En enero de 2017, unos días después de “norte” intenso, un turista que paseaba por la playa en Chuburná encontró un cráneo humano semi expuesto en la arena y dio parte a las autoridades del INAH. Investigadores del área de Antropología Física de dicho instituto efectuamos el peritaje necesario, determinando que los restos eran de origen histórico, tanto por las características del entierro como por los materiales óseos. A partir de ello se estableció la necesidad de realizar el rescate del cráneo y, posiblemente, de otros huesos que se encontraran aún cubiertos por la arena, pero en peligro de ser nuevamente afectados por el oleaje.
La excavación proporcionó el esqueleto completo, enterrado de forma extendida sobre su espalda, en una orientación oeste-este, paralela a la línea de la costa. Alrededor del esqueleto fue posible encontrar los clavos y herrajes del ataúd oxidados y a punto de deshacerse, confirmando que el individuo había sido enterrado siguiendo las normas católicas contemporáneas. Aunque fue posible recuperar gran parte de los elementos óseos, el antebrazo y la mano izquierdos no fueron localizados. Probablemente, debido que el oleaje pudo haber removido esa sección del brazo.
Tras un largo proceso de desalinización, deshumidificación y consolidación, realizado en la sección de Restauración del CINAH Yucatán, el análisis osteológico permitió saber que dicha osamenta pertenecía a un individuo masculino, con una edad de entre 20 y 25 años y una estatura de entre 1.59 y 1.63 m, obtenida por la longitud de su tibia. También se registró que este hombre mostraba fuertes inserciones musculares, lo que indica una intensa actividad física, así como los indicios de una infección generalizada no específica, y de una periodontitis causada por acumulación de cálculo dental.
Pero, ¿qué hacía un esqueleto con esas características en la playa de Chuburná?
El hallazgo ocurrió a unos 100 metros de las ruinas de Xtul. Se conoce que este lugar fue un rancho costero, llamado San Rafael Xtul, que se dedicó a la producción pesquera y salinera durante el siglo XIX y hasta principios del XX. A finales del siglo XIX, y siendo su dueño el señor Augusto Peón, el rancho San Rafael Xtul añadió a sus actividades el embarque de henequén proveniente de las haciendas San Antonio Yaxché y Chel. La población del rancho estaba compuesta principalmente por hombres, tanto salineros, como copreros y pescadores; y más adelante, en el siglo XX por trabajadores de las haciendas henequeneras que eran trasladados desde las haciendas ubicadas tierra adentro a los ranchos costeros para efectuar el embarque de pacas de henequén.
En 1887, se estableció un cementerio dentro de los terrenos del rancho, pues el traslado de los cadáveres de los trabajadores de la finca hasta el cementerio de alguno de los pueblos aledaños implicaba tiempo y dinero. Dicho camposanto se estableció al oeste de los edificios del rancho, según pudo saberse a través de documentos históricos. Sin embargo, en la superficie del terreno no hay evidencia alguna, como lápidas o cruces, que permitan su ubicación, pues la acumulación de arena cubrió cualquier indicio de su existencia. El hallazgo de este esqueleto confirma que el área de enterramiento del camposanto se extendía hasta la primera duna, que por efectos del avance de la línea costera se ha erosionado varias decenas de metros respecto a la que podía encontrarse décadas atrás.
Este no es el primer hallazgo de este tipo en la costa yucateca. En 1996 se efectuó una excavación de rescate en un predio de Uaymitún, Yucatán, a raíz del hallazgo accidental de varias osamentas humanas. En aquella excavación se recuperaron los restos óseos de 23 individuos, verificando a través de los registros históricos y arqueológicos, que los depósitos funerarios correspondían a un cementerio de una finca de principios del siglo XX, en un contexto muy similar al de Chuburná.
El hallazgo de estos esqueletos, tanto los encontrados hace varias décadas en Uaymitún como el reciente de Chuburná, permiten recuperar fragmentos de la historia biológica, social y económica de la costa yucateca. La investigación bioarqueológica e histórica, funciona así como un ensamble interdisciplinario, proporcionando datos que complementan y confirman la narrativa de eventos y procesos que acontecieron en el convulso periodo del siglo XIX y principios del XX en este territorio.
Oana Del Castillo es antropóloga física del Centro INAH Yucatán
Coordinadora editorial de la columna:
María del Carmen Castillo Cisneros, antropóloga social del Centro INAH Yucatán
Edición: Fernando Sierra