de

del

Ánima pétrea

Memoria hemerográfica
Foto: Facsímil

Durante la década de los setenta, en secuencia fiel con la precedente, algunas revistas se hicieron portavoces de movimientos que contribuyeron a transformar la cultura mexicana dando cuenta de experiencias nuevas en la vida social; con este ánimo documentaron acontecimientos de hondo significado además de dialogar con expresiones que emergían en otras partes del mundo, asimilándolas para fundir matices en el sentir de una juventud que trazó rumbos legítimos frente a la rigidez oficial, intolerante y desacreditada. Durante aquellos años de turbulencia y gozo, de afirmación generacional y desplantes represivos, Piedra Rodante (1971-1972) incidió en este proceso con ocho números publicados.

Su nombre, que replicó en castellano el de la estadunidense, cada una con vasto prestigio y lectores entusiastas, guarda lazos con la música contemporánea, con Bob Dylan y con los Rolling Stones, por supuesto, lo mismo que con la más amplia tradición lírica encarnada en sus figuras, logrando mágicas conexiones con la joven intelectualidad de ese entonces; representó un vínculo efectivo con la cultura popular sentando un precedente valioso que aún hoy abona la ruta de impulsos alternativos. Toda nomenclatura encierra múltiples connotaciones y sus contenidos semánticos remiten a conceptos y experiencias que abren vasos comunicantes para tonificar el entendimiento y la sensibilidad, sobre todo cuando desafían lugares comunes e inercias cognitivas.

Fue tal la importancia de Piedra Rodante y de todo lo que gestó en torno suyo que perviven varios testimonios en honra de su actitud irreverente y del espíritu de su época. Hay crónicas y entrevistas, notas conmemorativas y libros que describen sus aciertos y sus apuros, la fuerza de sus presencias representativas y el hostigamiento sistemático que sus acciones desataron; así lo registra la historia de esta iniciativa nutrida de una conciencia amplia que topó con resistencias institucionales. Sus plumas distintivas alcanzaron reconocimiento y estima con el paso del tiempo, logrados a pulso tras una embestida que impuso su crudeza en distintas fases y escenarios.

Algunas de las personalidades que confluyeron en su espacio editorial son recordadas como protagonistas de la llamada Literatura de la Onda, quienes delinearon una tendencia saludable en la cultura nacional por su estilo innovador y libertario; este último término ha de concebirse en un sentido fecundo, prácticamente opuesto al que le imprimen, con retorcimiento deliberado, figuras polémicas como el mandatario argentino Javier Milei, quien conforma con sus seguidores una de las corrientes más oscurantistas de la derecha mundial; este deslinde arroja claras diferencias entre flexibilidad de criterio y estrechez de miras, entre conciencia creadora y aridez iletrada.

Su editor Manuel Aceves se rodeó de colaboradores como José Agustín, Parménides García Saldaña, Óscar Sarquiz, Jesús Luis Benítez (conocido como El Búker), Enrique Marroquín, Luis González Reimann y Raúl Prieto, entre otros críticos y escritores que dieron aliento al proyecto en marcha. En conflicto con pretensiones decadentes y valores agotados, infundieron en sus textos la energía que vibraba incontenible en una atmósfera compartida, haciendo valer una expresión coloquial que jugaba con el vocabulario para reinventar el sentido de seres y objetos cercanos con el uso de analogías y efectos humorísticos incluso cuando describía incidentes perturbadores, como uno que relata Benítez en su columna escrita para el número correspondiente a febrero de 1972, que no vio la luz porque la Piedra suspendió sus ediciones como efecto de las presiones que la Secretaría de Gobernación ejerció sobre ella: “Pues resulta que por andar cotorreando el refuego allá por los tugurios, la tiranía apañó al maese Parménides García Saldaña, sin que él supiese natilla de nata, ni por qué u ondas así. Como los politecos no le encontraron nada, lo condujeron a unos llanos sombríos y le dieron una probadita de justicia, aplicándole el adecuado pilón: patines por tocha su enana anatomía, derechazos al cajón de los refines, además de uno que otro cachazo […]”.

La desaparición de Piedra Rodante significó un triunfo para sus malquerientes. Había dado cobertura a la represión del 10 de junio de 1971 y al Festival de Avándaro, llevó a la palestra temas controvertidos e incómodos que la moral más rancia ni siquiera acepta discutir; dio impulso a una perspectiva estética acorde con los tiempos en tránsito, hizo de la publicidad un recurso provocador y abrió brecha en un ambiente de asfixia y sordidez. Son prendas demasiado honrosas, lo suficiente para apreciar sus contribuciones históricas en camino de ida y vuelta a la sustancia esencial de la vida.


Lea, del mismo autor: Páginas sureñas

Edición: Fernando Sierra


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