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Co-gobernanza: hacia un Foro Permanente de Arte y Cultura

Efiartes, un programa que necesita ajustes, no recortes
Foto: Jusaeri

En textos recientes he analizado a detalle un programa de la política pública en materia de arte y cultura, el Programa de Estímulos Fiscales a las Artes (Efiartes), con los datos en la mano y propuestas concretas para corregir su mecanismo –que no acaba de funcionar como debiera y–, a todas luces necesario para apoyar la política pública para estimular a la creación y la producción artísticas. El ajuste al mecanismo –como lo acredito en los textos– es urgente, dada su relevancia en tiempos de recortes sistemáticos al presupuesto en materia de Cultura.

En estos textos busco apuntalar la tesis central de que el programa Efiartes no representa amenaza alguna a la Hacienda Pública y, por el contrario, se muestra como una auténtica alternativa de estímulos a la producción artística con recursos fiscales directos, en lo que podría ser el inicio de una verdadera política entre Empresa y Cultura, algo inexistente. 

En esta propuesta –y de eso va esta entrega– subyace un tema central que tiene que ver con el papel del Estado en la creación y gestión de una nueva política pública hacia el Arte y la Cultura, con evidencias sobre el espacio que ocupa este ecosistema en la construcción de un nuevo orden mundial. 

Si el Estado no quiere dejar en manos del Mercado la creación y gestión de la política pública, tendría por fuerza que ser capaz de financiar (o co financiar) todo el ecosistema a cabalidad, cubriendo las necesidades de toda la población en términos de acceso a la Cultura y, al mismo tiempo, resolviendo la necesidad de su comunidad creadora para poder dedicarse por entero a su quehacer: crear y producir eso que entendemos por Arte y Cultura con todo lo que aporta a la sociedad (dejemos para más tarde el necesario debate de quién y cómo legitima qué es Arte y cuándo lo es, o quién es artista o cuándo deja de serlo, según qué estudioso y si es del Norte o del Sur global). 

Porque como hemos insistido, invertir en Arte y Cultura (y en creadores y artistas) es invertir en la defensa del territorio, en la defensa de la identidad, en la defensa de la soberanía, en la salud mental de la nación, en la pacificación, en la construcción y la consolidación de la comunidad, entre otras aportaciones y beneficios directos e indirectos asociados. Pero postular todo esto en el discurso al tiempo que se recorta el presupuesto en los hechos es hacer lo opuesto, renunciando a los beneficios y sólo cosechando piedras que poco a poco seguirán obstruyendo el camino hacia algún mejor lugar.

Qué pasa, entonces, si el Estado no quiere o peor, no puede dar cobertura universal a la comunidad creadora que cada vez con mayores dificultades sigue produciendo la riqueza que el Estado aprovecha para enarbolar como propia frente al concierto internacional, acentuando que es esa riqueza en buena medida su fortaleza frente a embates o todo tipo de amenazas. ¿Qué pasa si el Estado considera a su comunidad creadora un mal necesario, una molestia, un sector que sólo busca mantener sus privilegios? ¿Cómo crear, con los datos en la mano, un nuevo relato en el que la comunidad artística sea percibida como un activo de gran valor y no vista como un pasivo o un lastre?

Las cumbres recientes, la Iberoamericana de Ministras y Ministros de Cultura, la de MONDIACULT, la de Bogotá, coinciden en esencia en que invertir más en Cultura es una prioridad, un tema de Seguridad Nacional, por todo lo que hemos dicho entre muchos y muchas, en varios idiomas y múltiples foros. Tanto como hacerlo en Ciencia y Tecnología.
¿Cómo le damos la vuelta a la ecuación y construimos otras alternativas, híbridas, complementarias, que produzcan beneficios para todas las partes, sin caer en el lugar común de las descalificaciones de tirios y troyanos? 

¿Cómo construimos una nueva política de Estado en materia de Arte y Cultura que sirva a los intereses de la nación, concite el apoyo de las empresas, beneficie directamente a la sociedad y, en igualdad de importancia, financie a la comunidad viva que crea, produce, investiga, gestiona, enseña, divulga y promueve el Arte y la Cultura, con al menos el mismo alcance, soporte y recursos que, por poner un ejemplo, tiene la política pública que respalda el modelo del Sistema Nacional de Investigares e Investigadoras (SNII)? 

Sólo alguien lento de entendimiento o torcido de espíritu leería en mis palabras un reclamo por el apoyo a la Ciencia o a sus investigadores. Lo que propongo es igualdad de trato hacia artistas y creadores (cuyas aportaciones son tanto o más importantes), y que no puede quedarse en el simple discurso político, sino que debe verse reflejado en el ámbito de lo técnico-jurídico, en el papel (en la ley), en los recursos y, por supuesto, en el programa, en el etiquetado de esos recursos.

Para eso es para lo que proponemos el Foro Permanente de Arte y Cultura, un espacio para construir, planear, programar y presupuestar qué tipo de política cultural queremos y merecemos y ya no más las sobras del proyecto neoliberal que venimos arrastrando hasta nuestros días. Un espacio para resolver también asuntos coyunturales, como los cambios en el Reglamento, el Plan Sectorial o las diversas Convocatorias, sus fallas y limitaciones. Un espacio para caminar juntos puesto que, como también lo hemos dicho, estamos del mismo lado, por una transformación que mejore las condiciones de la comunidad.

Socio fundador de Bioscénica: cuerpo digital y transdisciplina y miembro de la Asamblea de Artes de la Ciudad de México (ADA).



Edición: Fernando Sierra


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