Opinión
La Jornada
07/05/2025 | Ciudad de México
Mientras el magnate se pregunta si tiene caso prorrogar el área de libre comercio más grande del planeta y considera que la principal virtud del T-MEC ha sido acabar con su antecesor, el TLCAN que estuvo en vigor de 1994 a 2020, México no sólo se consolidó como el primer socio comercial de Washington, sino que registró exportaciones a su vecino del norte por un valor de 131 mil 299 millones de dólares en el primer trimestre del año, una cifra sin precedentes desde que se tienen registros. En los próximos meses se verá si este flujo de mercancías se dio a pesar de los aranceles con que Trump presiona para lograr sus cambiantes objetivos o gracias a ellos, es decir, si el repunte da cuenta de movimientos de emergencia ante la imposición de las tarifas, o de un cambio de las cadenas de suministro favorable a México en tanto nuestro país se ha visto castigado en menor medida que otros en el reparto de aranceles.
De momento, lo claro es que la incerteza que planea sobre el T-MEC ya golpea a las compañías estadunidenses. El sector automotor es uno de los más golpeados por el empecinamiento trumpiano de devolver a suelo estadunidense fábricas para las que no existen obreros ni la posibilidad de contratarlos, ya que los trabajadores de ese país carecen tanto de las cualificaciones para ocupar puestos fabriles como del deseo de adquirirlas. Las tres grandes firmas de Detroit, General Motors, Ford y Stellantis, han suspendido las guías de beneficios que proporcionan a sus accionistas, pues simplemente no pueden hacer ninguna previsión ante "la posibilidad de una interrupción generalizada en la cadena de suministro de la industria que afecte la producción, la posibilidad de futuros aranceles o aumentos de aranceles en EU, cambios en la implementación de los aranceles, incluidos los mecanismos de compensación, aranceles de represalia y otras restricciones por parte de otros gobiernos", entre otros factores de caos desatados por Trump. De momento, Ford calcula que los aranceles le costarán dos mil 500 millones de dólares sólo este año, de los cuales compensará mil mediante acciones de mitigación de riesgos que sacrifican sus ganancias futuras. El panorama es mucho peor para General Motors, que perderá hasta 5 mil millones de dólares.
Aunque todo indica que las decisiones del magnate siguen una racionalidad que nada tiene que ver con el bienestar de sus gobernados, los capitanes de industria de su país harían bien en señalarle que el TLCAN no fue el peor tratado comercial de la historia que él describe, al menos no desde la perspectiva de los capitalistas estadunidenses. Por el contrario, el recorte de costos que obtuvieron grandes y pequeñas empresas al trasladar su producción a México les permitió mantener su competitividad en un entorno de globalización y aprovechar la mano de obra capacitada mexicana a fin de sostener su transición hacia una economía basada en el conocimiento y los servicios sin abandonar el control de los procesos industriales.
Si Trump no se apresura a comprender la función y la historia de la integración económica norteamericana, lo único que logrará es acrecentar la brecha entre su país y China en la competencia por ser la potencia económica dominante del siglo XXI. Cada día que pasa culpando a otros de las ineficiencias de la economía estadunidense empeora las perspectivas de su país.
Edición: Estefanía Cardeña