Opinión
Andrés Silva Piotrowsky
14/07/2025 | Mérida, Yucatán
Entrecierra los ojos y frota las yemas de sus dedos pulgares, índices y medios, mientras declara sin ambages: “en cada pieza de filigrana que hago dejo algo de mi alma, es como abrir una puerta para recorrer el camino por donde me lleva la plata”.
Claudia decidió ser arquitecta, porque desde muy niña heredó de sus padres (él, también arquitecto) el gusto por los objetos artesanales y siempre tuvo claro que lo suyo era crear estructuras, volúmenes y diseños; ahora está dedicada de lleno a generar obras minimalistas con hilos blancos y brillantes, a sabiendas de que menos es más, siempre.
Ella nació en Yucatán, producto de un matrimonio migrante, originario de la Ciudad de México y, aunque su acento es neutro por sus largas estancias fuera de Mérida, confiesa que entre amigos nacidos aquí se le sale el tono aporreado.
Su identidad radica en esta ciudad, por ello ya intuía que era una de las artesanías más representativas de la región y decidió estudiar sus técnicas en Bellas Artes en la capital de la República. Pero fue en Oaxaca, en el Centro de las Artes de San Agustín, en donde pudo conocer a fondo no sólo la técnica yucateca y la diversidad de estilos en el país; fue ahí en donde confirmó que la filigrana yucateca es su consentida.
“En Yucatán este oficio lo ejercen algunas familias notables, pero las nuevas generaciones parecen no tener interés en ejercerlo, quizá por la falta de información sobre su belleza e importancia”, comenta con cierto grado de tristeza.
“Es un oficio que proviene de Mesopotamia y ha llegado a diferentes estados de la República Mexicana, por dos vías: la española y la portuguesa”. Las entidades más destacadas en la hechura de estas piezas asombrosas por su finura son Oaxaca, Chiapas, Guerrero y Yucatán, aunque a lo largo de todo el país hay quien lo ejecuta, reconoce Claudia Vega.
Ella forma parte de un colectivo que busca el reconocimiento de este minucioso arte como patrimonio inmaterial: Custodios de la filigrana. Su lucha ha sido ardua, pues ha enfrentado la misma misoginia que muchas mujeres soportan en distintos ámbitos, pero nada la ha hecho desistir en lo que considera una forma apasionada de vivir: esos pequeños objetos que responden a un proceso parsimonioso, lento, de gran paciencia y placer.
A través de su marca, Vaicana, las manos de Claudia recogen emblemas que distinguen a la cultura yucateca como el pájaro Toh, la hamaca y el chile habanero, entre otros, para materializarse con su arte; que, por cierto, ejerce a su propio aire y con su propio estilo, pues la forja del hilo básico, generalmente se realiza con las uñas, sin embargo ella prefiere usar las yemas de sus dedos, “tengo que sentir el latido del material”, afirma con una amplísima sonrisa.
A contracorriente de la tradición predominada por varones, en su taller participan como ayudantes exclusivamente mujeres, a quienes forma con el objetivo de abrir espacios femeninos que contribuyan a la permanencia de la tradición, aportando nuevos elementos para renovarla.
“Históricamente la joyería de este tipo está asociada a asuntos eminentemente religiosos; nosotros, quienes practicamos este oficio actualmente, pretendemos modernizar su simbología, ampliar sus alcances sin olvidar su proveniencia”, explica la artista.
Foto: Andrés Silva
Claudia ha sido galardonada por su trabajo inspirado en las olas del mar con el primer lugar en la categoría C Filigrana, del Concurso Estatal de Arte Popular 2024, llevado a cabo en Mérida, Yucatán, el 27 de junio de 2024. Este estímulo la ha impulsado a dedicarse a la difusión de obras de orfebres de otras latitudes, desde un espacio colaborativo de la galería Caracol Púrpura, en la calle 60 del Centro Histórico de la capital yucateca: “ha sido un trabajo de tenacidad y paciencia (como la filigrana) ganarse la confianza de otros colegas, pero afortunadamente lo hemos conseguido y cada vez participamos más en ferias nacionales e internacionales”, revela.
Hay muchos temas que abordar; por lo pronto está enfocada a seguir con su promoción y lograr que tanto la sociedad como las autoridades se involucren más en apoyar, hace falta mucha comunicación sobre lo que representa este hermoso trabajo y lo que se puede lograr, mediante una adecuada política pública.
Claudia nos anuncia que espera participar pronto en una muestra de Colombia e insiste con vehemencia que no cejará hasta lograr el protagonismo que debe tener el arte de la filigrana, incluyendo siempre a las mujeres; mientras, la ilusión emana de sus ojos oscuros con un brillo que recuerda el metal que trabaja formidablemente con sus manos.
Foto: Andrés Silva
Edición: Fernando Sierra