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De maestros a maestros

Noticias de otros tiempos
Foto: Pec. El Padre Clarencio, 11 de julio de 1908

Todo texto, y en realidad todo lo que podemos entender como un “producto cultural”, es reflejo de su propio tiempo. Lo que los seres humanos llamamos arte, suele ser una respuesta a la época en que viven sus autores, de ahí que se pueda plantear que, más que artistas, existen ejecutantes de una idea colectiva, que queda plasmada en cuentos, novelas, poemas, canciones y piezas musicales, esculturas, edificios, y un largo etcétera.

Así, en los periódicos podemos hallar testimonios de instantes en la historia, o que necesitan leerse con una mirada muy amplia porque nos dicen más que a los lectores del pasado, sobre todo porque exponen en un espacio sumamente pequeño la complejidad de las ideas que la sociedad del pasado comparte, aunque tal vez sea necesario puntualizar que quienes tenían esos pensamientos en común eran quienes coincidían con el marco referencial que ofrecía la publicación.

A principios del siglo XX, quedaban resabios de los grandes enfrentamientos que se tuvieron en la centuria anterior; muy particularmente aquellos que implicaron la separación entre la Iglesia y el Estado y la consecuente secularización de las instituciones. Una caricatura aparecida en El Padre Clarencio, en su entrega del 11 de julio de 1908, aborda, aparentemente, el sistema de educación pasado en contraste con el del presente, pero no se queda en la figura de los docentes, sino que también toca la formación de los mismos, la idea de los educandos y hasta se da el lujo de esbozar un programa de pedagogía.

Suscrita por Pec (una firma que no volvió a figurar en El Padre Clarencio), “Enseñanza religiosa/Enseñanza laica” abreva en los prejuicios que el liberalismo triunfante aplicó a los conservadores a partir de 1867. La caricatura ocupa las dos planas centrales y presenta un contraste; un recurso que el semanario empleó en varias ocasiones. De un lado se encuentra el pasado, con una cruz en el fondo, y donde dos individuos vestidos de negra sotana y tonsurados se desgañitan gritando “Guerra a los herejes” y “Mueran los ateos materialistas”. Estos presuntos sacerdotes envían al combate a un grupo de niños que se encuentran armados con rifles, pero sus ojos han sido vendados. En la escena abundan los libros, pero se identifican autores como (Jaime) Balmes, San Agustín, Santo Tomás y (Félix Torres) Amat. Uno de los niños lleva bajo el brazo lo que se presume es el catecismo de Jerónimo de Ripalda. Hay lectura, sí, pero de teología y apologética.

En el segundo cuadro, la habitación tiene al fondo un mapamundi y un globo terráqueo. A diferencia del precedente, los niños aparecen sentados en mesabancos, en actitud de atención. El profesor presenta calvicie que se sospecha natural, y no por afeitado, y viste traje completo, incluyendo chaleco, cuello móvil y corbata, algo que permitían las temperaturas del Yucatán de entonces. Aquí, desde su escritorio, el maestro dirige un mensaje a sus alumnos: “Satisfaced vuestra ansia de saber en el estudio de la naturaleza”.

En ambas ilustraciones hay un factor común: la ausencia de niñas. Esto se explica porque las aulas mixtas se implantaron en definitiva con la Revolución, y la medida fue causa de escándalo en Yucatán, donde el general Salvador Alvarado impuso que las escuelas dejaran de ser exclusivas para un sexo, aunque también debe mencionarse, en justicia, que muchos años antes, entre 1873 y 1882, el Conservatorio Yucateco impulsó que hombres y mujeres recibieran la misma instrucción, en un mismo espacio.

Por otra parte, debe entenderse que El Padre Clarencio obedecía a un programa liberal que en Yucatán y buena parte de México se entendía como la aplicación a rajatabla de la Leyes de Reforma, y que más que impulsar el desarrollo económico y la inclusión política de quienes se encontraban marginados -especialmente la población indígena -quedó reducido a “comecuras” de la élite, aunque El Padre Clarencio fue impulsor, junto con el diario El Peninsular, de que los sirvientes mayas -pero también yaquis, chinos y coreanos -tuvieran escuelas en las haciendas y recibieran una educación laica.

Lo que hacía falta eran profesores, y que existiera la voluntad política para establecer escuelas en las plantaciones henequeneras. Para ello fue necesaria la llegada de la Revolución, pero eso es tema de otras notas, y otros tiempos.



Lea, del mismo autor: Se buscan terrenos baratos

Edición: Estefanía Cardeña



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