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El amor a la península se mide en voltios

La región ha sido históricamente deficitaria en su consumo eléctrico
Foto: Fernando Eloy

El apagón en la península de Yucatán fue un colapso total, como un cuerpo cuando sufre un desmayo cuando tiene un problema de transmisión.

La península es y ha sido históricamente deficitaria en su consumo eléctrico. Importa de Chiapas y Oaxaca el 30-35 por ciento. Sólo hay una linea de transmisión entre esas dos regiones. Al caerse esa línea y perder la tercera parte de energía es que se desconecta toda la región y se queda sin electricidad.

Hasta ahora los problemas de generación se han resuelto con decenas de plantas móviles que también abastecen y porque las autoridades regulan el deficit con la aplicación de tiros de carga, ósea, apagan colonias y zonas para equilibrar.

También es cierto que las plantas de ciclo combinado son una correcta solución a mediano y corto plazo pero tal parece que al proyectarlas se le olvidó construir el gasoducto correspondiente para alimentarlas y será hasta el año 2027 que se puedan utilizar en su amplio espectro. 

El viernes 26 de septiembre, de nueva cuenta, se dio un apagón general en la península de Yucatán. Uno más a la cuenta de advertencias que se han seguido durante la última década y, como se ha advertido en varias ocasiones, otra señal de que la distribución del fluido eléctrico tiene varias deficiencias.

En primer lugar, por el aumento de la población y turismo en los tres estados que integran la región y por otro lado, se tiene que la entrada en operación de infraestructura estratégica como el Tren Maya y el Aeropuerto Felipe Carrillo Puerto, en Tulum, demanda todavía más energía eléctrica, más el crecimiento exponencial de la Rivera maya.

Conviene recordar que no es la primera vez que ocurre un apagón general en la península. Pero también es cierto que, aunque se reconoce que durante la temporada de mayor bochorno (en la zona solo conviven dos tiempos: calor y más calor) que coincide con la de huracanes, hay mayor demanda de electricidad y ésta supera por mucho la capacidad de producción eléctrica, también es necesario insistir en que la red de distribución es obsoleta en muchas partes de la región; aquí nos referimos tanto al número y capacidad de transformadores instalados -y las condiciones en que operan -como al cableado tendido.

Se espera que la entrada en operación de las nuevas centrales, en Mérida y Valladolid, incremente la capacidad de generación, pero también hace falta que el gasoducto Mayakán, que abastecerá a estas centrales cuando esté listo. En síntesis, la península es sumamente vulnerable a la falta de suministro eléctrico.

Hasta aquí la información fundamentada en la comunicación oficial del gobierno, pero el problema se politiza porque las consecuencias cotidianas, que no solo se centran en la a incomodidad cotidiana, influyen en los derechos humanos por la alteración de los servicios de agua, educación, industria, hospedaje, comercio y comunicación. 

Aunque este reciente colapso se ubica como un problema de transmisión, las plantas móviles contratadas no han funcionado por múltiples problemas técnicos de tal manera que la complicación esta en como corregir el balance: demanda/generación/transmisión.

Si esto se arreglará en dos años mínimo, las pérdidas económicas y políticas crecerán ya que podría posponer la inversión privada programada que requiere energía y los polos de desarrollos planeados o deseados, entre ellos el nuevo puerto de Progreso, que es clave.

Es tal la demanda cotidiana que aún sin calor habrá apagones, ya sea por transmisión o por generación.

Fortalecer y modernizar el suministro de energía en la península de Yucatán requiere de una voluntad y un esfuerzo sostenido por parte del Estado. Primero, habilitar al 100 por ciento las nuevas centrales de ciclo combinado con gas natural de la mejor calidad. Pero al mismo tiempo, terminar con el aislamiento que tiene la Zona Peninsular con el resto del Sistema Interconectado. ¿Cómo? Construyendo más líneas de transmisión con la contigua Zona Oriental. Sólo así terminará el estado de zozobra en el que vivimos los peninsulares, suponemos. 

El amor a la península se mide en voltios.


Edición: Fernando Sierra


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