Opinión
José Díaz Cervera
12/10/2025 | Mérida, Yucatán
Nuestro colaborador, Rafael Robles de Benito, quien cada miércoles publica su opinión generalmente sobre temas ambientales; ahora nos ha sorprendido al dar un salto hacia la creación literaria: hace unos días publicó su libro de poemas Mitologías. Los encargados de presentar esta obra fueron otros dos excelentes participantes de estas páginas: Óscar Muñoz y José Díaz Cervera. Celebramos la versatilidad de nuestro apreciado amigo y publicamos los textos dedicados a su libro.
Una mitología es una explicación de lo real configurada a partir de la imaginación. Desde el prodigio de lo analógico, el hombre establece paralelismos cuya consistencia tiene la virtud de ofrecernos una perspectiva fresca del mundo, a través de la cual nuestra experiencia reestrena su relación con el cosmos.
Gastón Bachelard decía que los ejes de la poesía y la ciencia corren por caminos opuestos, aunque complementarios. El espíritu poético es expansivo, mientras que el espíritu científico es taciturno, mas esta antipatía, según lo plantea el filósofo francés, es sana porque nos permite operar en las dos maneras de ser de lo real que son la realidad objetiva y la realidad subjetiva.
He seguido desde hace tiempo las colaboraciones del Doctor Rafael Robles de Benito en La Jornada Maya, lo he hecho con puntualidad y entusiasmo porque su mirada de hombre de ciencia me ha enseñado a problematizar y a mirar críticamente las realidades múltiples que acontecen a nuestro alrededor. A través de sus colaboraciones periodísticas, uno puede asomarse a la mente de quien observa lo real con una mirada específica; puede también aprender y comprender lo que sucede en el entorno y reflexionar sobre la condición humana y sus paradojas.
Sorpresivamente, ahora me encuentro al hombre de ciencia caminando en sentido contrario; ha dejado de ser un hombre que piensa y se ha edificado como un hombre pensativo: ha pasado de la especulación a las ensoñaciones y de las conclusiones a las delicias, los entusiasmos y los sinsabores. Ese hombre que alguna vez fue seducido por el interés de las causas y los efectos, ahora se ocupa de hurgar en su intimidad y en el asombro, descubriendo para sí y para los demás el otro rostro de un universo sorprendente y grandioso que interpela nuestro corazón y nos inyecta el estímulo de esos otros misterios cuya respuesta definitiva nunca sabremos.
Su voz va ensayando a nombrar el mundo y poco a poco va descubriendo en él texturas y sonidos que lo sorprenden y que se traducen en una excitación que toma la forma de las cualidades de las cosas y de las acciones humanas, encontrando, por ejemplo, que el amor no es “inacabable” ni rigurosamente “recíproco” y mucho menos “incondicional”.
A partir de esos descubrimientos, acontecen las revelaciones escondidas en el lenguaje, esas que nos permiten atisbar “la lengua de una nube”, “el paladar de la tarde” o “el huracán que reboza en las palabras”.
Rafael Robles de Benito escribe desde una sensibilidad sólidamente edificada a partir de una cultura literaria en la que podemos detectar referencias directas y presencias rotundas de poéticas muy diversas que logran armonizarse precariamente en ese discurso complejo que supone el ejercicio literario.
La estrategia discursiva de Mitologías interpela correctamente la única estrategia de lectura posible para la poesía que es la que se ejecuta desde una imaginación que subvierte las palabras y las lleva más allá de sí mismas en su afán de alcanzar la intimidad y de consignar la fascinación, ese factor que ensancha la mirada humana y reconstruye la primavera en el corazón humano.
Foto: Facsímil
La obra es un ejercicio de transferencias que van de la oscuridad a la claridad y del canto al balbuceo, tratando (siempre inútilmente) de recuperar esa mirada limpia que acontece lejos de nuestras objetivaciones y de la sintaxis humana.
En este afán, el autor deja pocas oportunidades al silencio y se deja llevar a veces por enumeraciones que diluyen el efecto sintético con el que un verso se construye rigurosamente, más allá de que también se permite algunos discretos excesos en el trabajo de adjetivación.
Con todo, la poética de Mitologías es elegante y sobria porque en ella gravita una intimidad sustantiva que le da voz a una imaginación que, sin desbordamientos, es contundente precisamente porque tiene la virtud de la sutileza.
Los poetas no tenemos edad, pues siempre estrenamos la juventud de nuestro oficio cuando conquistamos los misterios inacabables que esconden las palabras cuando las juntamos entre sí.
Mitologías es el resultado de un proceso complejo, un primer balance, un oportuno corte de caja que su autor tendrá que finalizar necesariamente y en el que hay deudas, pero también “haberes”.
Parte de ese balance lo hacemos los lectores; pero el arqueo importante lo realiza el autor en la intimidad de su consciencia. A mí sólo me corresponde invitar a la lectura de esta obra, a disfrutar su frescura, su sobriedad y sus giros de sutileza sin detrimento de aquellos aspectos que el poeta deberá pulir para desarrollar una técnica de versificación más depurada como serían el aprender a darle más oportunidad a la elocuencia del silencio y no abusar de las enumeraciones ni de la adjetivación.
Los poetas no tenemos edad y por eso vamos desarrollando una extraña habilidad para reinventarnos. El hombre de ciencia que hay en Rafael Robles de Benito cedió su espacio al poeta y éste, a su vez, reinventó al científico; ambos saben ahora que están ungidos por las sustancias del asombro. El científico quiere saber, el poeta quiere cantar: Rafael Robles de Benito quiere saber para cantar y ahora canta —también— para saber.
Edición: Fernando Sierra