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Crónica del concierto de Chico Trujillo en Mérida

En eventos autogestivos habitan comunidades que gozan del necesario disfrute colectivo
Foto: Lorenzo Hernández

Hay amistades que se vuelven monotemáticas, un tema les reúne y pareciese que todo lo demás es accesorio, pero, ¿qué pasa cuando ese tema único proyecta una inconmensurable profundidad y mueve todas las fibras?

Javier Rodríguez es una de esas personas que todos conocen y que pareciera que nadie sabe quien es, pero cuando está en su ambiente es uno de los provocadores de que todo suceda. Javier, al que una amiga muy querida me presentó hace unos años, es un productor de eventos de música. Ha caminado en muchos contextos y es uno de esos extraños seres que hace todo lo posible para que el arte en vivo suceda y mucha gente vibre en la misma sintonía sin siquiera saber que las manos de él, y de decenas de personas más, están detrás de ese concierto, baile o tocada.

La mayoría de las veces, esas manos mientras menos se vean mejor, pero hay otras veces que es imposible evitar observarlas. Esas veces son cuando se organizan eventos pequeños como el que sucedió en Mérida el 21 de marzo en el Sindicato Único de filarmónicos de Yucatán (SUFY) donde se presentaría Chico Trujillo. 

Un show irresistible

Desde un par de meses antes supe que Chico Trujillo, la emblemática banda de cumbia chilena, se presentaría en Mérida, Yucatán, y era un evento que prometía mucho. La cumbia es una garantía para hacer fiesta, pero el show que presenta la banda liderada por el Macha llevan los conciertos de cumbia a otro nivel. Aunque ya los había visto con anterioridad en un espacio público sospeché que esta presentación tendría al menos otro tono y otras texturas que solo se pueden observar en eventos pequeños.


Foto: Lorenzo Hernández

Tengo que confesar a estas alturas del texto que no soy fan de Chico Trujillo, me parece un proyecto muy interesante y que disfruto mucho, pero aún no logro conectar del todo. Así que asistí al evento con solamente dos certezas, que su show es espectacular y que me encontraría gente que disfruto mucho.

En esos eventos pequeños, a veces llamados autogestivos o independientes, cohabitan comunidades pequeñitas de bailadores, bebedores y amistades. Asistimos a ciertos eventos con una frecuencia determinada, nos reconocemos en los movimientos, en los abrazos y en las cervezas. No creo que tengan una cohesión compleja como comunidades más organizadas, ni que sean redes que se activan cada cierta necesidad, sino que son como un acontecimiento: si logras convocarnos vamos a disfrutar de manera colectiva.

Y vaya que he asistido a muchos de esos acontecimientos en mi vida. Esas comunidades acontecidas durante unas horas nocturnas han sido parte de mi existencia desde hace más de 20 años, pero en los últimos cinco yo he sido el que a acontecido menos, así que me daba también mucha emoción poder encontrarme por ahí con otrxs acontecidxs que querían bailar.


Foto: Lorenzo Hernández

Comprometerse a disfrutar

Esta comunidad acontecida requiere un solo compromiso, que disfrutes respetuosamente con quienes acontecen a tu alrededor. Al llegar al evento saludé a un par de personas, que ya estaban bien enfiestadas, a otras que tenía muchos años sin ver y me quedé platicando con un amigo que vive en otro continente. Mientras que Concorde HiFi, un proyecto de DJs que aún usan viniles, calentaban los motores de la gente el SUFY se iría llenando.

Me encontré también con mi amigo el organizador del evento, Javier. Con él compartí pocas palabras porque estaba trabajando, nos reímos mientras me presentaba gente que yo ya conocía de muchos años y continuamos conversando de algo que hace meses que dialogamos: lo que el capitalismo y la sociedad del consumo le está haciendo a estas comunidades y a su compromiso con el disfrute. La música independiente está siendo absorbida y limitada a espacios cada vez mas reducidos, el consumo por nuestros dispositivos y el placer efímero diluye el disfrute en cachitos tan pequeños que pierden valor y que nos alejan de los shows en vivo. 

Y sin la música en vivo, pocas cosas en la vida tienen el mismo sentido profundo. Con estas palabras se tuvo que ir corriendo porque Los que tocan estaban subiéndose al escenario. El proyecto afincado en Yucatán serviría de abridores para Chico Trujillo. El buen Richo, al cual conocí con un djembé colgado del cuello en el centro de Mérida, ahora es vocalista de este grupo que empezó la fiesta, puso a todo mundo a bailar y a sacudirse las telarañas.

¿Cuánto dura una sonrisa tierna y danzarina?

Había llegado al evento con mis amigues Valentina y Luis, y lxs 3 sabíamos que la mas fan de Chico Trujillo es Valentina. Bromeamos un poco si esta vez se iba a animar para sacarse una foto con el Macha pero le daba pena y nos reímos a carcajadas. Como que luego de algunos años en este mundo la pena se vuelve algo más bien gracioso y congela las sonrisas por mucho más tiempo.

Antes de empezar con el show me saqué una foto con Fénix, la cuál mandamos a un grupo de amistades con el clásico pie de foto “siempre en los mejores eventos” y abracé a Juana que venía volando desde Quintana Roo para llegar al concierto. 


Foto: Lorenzo Hernández

Valoro muchísimo de los shows de cumbia la magistralidad con la que llevan la inercia, con un sonido hipnótico que sacude el cuerpo mantienes la cadencia perfecta para interpretar las canciones prácticamente sin parar entre una y otra provocando que las subidas y bajadas de la montaña rusa se sientan en el lugar correcto. Y para eso, los músicos de Chico Trujillo son unos maestros.

Aunque no reconocí los primeros acordes disfruté de un par de piezas, hasta que bajó la intensidad tan despacito que pareciese que los músicos se dormirían en el escenario. Con todos los músicos en el piso comienza a sonar una canción que me remueve las entrañas.


Foto: Lorenzo Hernández

Cuando tienes amistades que viven en una zona de conflicto, cuando has acompañado procesos de defensa de derechos humanos, cuando has visto a los ojos a personas que les despojaron su tierra, cuando has acompañado a personas que sufrieron violencia machista, cuando la desigualdad te ha escupido a la cara, cuando no sabes como empezar una conversación porque la respuesta al ¿cómo estás? va a ser catastrófica, porque la guerra sucede alrededor de las personas que quieres. 

Cuando todo eso pasa, tararear el Derecho de vivir en paz de Víctor Jara es insuficiente, y se convierte en la canción que me lastimó la garganta, aunque a mi alrededor, y sobre el escenario la energía es profundamente amorosa. Para despertar del sopor, y después de duerme negrito, el profundo bajo y los múltiples instrumentos rítmico volvieron con toda su fuerza en clave de cumbia, pero con el corazón crecido.


Foto: Lorenzo Hernández

Tal vez nadie nunca sepa esta historia

Hay una canción con la que tengo una relación curiosa, porque es la primera canción con la que me reconocí a mi mismo con la capacidad de poder bailar cumbia. Hace ya varios años, en la cumbiera ciudad de Monterrey, en un cuarto de una casa de barrio cerca del centro, aprendía a controlar mis pies para poder seguir el ritmo del bajeo cumbiero. Un pequeño cuerpo de una música me guiaba los pasos con agilidad y cariñito. 

Por lo que todas las veces que escucho cualquiera de las versiones de Cariñito pienso en la potencialidad de los viejos amores que nos enseñan cosas que se quedan en nuestras vidas, aunque su paso haya sido efímero.

De vuelta al SUFY, cuando suena esa canción una amiga muy querida bailaba delante de mí, se volteó para que bailáramos y nos abrazamos. Luego de tantos años de encuentros en estos espacios compartimos complicidades que no suelen estar atravesadas por las palabras y disfrutamos el compartir cosas tan pequeñas como una chela o una canción.

Después de escuchar la canción del pájaro cenzontle empiezo a valorar mis posibilidades, al día siguiente tendré que estar en el centro de convenciones siglo XXI al cuál asistiré durante más de una semana y todavía no sabía que realizaría un número sustancial de entrevistas, o si lo sabía, me creía lo suficientemente preparado para irme a bailar una noche antes.


Foto: Lorenzo Hernández

Encore: en primera persona y en soledad

Decido, contra mi voluntad, irme antes del final del show. Si algo le aprendí al Javier hace un tiempo fue de su relación con la música, es que hay veces en las que simplemente hay que priorizar, y que no todos los conciertos tienes que acabar cansadísimo luego de haber disfrutado de principio a fin.

Camino por el barrio de Santiago que tantos eventos de música ha visto, y que ya lleva tantos años sin tener eventos en los que yo esté colaborando en la organización. El viento nocturno me pega en el rostro y sonrío, aunque abandoné el evento temprano. Creo que cuando la comunidad te cobija puedes disfrutar de los mejores momentos de soledad y dar tus mejores pasos que solo serán recordados por el viento.

@RuloZetaka

Lea, del mismo autor: Terso como piel de cervatillo

Edición: Fernando Sierra


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