Opinión
Felipe Escalante Tió
08/05/2025 | Mérida, Yucatán
A veces, las noticias del pasado se escuchan tan actuales que como lector es posible que uno llegue a preguntarse si el transcurso del tiempo es una mera ilusión. No se trata solamente de la permanencia de costumbres y tradiciones, sino de situaciones abusivas que siguen repitiéndose, sin importar cuántos años han pasado.
Uno de estos casos lo encontramos en las páginas del diario El Correo, un periódico sumamente crítico con el gobierno socialista de Yucatán, entonces encabezado por Felipe Carrillo Puerto. La nota en cuestión fue publicada el 16 de mayo de 1922 con el título “Búscase petróleo en Campeche y Yucatán”. Por supuesto, desde esa época se exploró la península en busca de yacimientos de hidrocarburos, pero lo que llama la atención son los subtítulos o sumarios: “Por el irrisorio precio de diez centavos hectárea, una Cía. contrata terrenos” y “Cincuenta años. Este es el término que tienen los contratos firmados por los yucatecos”.
Esta noticia no fue recogida por el equipo de El Correo, sino que fue retomada de otro diario. Esto era una práctica habitual entre la prensa, que acostumbraba intercambiar ejemplares entre redacciones, estableciéndose el “canje”, a través del cual se hacían de noticias de varios lugares. Este trueque es también indicador de las simpatías entre los directores de los periódicos, que terminaban formando un conglomerado con cierto peso político. Así, el origen de la nota se encontraba en El Heraldo de México, el cual había sido adquirido por el general Salvador Alvarado, exgobernador de Yucatán.
Ahora, se trataba de denunciar un abuso, desde ambos periódicos, y desde el principio se exhibía la situación: “Una poderosa empresa americana, la Parent Petroleum Co., de Okmulgee, acaba de adquirir en arrendamiento, por el irrisorio precio de diez centavos al año por hectárea una enorme zona del Estado de Yucatán, en los límites con el Estado de Campeche”.
La compañía acusada aún existe y se ha diversificado, ofreciendo marcas muy conocidas en gasolinas y lubricantes automotrices, pero para 1922 había arrendado 40 mil hectáreas en la zona indicada. Lo interesante es que, según el periódico, la superficie rentada colindaba “con la que recientemente adquirió un sindicado de Nueva York, que se dedica a la busca de terrenos petrolíferos”.
Si el precio del arrendamiento le resultaba irrisorio al periódico, hoy tomaríamos esa oferta como un insulto, pero al mismo tiempo habría que hacer una pregunta: ¿Cuál es el fundamento de un avalúo tan ridículo? Por otra parte, está también el plazo del contrato, que, “han sido hechos por el término de cincuenta años, y de ésta manera, gracias a la inocencia candorosa de los dueños de los terrenos aludidos, en los cuales seguramente se encontrará petróleo, los intereses extranjeros explotarán tan enorme riqueza casi de valde [sic].”
En total: el arrendamiento de 40 hectáreas le habría salido a Parent Petroleum en 200 pesos, por los 50 años de duración del contrato. Lo curioso es que la renta era con fines exploratorios, por lo que el plazo debió ser una maniobra legal para impedir que los propietarios reclamaran un incremento en correspondencia al valor que habrían adquirido los terrenos en caso de haberse comprobado la presencia de un yacimiento de petróleo.
Cabe mencionar que el propio gobierno de Carrillo Puerto estaba interesado en que se hicieran exploraciones en busca de petróleo en territorio yucateco, y hubo resultados positivos con una salvedad: el hidrocarburo existente no tiene la calidad (y tal vez ni la cantidad) suficiente como para hacer rentable su explotación.
Pero lo cierto es que continuamos escuchando historias acerca de pagos irrisorios por el arrendamiento o expropiación de tierras, cuando se trata de obras públicas. En resumen, todos quieren un terreno barato, y a cinco minutos de la playa… aunque tal vez eso sea materia de otras notas, y otros tiempos.
Edición: Estefanía Cardeña