Opinión
José Juan Cervera
17/09/2025 | Mérida, Yucatán
El acopio de testimonios sobre iniciativas editoriales de corte estudiantil depende de muchos factores, entre ellos la disponibilidad de registros para sustentar una idea cabal de sus conquistas. Esta prensa incipiente surge en condiciones adversas, sin una experiencia sólida que la avale, aunque pueda contar con el apoyo de maestros o asesores externos. La realización de proyectos de esta índole exige una base mínima de recursos materiales y organizativos para rendir frutos.
Predomina la noción de que, por su carácter juvenil en etapa de tránsito formativo, estas publicaciones son irrelevantes y descartables, y es frecuente que ni siquiera sus editores las conserven; en estos términos, resulta excepcional que alguien tenga el cuidado de resguardarlas. Carlos Roberto Barrera Jure (1955-2022), abogado y ejecutivo bancario, formó una colección de este tipo. Y más aún: elaboró un volumen conmemorativo de su egreso generacional de los ciclos cursados en el Centro Universitario Montejo (CUM), de Mérida, Yucatán, que contiene reproducciones facsimilares de algunas revistas en las que el compilador participó con empeño.
El impreso, denominado Letras de juventud. 44 aniversario 1976-2020 (Mérida, Ediciones Ayuba-Minaya Editorial, 2020), incluye muestras de Diálogo (1972), de la Sociedad de Alumnos de la Secundaria, e Ideas (1977), de la preparatoria. Expone algunos números de otra llamada también Diálogo (1977), con el subtítulo Revista de Comunicación Intercolegial, en la que el mismo grupo de jóvenes confluyó con otros de varios planteles particulares. De periodicidad mensual y con un tiraje de mil ejemplares, dio a conocer reportajes, notas de divulgación, crónicas de actividades diversas y apuntes acerca de la historia de los colegios representados en este vocero unitario: Americano, Roger’s, Teresiano, Mérida y CUM.
El archivo personal de Carlos Barrera, escrupulosamente organizado, comprendía otros periódicos estudiantiles que de igual modo circularon en el plantel marista, pero permanecieron fuera de esta selección por no encajar con el propósito central de ratificar la identidad del núcleo editor. Sin embargo, conviene dar constancia de ellos: Juventud (Sociedad de Alumnos de la Secundaria, 1976); (a+b)2 (bachillerato en Matemáticas, 1976); Pícaro el Diario (preparatoria,1976-1977); Tribuna (preparatoria, 1977) y BIO Bienestar Interés Organización (bachillerato en Ciencias Biológicas).
Como custodios de la memoria colectiva de su centro de estudios, algunos de aquellos jóvenes editores, ya insertos en el mundo laboral adulto, decidieron organizar varias actividades conmemorativas dos décadas después de su egreso, y una de ellas consistió en dar forma a una nueva publicación impresa que reavivara sus lazos comunicativos, dando nacimiento a Forum ’76, dedicada al maestro Enrique López Nieto, padrino generacional ya fallecido en ese entonces. A diferencia de sus antecesoras, hechas en mimeógrafo con caracteres borrosos, ésta podía leerse sin dificultad, con textos distribuidos a dos columnas y con patrocinio de anunciantes que eran muchos de los propios exalumnos, quienes ofrecieron servicios profesionales o empresariales. Tuvo como director general a Hernán Canto Mézquita y su consejo editor lo integraron Eduardo Abraham Xacur, Carlos R. Barrera Jure, Jorge H. Escalante Campos, Víctor Herrera García, Enrique Manero Moreno, Felipe Peraza Duarte y Luis A. Pérez Segovia.
Forum ’76 constó de varias secciones con temas ecológicos, anecdóticos, humorísticos y deportivos; otra de ellas brindó espacio a las esposas de los egresados del colegio y una más, denominada “Voz de mujer”, amplió la presencia femenina en la gaceta. Replicó notas de los antiguos periódicos de estudiantes e invitó a colaborar en ella a sus antiguos profesores. Entre las columnas que despertaron mayor interés por su amenidad y por su pleno dominio de la materia tratada figuró “Comentarios sobre cine”, de Mario Helguera Bolio, a quien se reconoce, entre los círculos académicos y de divulgación, su conocimiento profuso del séptimo arte.
Cubrió asuntos relacionados con la institución de origen dando cuenta, por ejemplo, de las labores iniciales de la Universidad Marista de Yucatán y del surgimiento de un club rotario conformado por egresados del CUM. Jorge H. Álvarez Rendón, recién nombrado miembro del Consejo de Cronistas de Mérida, recordó en una de sus colaboraciones que, siendo docente del colegio, lo fue también de una escuela secundaria del sur de la ciudad, y lamentó no haber transmitido a sus alumnos más favorecidos sus impresiones de aquella realidad social contrastante que palpó en la zona urbana marginada; con este artículo quiso mitigar el peso de lo que juzgó un cargo de conciencia. José Luis Domínguez Castro, quien fuera catedrático de sociología en la preparatoria, reflexionó en uno de sus escritos sobre el futuro del libro, vehículo del pensamiento con el que sostiene una relación de vivencia profunda, como lo demuestra su trayectoria personal.
A más de todo lo anterior, esta revista quiso acortar distancia con otras generaciones, pero la brecha real afloró en la carta de una lectora universitaria que consideró insustancial su contenido, pidiendo actualizar sus enfoques. Tal vez se refería al tono de ingenuidad que, junto con cierto talante moralista, seguía marcando la voz editorial como si la atmósfera de antaño continuase sin cambio. Esta opinión incomodó y fue tildada de irreverente, pero reveló el cruce de sensibilidades dispares y lenguajes inconexos que sólo la tolerancia mutua pudiera remontar en circunstancias propicias.
Edición: Fernando Sierra