Diana E. Arano Recio y Helena Barba Meinecke
En esta, la primera de una serie de Historias de barcos y naufragios, recordaremos lo que sucedió hace más de un siglo en las aguas del Golfo de México: el naufragio del R.M.S. Forth (1849), un barco de vapor británico, y el valor de un capitán que salvó las vidas en medio del desastre.
El R.M.S. Forth, un vapor británico con casco de madera, tres mástiles y ruedas de paleta laterales, surcaba el Atlántico como parte de la prestigiosa flota de correo de la Royal Mail Steam Packet Company. Construido en 1841, transportaba carga, pasajeros y correspondencia entre el Caribe y Europa. El viernes 13 de enero, zarpó de La Habana para seguir su viaje al puerto de Veracruz. Sin embargo, al día siguiente, a las cinco de la mañana, una mala decisión en la ruta condujo a la embarcación a encallar en los bajos de la costa oriental del Arrecife Alacranes, el mayor sistema arrecifal del Golfo de México.
Durante el accidente, el capitán D. Manuel Batista se encontraba fondeando en la isla en el bergantín goleta Bella Isabel, quien junto con su tripulación, acudieron prontamente al rescate de los náufragos. Lejos de caer en el pánico, ayudó a organizar el desembarco y asumió el manejo de uno de los botes salvavidas, enfrentándose con destreza a las traicioneras olas que golpean el veril oriental del arrecife. Gracias a su pericia, logró cruzar la línea de las rompientes sin que ninguno de sus ocupantes volcara o se ahogara. Los sobrevivientes fueron transportados y llegaron salvos a la isla Pérez.
Al día siguiente, el capitán Batista, de la Bella Isabel, junto con su tripulación, transportaron a los 130 pasajeros náufragos del R.M.S. Forth hacia el puerto de Campeche, donde, a manera de agradecimiento, le fueron entregados 200 pesos. Su acción, fue un ejemplo de valor y temple. Los sobrevivientes, profundamente agradecidos, escribieron una carta al periódico local de Campeche narrando los hechos y reconociendo su heroísmo en términos que hoy conmueven.
Los vestigios del R.M.S. Forth (1849) yacen aún en el lecho marino del arrecife Alacranes. Se pueden observar fragmentos del casco, caja de fuego, caldera, el eje que sostenía y hacia girar a las ruedas de las paletas, así como las columnas ornamentadas de la maquinaria; vestigios de la arquitectura naval propia del segundo tercio del siglo XIX. El casco, construido en 1841 en el astillero de Robert Menzies & Co. de Leith, Reino Unido, hecho de roble y teca, se ha perdido casi por completo, pero permanecen piezas clave de la maquinaria diseñada por la John Caird & Co., joyas de la ingeniería de su época. Para los profesionales de las disciplinas de la historia y la arqueología marítima, este sitio es una cápsula del tiempo que narra tanto la historia de la embarcación como la valentía y experiencia de quienes lo abordaron en 1849 sin saber lo que el destino les tenía preparado.
Con este relato reafirmamos que el mar guarda muchas historias. Algunas son de gloria, otras de tragedia, pero todas son parte de nuestra memoria colectiva. Recordar al capitán de la goleta Bella Isabel, D. Manuel Batista, en el rescate del naufragio del R.M.S. Forth (1849), es honrar el coraje y la humanidad que emergen en los momentos más oscuros.
Diana Arano es restauradora perito del Centro INAH Yucatán.
Helena Barba es Responsable de la Oficina Península de Yucatán, Subdirección de Arqueología Subacuática, INAH.
Coordinadora editorial de la columna:
María del Carmen Castillo Cisneros