El regreso de Donald Trump a la Casa Blanca ha estado marcado por su particular estilo de comunicar, un distintivo que tiene un fuerte respaldo de su base electoral, particularmente en lo que se ha referido a su política de deportaciones masivas, pero que en materia internacional, en especial lo referente a la imposición de aranceles y a poner a Estados Unidos en el centro del comercio mundial, los resultados han sido ambiguos para el magnate.
Desde el primer periodo de Trump al frente del gobierno estadunidense, México ha encontrado la manera de lidiar con el tono beligerante del mandatario y en ese lapso se estableció la negociación que terminó por dar forma al Tratado México -Estados Unidos y Canadá (T-MEC), que dejó atrás el TLCAN, que se encontraba vigente desde enero de 1994.
Al igual que entonces, Trump ha señalado que el T -MEC debe renegociarse, aunque “no está precisamente buscando extender el acuerdo”. Esto lo dijo durante una reunión con Mark Carney, el nuevo primer ministro de Canadá, tercer país en el tratado y donde la oposición a Trump ha sido visceral, particularmente después de haber sostenido que el país de la hoja de maple debería convertirse en el estado 51 de Estados Unidos.
Con mucha más cautela, la presidenta mexicana Claudia Sheinbaum ha dado a conocer lo que se percibe desde su administración, y lo compartido debiera tranquilizar a la iniciativa privada nacional, especialmente a la que se enfoca en producir para exportar y que ha encontrado ventajas para mantener su actividad e incluso incrementar sus ganancias.
“Hasta ahora no tenemos ninguna otra señal de que el Tratado vaya a desaparecer, al contrario, continúan las pláticas con las áreas de Hacienda y Comercio que siguen trabajando en el marco de este tratado”, ha indicado. En síntesis, México está preparado para sentarse de nuevo en la mesa en la cual se revisará el T-MEC, y dada la interconexión entre las tres economías, la posibilidad de que se suscriba un nuevo acuerdo es latente.
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Ya sea que se actualice el T-MEC, algo que resultaba necesario hace ocho años y que debe hacerse en 2027, o que se firme uno nuevo, debe existir confianza por parte del empresariado mexicano porque es una oportunidad de revisar las condiciones en las que producen y exportan, pero que también deben ser equitativas para los tres países firmantes.
La posible desaparición del T-MEC, sin que exista un acuerdo que lo supla, causa más nerviosismo en las empresas estadunidenses que el que debería en las mexicanas y canadienses. México tiene la ventaja de contar con más tratados comerciales que le facilitarían colocar mercancías en más de 50 países, pero esto implicaría disminuir el flujo hacia los Estados Unidos, a donde se destina el 80 por ciento de las exportaciones.
El estilo de comunicación de Trump, belicoso, con léxico limitado, ya está sumamente analizado y al menos en las altas esferas no debiera poner nervioso a nadie. “Revisión o terminación, es la manera de hablar de Trump”, ha indicado la Presidenta, dando a entender precisamente que ella y su equipo han leído a detalle las señales que envía el mandatario estadunidense, y muchos más han hecho lo propio. México tiene, pues, la oportunidad de mantener u obtener mayores ventajas en una mesa de negociación.
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