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La reciente liberación de Israel Vallarta, exonerado de todos los cargos después de casi 20 años en prisión sin sentencia, ha sacudido a la sociedad mexicana. El veredicto, la verdad jurídica, deja una sensación dual y contradictoria: una de justicia finalmente alcanzada y otra de profunda frustración e injusticia para las víctimas por el largo camino recorrido de las familias que han padecido su secuestro.

Vallarta y Florence Cassez fueron arrestados en 2005 por un supuesto secuestro, en un operativo televisado que resultó ser un montaje. Hoy, el caso de Vallarta no solo subraya el fracaso del sistema judicial, sino que también expone las conexiones oscuras entre el poder político, los medios de comunicación y la delincuencia.

¿Qué sucede con las víctimas que, en su momento, señalaron directamente a Vallarta y Cassez? ¿Cómo es posible que una persona pase casi dos décadas en prisión preventiva sin un juicio justo? La prolongada detención de Vallarta es, en sí misma, una sentencia de facto, una violación a los derechos más elementales y un reconocimiento implícito de un proceso viciado.


Un montaje que destapa la complicidad

El notorio montaje televisivo del 9 de diciembre de 2005, orquestado por el gobierno de Vicente Fox y transmitido por Televisa, no fue un error aislado. Fue la culminación de un proceso sucio que dejó a la vista la colusión entre el aparato de seguridad del Estado y la televisora. Este evento, lejos de ser un simple espectáculo, reveló un sistema donde la delincuencia, en cualquiera de sus formas, se convierte en un producto rentable y un instrumento político.

El caso Vallarta nos obliga a mirar hacia atrás. La llegada de Genaro García Luna al poder en la administración de Fox desató una ola de secuestros y violencia. Con Felipe Calderón y su “guerra contra el narcotráfico” el panorama empeoró y las garantías individuales se rompieron. En este contexto, las instituciones de seguridad, el ministerio público y los jueces operaban en conjunto con medios como Televisa, creando una maquinaria de impunidad y simulación, como ejemplo: la guardería ABC de Sonora donde murieron 49  niños quemados. 


Frida Sofia no existe 

Este montaje televisivo no fue ni el primero ni el último de su tipo. La historia de México está plagada de ejemplos que demuestran cómo la política y los medios se han entrelazado para manipular la opinión pública. Recordemos el caso del "señor de las ligas", René Bejarano, un ataque directo al perseguido y temido Andrés Manuel López Obrador orquestado desde la televisión en una emboscada ejecutada por Victot Trujillo (Brozo) o el lamentable caso de la niña "Frida Sofía" en el terremoto de 2017, donde la periodista Danielle Dithurbide de Televisa, en colusión con la Secretaría de Marina, narró durante horas un posible rescate hasta que la periodista Hannia Novell, en vivo y alrededor de la una de la mañana, luego de realizar averiguaciones, dijo en directo: “Frida Sofía no existe”  

Estos episodios demuestran una falta de rigor periodístico y una disposición a la mentira con fines políticos y de alto impacto en la imagen colectiva de las acciones de gobierno. 

La liberación de Vallarta, al igual que la de Florence Cassez en 2013, disecciona la política transexenal de México y expone las fallas sistémicas que persisten. Este caso es un doloroso informe forense de un sistema judicial profundamente corrupto, asociado con gobernantes y políticos que usan a los medios como un garrote. La decisión de una jueza de reconocer la inocencia de Vallarta y liberarlo es un pequeño triunfo en un mar de injusticia, pero también es una revelación de lo que yace en las entrañas de los poderes ejecutivo, legislativo, judicial y mediático.


El caso Vallarta no es menor. Se trata de desentrañar la verdad detrás de los guiones televisivos y las puestas en escena que no son decididas por un conductor de noticias o la audacia de un reportero. Se trata de un sistema donde los medios y la política se utilizan mutuamente para construir un discurso que mantiene el status quo.

Tiempo después, en un ejercicio de lavar la cara a Televisa, Denise Maerker citó a García Luna y a Jorge Rosas, titular de la unidad antisecuestro de la PGR y al aire le dio voz a Florance, sin hacer una sola pregunta sobre el acuerdo con Televisa para cubrir el rescate; hoy sabemos que fue un montaje.

¿Qué otras verdades se esconden detrás de los montajes mediáticos que hemos presenciado? 

El caso de Israel Vallarta nos obliga a cuestionar y a exigir una rendición de cuentas que va mucho más allá de un solo hombre.

Si los delitos de alto impacto han estado coludidos con gobernantes, ¿quién estará detrás de los miles de desaparecidos? ¿Quién está detrás de las extorsiones, muchas operadas desde la cárcel? 


¿Quién será el próximo García Luna , quién el Torturador y quién hará el próximo montaje en Televisa?


Edición: Fernando Sierra


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