Opinión
La Jornada Maya
07/10/2025 | Mérida, Yucatán
El sistema de transporte público Va y Ven permanece en la agenda de discusión pública de Yucatán, y seguirá ahí por mucho tiempo mientras su funcionamiento siga tratándose por la vía política y éste sea el escenario en el cual se se busca que prevalezca la percepción de la funcionalidad del sistema o del gobierno del estado, encabezado por Joaquín Díaz Mena, pero particularmente de la Agencia de Transporte (ATY), instancia encargada de administrar el referido sistema.
Sobra mencionar que el sistema Va y Ven, diseñado y puesto en marcha por el gobierno del panista Mauricio Vila Dosal (2018 -2024) creó la percepción -y aclaremos que también consenso entre la gran mayoría de los usuarios -de que por fin se había modernizado el transporte público de Mérida y que se había abierto una vía para transformar la movilidad urbana en toda el área metropolitana de la capital yucateca. No en balde la primera ruta en entrar en operaciones fue la que recorre el Anillo Periférico, que había sido una demanda largamente desatendida. Después se incorporaron más autobuses equipados que dieron la impresión de que finalmente se tendría un servicio digno, cómodo y eficiente, lo que redundaría en que muchos disminuyeran el uso del automóvil en su día a día.
Sin embargo, el cambio de signo político en el gobierno local, de uno emanado del Partido Acción Nacional (PAN) a uno surgido de Movimiento Regeneración Nacional (Morena), ha favorecido el ambiente de confrontación. Desde la campaña, líderes de Morena, como la senadora Verónica Camino, descalificaron el Va y Ven; lo que desde el PAN fue percibido como el anuncio de que se pretendía desmantelar el sistema para regresar a lo que operaba anteriormente; es decir, anticiparon una regresión total y la renuncia a cualquier intento por brindar un servicio digno y eficiente a miles de estudiantes y empleados con ingresos por debajo de la media, que siguen siendo el gran público usuario.
Además de los partidos políticos, la ATY, el Ejecutivo y los concesionarios, la disputa por el sistema de transporte público involucra a los conductores y a los usuarios, que son los eslabones más débiles.
El fin de semana, los choferes que atendían la ruta Circuito Metropolitano entraron en paro alegando que no se les había pagado su sueldo, supuestamente por un retraso por parte de la institución bancaria asignada por la ATY para pagarle a la empresa la aportación correspondiente a sus recorridos, lo que hizo que ésta careciera de liquidez.
Lo que en realidad constituye una muy mala práctica empresarial resultó en una crisis en la ruta, de la cual los más perjudicados resultaron choferes y usuarios. Pero el episodio ha sido aprovechado para que en el Congreso estatal se hable de que ya es un hecho la desaparición del Va y Ven, a pesar de que en lo que va del año se han invertido mil 180 millones de pesos en el sistema.
El hecho de que el paro de choferes haya iniciado luego de que el gobernador, Joaquín Díaz Mena, haya pronunciado un mensaje el pasado miércoles 1 de octubre, en el cual indicó que el Va y Ven “presenta grandes retos, incluyendo tecnología deficiente, porque se llevó a cabo sin una rigurosa planificación ni una fuente de recursos financieros y económicos que le den sostenibilidad a lo largo del tiempo, lo que hoy repercute en el servicio a la ciudadanía”, deja ver que la pugna con los concesionarios es real, y mientras, quedó de manifiesto que usuarios y operadores son quienes pagan los platos rotos.
El paro concluyó este martes, pero también ha quedado la idea de que el sistema de transporte público de Mérida está en la mira de funcionarios del actual gobierno. En esta ocasión, el gobernador advirtió que está comprometido a impulsar un sistema de movilidad moderno, accesible y de calidad que responda a las necesidades de la población. Enfrenta también una batalla por la percepción, en la cual necesita establecer que el reordenamiento del Va y Ven se hará sin perjudicar a los usuarios y a quienes trabajan para las empresas concesionarias. El reto es grande, si alguno de los actores involucrados cree que pasajeros y choferes pueden ser moneda de cambio.
Edición: Fernando Sierra