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Según la declaratoria que año tras año hacen autoridades del gobierno, como la Oficina Nacional de Administración Oceánica y Atmosférica (NOAA), la temporada de huracanes inició el 1 de junio y concluirá el 30 de noviembre. La península de Yucatán es una de las regiones de México que está en mayor riesgo de sufrir los efectos de estos fenómenos naturales que, paulatinamente, se han intensificado debido al cambio climático.

Podremos recordar que el 2020 fue un año particularmente agitado. En tiempos de pandemia, nuestra región fue impactada además por las tormentas tropicales Amanda y Cristóbal y los huracanes Delta y Zeta, que provocaron serias afectaciones, como la pérdida de cultivos y colmenas. Con Cristóbal, llovió en solo seis días lo que correspondía al trimestre junio-agosto, batiendo récord histórico en el volumen pluvial.

En Yucatán, uno de los devastadores efectos de las inundaciones fue la pérdida de 95 mil hectáreas de cultivo que representaron 85 por ciento de la superficie sembrada en la entidad, según cifras reportadas por el Gobierno del Estado. 

Entre las zonas rurales más afectadas estuvo la región del Puuc, la cual no solo alberga importantes zonas arqueológicas, sino también comunidades que mantienen vivas prácticas ancestrales de cultivo como la milpa, la apicultura y meniponicultura, actividades fundamentales para su economía familiar y la conservación ambiental de la región.

Es importante recordar que desde el 2014, se creó la Junta Intermunicipal Biocultural del Puuc (JIBIOPUUC), organismo público descentralizado que busca la conservación de 135,848 hectáreas y está integrado actualmente por los municipios del Muna, Santa Elena, Oxkutzcab, Ticul, Tekax y Tzucacab. El Área Natural Protegida (ANP) del PUUC no solamente es un espacio de conservación ecológica; también cobija más de 1,200 unidades de producción apícola, integradas en un 30% por mujeres y 85% por comunidades mayas (según datos de SEMARNAT).
La JIBIOPUUC es un referente de gobernanza ambiental en nuestro territorio muy relevante porque ha establecido la coordinación entre las administraciones municipales de estos seis municipios y con el gobierno estatal, siendo la única ANP en Yucatán que ha logrado esta forma de colaboración intermunicipal. Pero, además, porque ha generado redes con actores de la academia, la sociedad civil, y el gobierno federal, a través de su Consejo de Administración, buscando una toma de decisiones más horizontal y multisectorial.

Otro factor clave ha sido la conformación de un Consejo Ciudadano, donde se fomenta la participación de representantes ciudadanos, academia, productores, ejidatarios y pequeños propietarios, como interlocutores y vigilantes de las acciones que se emprenden conjuntamente (https://jibiopuuc.org.mx/jibiopuuc/).

Una de las principales preocupaciones de la JIBIOPUUC ha sido el desarrollo de estrategias para mitigar el cambio climático por hechos como los sucedidos en el 2020, que lo han llevado a establecer proyectos de investigación con apoyo de la SECIHTI (antes CONACYT), fomentando alianzas con universidades regionales y nacionales, productores locales y organismos internacionales, como el PNUD. 

A partir de estas iniciativas, la Junta ha propiciado mecanismos de resiliencia en las comunidades rurales, como el fomento a las redes locales de producción y comercio agroecológicos que busca superar la actitud competitiva y en su lugar, generar ambientes cooperativos. O bien, el fomento a la creación del comité apícola del PUUC encabezado por una apicultora e integrado por representantes de ocho municipios, logrando organizar a los diferentes productores de miel, bajo un esquema que les da representatividad y los visibiliza con un enfoque de género.

Un aspecto significativo en la gobernanza de la JIBIOPUUC es que desde sus inicios ha sido un proceso promovido por los actores locales y no por el gobierno federal, lo que, en parte, podría dar respuesta a la efectividad de sus acciones, para evitar la deforestación y degradación ambiental.

Adicionalmente, demuestra que en un área de conservación ambiental pueden coexistir ecosistemas naturales y pobladores humanos, quienes al contrario de atentar contra la ecología, la favorecen mediante prácticas sustentables, actitudes cooperativas y una defensa genuina de su territorio, lo cual será fundamental seguir fortaleciendo, no solo ante los embates del cambio climático, sino también ante otras acciones adversas, como los megaproyectos turísticos y agroindustriales que vienen proliferando en Yucatán.

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Edición: Fernando Sierra


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