protesta y memoria realizados en más de 20 estados de la República Mexicana y 7 países en el mundo y siguen realizándose más acciones”, de acuerdo con el comunicado del Frente de Pueblos en Defensa de la Tierra y el Agua Morelos, Puebla, Tlaxcala.
El poder no falta a la cita. Silencio. El pueblo no permitido seguirá ejerciendo la polisemia sin participar del reconocimiento oficial. ¿Cómo intenta el capital en su expresión gubernamental y empresarial situar a las diferencias de propósito y objetivo que guarda con la polisemia del pueblo? Un peligro para el crecimiento económico, una oposición al desarrollo que podría generar estabilidad para la nación.
Y es que a pesar del intento manifiesto de los gobiernos, sea cual sea la expresión ideológica con la cual se colocan en el mercado electoral, por establecer una racionalidad economicista como la única manera de abordar la realidad, el pueblo polisémico tendrá siempre formas para resistir el configurarse como mercancía y salir de las lógicas de acumulación que casi determinan todas las relaciones sociales.
Y es ahí, en el casi, que la polisemia del pueblo lo seguirá dotando de reconocimiento propio y libertades a pesar del lugar al cual la segrega el Estado mexicano, que en el mejor de los casos le concede por oleadas el respetar “la diferencia” y cuando aprieta deja que integrantes del pueblo simplemente pierdan la vida.
Es la polisemia del pueblo distintivo e identidad. Se piensa en más, más piensan y más resisten como colectivo. Diálogos que no temen al disenso, que no imponen, construyen. La historia del pueblo como protagonista seguirá, pero lejos de las marquesinas que se vanaglorian de incluirlos en tanto no se opongan a los planes diseñados por quienes verdaderamente toman las decisiones.
La polisemia del pueblo avanza colocando los conocimientos para quien estime sumarse sin imponer, sin clases, movilizado, conociendo, reconociendo, identificados culturalmente. Hacer el camino y ser el pueblo que haga realidad la realidad polisémica.
*Consultor en El Instituto
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