Opinión
La Jornada Maya
08/07/2025 | Mérida, Yucatán
Detener al huachicol
va nomás en un aviso:
luego de este decomiso,
apenas se anotó un gol.
Esta fue la bomba de nuestra edición impresa de este lunes próximo pasado, en referencia al anuncio hecho durante la conferencia matutina de la presidenta, Claudia Sheinbaum Pardo, la mañana de ese día, sobre la incautación de 15 millones de litros de huachicol realizada en los municipios de Saltillo y Ramos Arizpe, en Coahuila.
El volumen de combustible incautado, la logística necesaria para introducir al país 129 carrotanques, y el hecho de que estos pasaron por varios puntos de revisión, es indicador del grado de complejidad que alcanzan las operaciones de transporte, trasiego y compraventa de combustibles obtenidos de forma ilícita.
Este martes se dieron a conocer los resultados de otro operativo, ahora en el estado de Veracruz, donde se aseguraron 933 mil litros de hidrocarburos, 64 vehículos, tres cisternas, contenedores y un predio en el municipio de Las Vigas de Ramírez, próximo a la capital de ese estado. Otro golpe se dio en Guanajuato, donde la Fiscalía General de la República incautó una parte del Parque Agro Tecnológico Xonotli, un predio que es propiedad del gobierno estatal. Ahí se halló una toma clandestina de hidrocarburo y se inmovilizaron 40 mil litros de combustible.
Los decomisos dan cuenta fehacientemente de la magnitud de la organización de los criminales para obtener y movilizar cientos de miles de litros de gasolinas. Si hasta hace pocos años se entendía por huachicol el tráfico de combustible obtenido “pinchando” los ductos de Petróleos Mexicanos (Pemex) e instalando una toma, ahora hablamos de cantidades inmensas que pasan por las aduanas, amparadas con facturas falsas y manifestaciones de contenido alteradas.
Resulta difícil encontrar una explicación de cómo funciona la red de personas involucradas en este tráfico sin la colaboración de trabajadores de Pemex, tanto operativos como directivos de la paraestatal. Por otro lado, el capital requerido para disponer de pipas, carrotanques y contenedores, que luego recorren tanto vías férreas como carreteras, es señal de que tras el huachicol se encuentra el poder económico.
Y si por un lado la organización necesita mucho dinero y un tentáculo en Pemex, por otro debe contar con la colaboración de funcionarios en los tres niveles de gobierno y los tres poderes del Estado. Ya sea para asegurar el paso de la mercancía por los puntos de revisión, estaciones y aduanas, como por retenes carreteros. Finalmente, están los puntos de venta.
Ya los lugares donde se vende gasolina a tambor abierto son una rareza. Las gasolinerías de distintos sellos suelen ubicarse muy próximas, lo que ha resultado en una ventaja para los conductores, pues ya en este milenio disminuyó el riesgo de quedarse sin combustible en mitad de la carretera, por lo que una investigación completa debe responder a dónde se vende el producto ilícito, quiénes lo adquieren y cuáles son las ventajas que obtienen, pues como mínimo es una mercancía que se hace llegar al consumidor final y sobre la cual no se declara la carga fiscal correspondiente.
Así, no solamente se trata de detectar y clausurar tomas clandestinas, lo que se antoja un juego de gatos y ratones. El verdadero monstruo cuenta con mucho dinero a su disposición, contactos y tal vez operadores en los tres niveles de gobierno, y la posibilidad de grandes ganancias recurriendo a negocios legalmente establecidos y formales. Una cosa es cierta: el huachicol no contribuye, en ningún modo, a tener gasolinas más baratas.
Edición: Fernando Sierra