Opinión
Óscar Muñoz
28/07/2025 | Mérida, Yucatán
Algunos padres de familia, los menos, preocupados porque sus hijos lean en lugar de estar apegados cada vez más a los teléfonos inteligentes, han llegado a lamentar que tengan que comprar constantemente libros para niños para que éstos tengan más opciones de lectura. Sin embargo, no es necesario que los niños tengan una gran cantidad de libros para leer; bastaría unos cuantos textos para que satisfagan sus inquietudes lectoras, y también sus apegos emotivos.
¿Quién no recuerda que los niños de anteriores generaciones pedían y hasta suplicaban que alguien les leyera el mismo cuento de todas las noches, o que ellos mismos lo leyeran cada vez que estuvieran a punto de dormirse? Esto no ha cambiado mucho. Los niños de hoy siguen interesados en leer el mismo texto cada noche. Sin embargo, algunos adultos se preguntarán ¿pero por qué la repetición si bien podrían leer cuentos distintos cada vez?
Porque la repetición es esencial en su formación como lectores y como entes pensantes. En la población infantil, la repetición ofrece, antes que otra cosa, seguridad. Cada vez que lee, el niño se siente más seguro de hacerlo cada vez mejor y entender el texto en sus detalles. Además, repetir la lectura crea en los niños la sensación rítmica, porque el ritmo es repetición, y ello lo sensibiliza. Por esto, vale más repetir la lectura de un libro que tener a la mano una mayor cantidad de publicaciones. No más sino mejor es la clave.
Repetir la mirada en una pintura o una escultura o ver nuevamente una obra de teatro o de cine le permite a cualquiera adentrarse más en la obra y detectar aquellos elementos de la composición que tal vez fueron inadvertidos. Cuánta gente no ha visto de nuevo una película y ha encontrado más detalles que le permiten captar mejor la visión del director. Así con la lectura (y con cualquier otra expresión artística), en cada repetición, los niños encuentran detalles o ellos mismos se los añaden para crear, incluyo, su versión de los hechos.
En lugar de perjuicios, la repetición lectora ofrece beneficios. Por una parte, favorece el enriquecimiento del lenguaje: el niño lector estará más convencido de los significados y hasta de las significaciones del texto. Por otra parte, impulsa el desarrollo de la imaginación: los infantes inventarán en cada lectura lo que les venga en gana en ese momento, como un juego fascinante. Así mismo, permite ejercitar la memoria: los pequeños podrán, cada vez más, ubicar los personajes y sus atributos, sus acciones y circunstancias y obtendrán mejores conclusiones. Y, por si fuera poco, la repetición siembra confianza en los niños: el lector será capaz de asegurar lo que leyó y lo que interpretó sin dudas.
En realidad, las lecturas repetidas son un trabajo que implica profundizar el mismo texto cada vez, al grado de poder modificarlo sin perder su significación, si se quiere, o de mantenerlo intacto con sus detalles en su lugar. Los lectores pueden, además representar la historia que leyeron en otras formas de expresión, como el dibujo, la pintura, la escultura con plastilina o el juego teatral. Al fin y al cabo, el cuento leído varias veces permite dominarlo en otras formas artísticas, como si el niño lector fuera el autor, y que lo es. La repetición, como es notorio, es un trabajo simbólico y necesario: el lector revive, cada vez, el placer de la lectura, que implica necesariamente la imaginación.
Entonces, las familias tendrán que descubrir el tipo de historias que les interesan a sus hijos para acercarles ese libro que podrán leer todas las veces que quieran, y luego cambien de libro según los intereses infantiles sean otros. Y respecto de las escuelas, los maestros tendrán que descubrir los intereses propios de su grupo de alumnos para aproximarles las publicaciones que despertarían ese gusto de leer repetidamente la historia contenida, y realicen todas las actividades posibles que deriven de las lecturas repetidas. También sería interesante y necesario que las instituciones públicas de la cultura y las artes promuevan la lectura repetida mediante el diseño de estrategias adecuadas para cada grupo de edades infantiles.
Edición: Fernando Sierra