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Antropología de la sexualidad

Cauces del Tiempo
Foto: https://cesarpa.wordpress.com/2014/07/12/bronislaw-malinowski-y-su-obra/

José Marcial Gamboa Cetina

La antropología de la sexualidad es una subdisciplina antropológica que se ocupa de cómo las distintas sociedades entienden, regulan y experimentan el sexo y el género en sus contextos culturales específicos.  

En las primeras décadas del siglo XX, los antropólogos abordaron la sexualidad desde perspectivas evolucionistas y funcionales. Sobre la base de su trabajo de campo en Oceanía, el antropólogo Bronislaw Malinowski escribió el libro La Vida sexual de los salvajes en el noroeste de Melanesia en 1922. Este autor consideraba que la pulsión sexual es un instinto humano, pero que la sociedad cumple la función de controlar su expresión para evitar conflictos. 

La antropóloga Margaret Mead, por su parte, investigó las variaciones culturales en torno a la sexualidad. En su célebre obra Adolescencia, sexo y cultura en Samoa, demostró que la vivencia de la pubertad y las actitudes sexuales en la adolescencia están determinadas principalmente por el contexto sociocultural, más que por impulsos “naturales” universales, cuestionando así las afirmaciones de Malinowski. Mead vivió durante once meses en Samoa y concluyó que la adolescencia femenina en esa sociedad no era conflictiva ni angustiante, debido a una mayor permisividad en las normas sexuales en comparación con las de Estados Unidos. Esta observación se convirtió en una defensa del relativismo cultural aplicado a la sexualidad: el comportamiento sexual humano no obedece a patrones universales, sino que se aprende y se construye dentro de cada cultura. Son las propias culturas las que establecen las normas, determinando qué prácticas son aceptadas o rechazadas.

Por su parte, la corriente estructuralista francesa, liderada por Claude Lévi-Strauss, abordó la sexualidad a partir de las reglas de parentesco y alianza. Según este autor, el paso de la naturaleza a la cultura se da mediante el intercambio simbólico, siendo las mujeres —valoradas por su capacidad reproductiva— el obsequio supremo que los hombres se transfieren mutuamente en los matrimonios exogámicos. El tabú del incesto, casi universal, constituye un segundo pilar fundamental de estas alianzas: prohíbe la endogamia dentro del grupo familiar y promueve el intercambio de esposas entre distintos grupos sociales.

A partir de la década de 1970, la antropología feminista intervino decisivamente en los estudios de la sexualidad. Antropólogas feministas como Sherry Ortner, Gabriele Dieterle o Michelle Rosaldo cuestionaron la tradicional diferencia rígida entre género y biología, y criticaron a pensadores como Foucault por dejar de lado la agencia femenina. Por ejemplo, Ortner señaló que los enfoques estructuralistas y foucaultianos, al ser excesivamente deterministas, han tendido a invisibilizar a las mujeres, así como a los grupos minoritarios y colonizados.

En esta misma línea se desarrolló la teoría de los Guiones sexuales (Parker y Gagnon), que fue retomada por la antropóloga Carole Vance para proponer que la sexualidad no responde a impulsos naturales o esencias universales, sino que se configura a través de roles aprendidos culturalmente. Hacia finales del siglo XX, esta perspectiva no esencialista comenzó a integrarse al campo antropológico desde las humanidades. 

Llevando esta perspectiva al contexto local, en el Centro INAH Yucatán hemos desarrollado investigaciones que abordan la sexualidad desde un enfoque cultural. Un ejemplo de ello es el ensayo titulado Tecnologías y sexualidad durante la pandemia del Covid-19, publicado en el número 12 de la Revista de Estudios de Antropología Sexual en 2022.  Esta investigación tuvo como objetivo analizar cómo las tecnologías contribuyeron a mejorar la vida sexual durante el confinamiento derivado de la pandemia. Se realizaron entrevistas a hombres y mujeres de Mérida, Yucatán, y entre los hallazgos destacan transformaciones en la percepción de la sexualidad, con claras diferencias según el género. En particular, se rompieron varios estereotipos asociados a la sexualidad femenina, observándose un mayor uso de juguetes sexuales, un empoderamiento de las mujeres respecto a su cuerpo y su deseo, así como un incremento en el uso de videollamadas con contenido erótico. Estos resultados muestran cómo, incluso en contextos de crisis, la sexualidad continúa siendo un terreno dinámico de negociación profundamente cultural y subjetiva. 

José Marcial Gamboa Cetina es profesor investigador del Centro INAH Yucatán 

Coordinadora editorial de la columna: 
María del Carmen Castillo Cisneros; antropóloga social del Centro INAH Yucatán

Lea, de la misma columna: Dzibilchaltún y su decoración

Edición: Fernando Sierra


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