Opinión
José Juan Cervera
16/07/2025 | Mérida, Yucatán
La divulgación de las creencias mayas respecto a la naturaleza y la sociedad tiene en Roldán Peniche Barrera (1935-2024) a uno de sus exponentes más tenaces y entusiastas, prácticamente hasta los últimos días de su vida en que siguió ejerciendo sus dotes de estudioso y creador literario. Es notable que sus libros de los géneros ensayístico, narrativo y poético cumplan ese propósito porque contienen apuntes, informes, recreaciones y personajes vinculados con los pueblos originarios de un vasto territorio del continente americano.
La claridad y el estilo limpio del maestro Roldán vuelven a relucir en una de sus últimas obras, refrendando así las coordenadas de una trayectoria dedicada a impulsar el conocimiento de la mitología autóctona, tal como puede verse en Bestiario maya (Mérida, Kóokay Ediciones, 2024), en que plasma una selección de figuras inquietantes cuyo influjo en las mentalidades colectivas realza el trazo firme de su ilustrador Oswaldo Baqueiro Brito, quien se suma a la lista de creadores gráficos que animaron con imágenes vigorosas los escritos del autor yucateco, entre ellos Manuel Lizama y Juan Ramón Chan, cada uno con el sello distintivo de su arte.
Esta galería de seres tenebrosos permite reconocer escenas comunitarias, reminiscencias prehispánicas y costumbres sincréticas con el sabor agridulce de prácticas e ideas impuestas para forzar el sometimiento que asegurara la exacción de recursos naturales y el trabajo compulsivo de los habitantes de estas regiones en beneficio de los conquistadores llegados de ultramar. También asoma el humor refinado del cronista de lo insólito, tal como se advierte desde las primeras líneas: “En la planicie de los pueblos mayas, conectada en su derredor con una geografía ardiente y salvaje, los fantasmas son parte esencial de la población, así no figuren en las listas del Registro Civil ni cumplan con los deberes ciudadanos. Durante el día se andan entre la multitud por el mercado, la plazuela del pueblo o las arboladas veredas, sin que nadie note su presencia”.
No hay duda del componente humano que los seres sobrenaturales ostentan y magnifican en sus incursiones, en los contenidos simbólicos que enarbolan y en el estallido de pasiones que acaece cuando se infiltran en el devenir cotidiano. Sus actitudes amenazantes contribuyen a regular el alcance de las relaciones sociales constituyéndose en una proyección de temores y expectativas, de cargas preocupantes y actitudes predeterminadas y son, ante todo, una realidad cultural palpable no sólo en localidades apartadas de los grandes centros poblacionales sino también en medios urbanos, pese a coexistir con tendencias y patrones adoptados del exterior en años más recientes, porque los mitos perviven con fuerte arraigo en las creencias populares.
En esta acción de remover emociones y enlazar sensibilidades los lectores se hacen testigos de las congojas de un árbol enamorado, hasta la profundidad de sus raíces, de una doncella que sucumbe ahogada con su familia durante una inundación; es significativo también que los aluxes, más allá de su talante perturbador, agradezcan las ofrendas que se les tributan y en reciprocidad dispensen protección a los vecinos de los alrededores. Igualmente se hacen visibles las luchas de poder, la envidia y las pretensiones ambiciosas como las encarna Ek Chapat, situado a la sombra de Ek Chuah, su superior en jerarquía militar, quien como escarmiento condena al primero a convertirse en bestia espantosa. El así castigado decide transferir su venganza a seres inocentes y crea a su vez otro monstruo tras juntar retazos de animales diversos. Como una causa más de mutaciones indeseadas se observa en otros ejemplos la infidelidad conyugal, con los trastornos sociales que conlleva.
El volumen compendia engendros infernales, bestias hechizas y deidades que cumplen funciones indispensables para la marcha de los procesos mundanos, como muestran los bacabes quienes, si bien señalan el orden de los puntos cardinales, se dejan ver también como fumadores empedernidos. En él figuran además héroes como Hunac Kel, realizador de proezas y protagonista de una de las novelas del maestro Peniche Barrera, autor que, por lo demás, consigna escrupulosamente el origen de sus fuentes, sean orales o bibliográficas, por si alguien se animase a recurrir directamente a ellas o a valorar el esfuerzo que significa ganarse la confianza de informantes que guardan en su memoria registros de trascendencia secular.
Es oportuno reiterar la potencia expresiva que desprenden los dibujos de Oswaldo Baqueiro Brito, que fueron expuestos en las paredes de un recinto en donde se presentó el libro; quien los observe habrá de recordarlos como signo persistente de un bestiario que agita la conciencia con todo lo que subyace en sus compartimientos secretos.
Edición: Fernando Sierra