Opinión
Normando Medina Castro
03/07/2025 | Cancún, Quintana Roo
Los gobiernos progresistas o de izquierda que aspiran a una mejor distribución de la riqueza y disminuir las diferencias sociales, enfrentan fuertes resistencias de los poderes fácticos nacionales y transnacionales que utilizan todos sus recursos para obstaculizarlos, frenarlos, golpearlos mediáticamente y de todas las maneras posibles, hasta hacerlos caer.
Ese es un principio elemental que los líderes de los movimientos progresistas conocen, y buscan contrarrestarlo con las herramientas institucionales legales. En México después de 70 años de gobierno del PRI y 12 años del PAN, como una tromba surgió el Movimiento de Regeneración Nacional (MORENA) en octubre de 2011, se constituyó como asociación civil en noviembre de 2012 y en julio de 2014 obtuvo su registro como partido político. Sólo cuatro años después arrasó en las elecciones presidenciales de 2018 con su fundador Andrés Manuel López Obrador como abanderado, y desde entonces su avance territorial ha sido acelerado hasta convertirse en partido hegemónico reteniendo la presidencia del país con Claudia Sheinbaum Pardo de manera más contundente, y gobernando en 24 de 32 Estados, con mayoría calificada en el Congreso de la Unión y ahora con un Poder Judicial Federal cercano.
Su rápido ascenso ha implicado un pragmatismo político con el que MORENA, usando como puertas de acceso a sus aliados del PT y, sobre todo, al partido Verde, permitió la entrada al poder a mujeres y hombres de la oposición neoliberal derechista. A eso se suma la poca formación político administrativa, ideológica, de valores morales y éticos de muchos morenistas empoderados. Ambos factores son el enemigo más fuerte de la transformación pretendida por la presidenta Sheinbaum Pardo.
En Quintana Roo Morena ganó las elecciones, pero el poder lo ejerce el Partido Verde que pone en los cargos más importantes a personas con poca o nula preparación político administrativa y de valores, pero que forman parte del círculo de poder de Jorge Emilio González, el ya viejo Niño Verde. Explotan la marca ganadora y varios del Verde se cambiaron a Morena, como el senador Eugenio Segura, delfín para la sucesión de la gobernadora Mara Lezama. Además los morenistas que accedieron al poder en Quintana Roo son ejemplo de aspiracioncitas, sin ideología de izquierda, sin valores ni carrera política y con mucha ambición y codicia. Son pocas excepciones. Por lo mismo con un alto nivel de incompetencia, según el principio de Peter, sin posibilidades de crecimiento, dóciles al Verde. Ahí están estos ejemplos: el admirador de los “Churrumbeles” Humberto Aldana, diputado federal, antes diputado local que quitó el monumento a Don Andrés Quintana Roo de la plazoleta del Congreso para montar un negocio particular. Las presidentas municipales de Othón P. Blanco Yensunni Martínez, y de Felipe Carrillo Puerto, Maricarmen Hernández, los dos municipios hundidos en la corrupción, inseguridad, pobreza y falta de oportunidades, deplorable imagen urbana y servicios públicos deficientes. La senadora Anahí González que mintió y se inventó su indigenismo para obtener el cargo, al igual que Eugenio Segura suben a sus redes videos y fotos simulando recoja de sargazo, cuando las miles de toneladas que recalan en las costas quintanarroenses requieren gestión efectiva y liderazgo operativo, no poses pueriles. ¿Quién pondrá orden en MORENA?. En fin, son cosas que pasan en nuestro país y en nuestro caribeño Estado.
¡HASTA LA PRÓXIMA!
Edición: Ana Ordaz