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Foto: Cuauhtémoc Moreno

Natalia Hernández Tangarife

Cada 3 de mayo, día de la Santa Cruz, rememoraremos la historia del incendio acontecido en diciembre del 2019 en el altar de la Santísima Cruz Tun de Xocén, considerada el centro del mundo en la región oriente de la península de Yucatán. Esta cruz de piedra de un metro sesenta de altura fue labrada directamente sobre la roca madre donde, según cuentan, Dios determinó que se conecta lo divino con lo terrenal y se dota a la vida de su virtud.

Originado por el mismo fuego que la acompañó durante siglos, este suceso fue interpretado como un castigo y un signo de sufrimiento no solo para el pueblo maya, sino para el mundo entero, al coincidir con el inicio de la pandemia de Covid-19 en 2020 y con las múltiples tormentas tropicales y huracanes que ese año arrasaron los cultivos.

Aunque el INAH asistió al evento para evaluar los daños a la cruz de piedra como bien histórico, el impacto emocional que conmocionó a la comunidad impidió realizar acciones de conservación emergente. No se nos permitió observar la escultura sin su vestimenta ni tomarle fotografías.

El proyecto de restauración surgió tiempo después, cuando la población, a casi un año de acontecido el incendio y el confinamiento, decidió que la Santísima Cruz debía repararse. Para ese momento, la roca incinerada no solo presentaba fragmentación constante por el choque térmico del incendio, sino que tenía una capa negra de hollín que nadie se atrevía a limpiar. Fue entonces que la comunidad solicitó, a través del Comisario Municipal de Xocén y del Ayuntamiento de Valladolid, la intervención del INAH.

Es importante mencionar que la Santísima Cruz Tun siempre está vestida con hipiles que le son ofrendados. Estas prendas están confeccionadas y bordadas con representaciones de la propia Cruz, acompañada de otras dos, lo que da origen al nombre “Santísima Cruz Tun Tres Personas”. Según la historia oral, originalmente existían tres cruces de piedra, dos de las cuales fueron escondidas durante la Guerra de Castas.

Si bien los hipiles se superponen uno encima del otro a medida que los devotos los regalan como promesa, solo ciertas personas pueden ver la cruz sin ropa y tener contacto con ella en la zona descubierta donde se observa la inscripción “INRI”. Asimismo, no es posible fotografiarla. 

Debido a que la finalidad del proyecto era estabilizar la composición material de la cruz, fue posible observarla sin prendas, tomarle fotos y realizar los tratamientos de conservación directa requeridos por su delicado estado. Para ello, fue necesario instalar una cortina roja  que tapaba el altar mayor, de tal manera que la Cruz quedara oculta.

Cuando las restauradoras llegamos a Xocén para realizar el diagnóstico de la Cruz y determinar los tratamientos de restauración pertinentes, inspeccionamos la zona inferior de la piedra y notamos la inscripición de una fecha y unos caracteres ilegibles en los que nadie había reparado. Por su parte, el hollín producido por el incendio acentuó los bajo relieves, que se hicieron más visibles con la luz rasante. De esta manera, se evidenció la fecha de 1641 localizada en la parte inferior de la Cruz y una posible interpretación del texto que, de acuerdo al lingüista Fidencio Briceño, hace referencia al mes de mayo y al nombre de San Juan de la Cruz. 

Cabe destacar que, aunque el culto a la Santísima Cruz Tun se expandió por la Península a partir de la Guerra de Castas, su veneración podría haberse originado en la época colonial, como sugiere la inscripción de 1641, intensificándose con dicho conflicto. En la actualidad, el culto se centra en peticiones de bienestar individual, familiar o vinculadas al ciclo agrícola. Una veladora encendida la acompaña siempre en el altar, donde hoy se encuentra colocada sobre un bloc de cemento y a dos metros de distancia.

Para llevar a buenos términos este proyecto, se requirió de una interacción constante con los ejidatarios de Xocén acerca de los procesos y acciones a realizar. Para ello, fueron necesarias reuniones constantes con los custodios y la asistencia a asambleas ejidales donde se explicaron los pasos de restauración a la comunidad.

Aunque la capa negra de hollín era el deterioro más evidente a primera vista, ya que recubría la superficie total de la Cruz, la mayor problemática se concentraba en el reverso de la pieza. Ahí residían las fisuras, grietas y fragmentación que sufrió la roca por las altas temperaturas alcanzadas en el incendio; un efecto mecánico resultado de la alteración estructural inducida por el calor y el enfriamiento abrupto.

La restauración de la Cruz comenzó con una investigación sobre tratamientos de limpieza específicos para piedra caliza afectada por hollín, ya que esta capa presenta propiedades físicas y químicas que impiden el uso de métodos tradicionales para superficies calcáreas, debido a que sus micropartículas penetran profundamente en los poros. La limpieza se realizó utilizando látex y geles con mezclas de solventes, mientras que la estabilidad estructural se recuperó mediante la adhesión de fragmentos desprendidos con resinas e inyecciones de cal en nanopartículas.

Los procesos lograron su objetivo a finales del 2020, y la Santísima Cruz Tun de Xocén se observa ahora con el tono natural de la piedra caliza, con una pátina de hollín que evidencia el suceso histórico que también nos dejó marcas y heridas a nosotros como sociedad. 

Natalia Hernández Tangarife. Restauradora de bienes muebles y maestra en antropología urbana. Centro INAH Yucatán. 


Edición: Fernando Sierra


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