Opinión
Ornela De Gasperin Quintero
18/11/2025 | Mérida, Yucatán
El cambio climático ya no es una amenaza futura, sino una catástrofe humanitaria en curso. Actualmente, más de dos mil millones de personas sobreviven en tierras áridas, el doble que en 1990. En 2024, el planeta registró el doble de eventos climáticos extremos respecto al promedio de los años 2003 a 2020.
Si la temperatura global supera 1.5 °C, se eleva dramáticamente la posibilidad de cruzar puntos de inflexión de sistemas climáticos y biológicos, como el colapso de corrientes oceánicas (AMOC), el derretimiento irreversible de las capas de hielo o la muerte imparable de la selva amazónica.
Pero estos llamados de alerta son inútiles, porque la responsabilidad directa de la crisis climática no es culpa de la humanidad, ni de las acciones individuales, sino de los dogmas económicos irracionales en que se basa el sistema capitalista para mantener y acrecentar la explotación de los seres humanos y de los recursos naturales, en beneficio de una minoría social.
El sistema económico capitalista consume más recursos de los que el planeta puede sostener y regenerar, sin garantizar las necesidades básicas de miles de millones de personas. En los Países Bajos hay un millón de personas en inseguridad alimentaria, al igual que 60 millones en EUA, a pesar de ser economías “desarrolladas”.
El problema es que la capacidad productiva mundial está dirigida por el gran capital y no por consensos democráticos. Por eso, industrias a las que no les importa las sociedades, y que son sumamente contaminantes, no paran de crecer.
El cemento
Reconstruir con métodos contaminantes unas 100 mil viviendas, de las más de 250 mil destruidas en Gaza por los ataques del gobierno genocida de Israel, generaría 30 millones de toneladas métricas de gases de efecto invernadero, una cantidad superior a las emisiones anuales de más de 130 países.
La empresa CEMEX, participa en la venta de materiales usados para asentamientos ilegales en Cisjordania y en la construcción del muro de separación israelí, motivo por el cual el movimiento BDS promueve su boicot.
Es urgente dejar de emitir gases contaminantes; para lograr ese objetivo, es imprescindible redistribuir la infraestructura existente, construir con métodos de bioconstrucción lo necesario, y, sobre todo, dejar de destruir lo que ya existía, como la infraestructura en Gaza y Cisjordania que está destruyendo el Estado de Israel.
La aviación
La aviación es responsable de cerca del 3 por ciento de las emisiones globales y su tráfico creció 10 por ciento, solo en 2024. Este es un medio de transporte profundamente desigual y elitista. El 80 por ciento de la población mundial nunca se ha subido a un avión; menos del 5 por ciento, hace viajes internacionales cada año, y 1 por ciento genera la mitad de las emisiones de la aviación comercial.
La aviación privada es un caso extremo: cada vuelo genera 3.6 toneladas de CO₂, más que las emisiones anuales promedio de habitantes de 120 países, incluyendo México, Ecuador y Brasil. El 70 por ciento de los aviones privados están registrados en EUA, y sus emisiones aumentaron 46 por ciento entre 2019 y 2023.
Por si eso fuera poco, durante la pandemia, más de 10 mil aviones volaron vacíos, o casi vacíos, en Europa solo para que las aerolíneas no perdieran sus franjas horarias de despegue y aterrizaje, un reflejo de la irracionalidad del sistema económico.
La moda rápida y la industria textil
El sector de la industria textil es responsable del 35 por ciento de la contaminación oceánica por microplásticos, del 20 % de la contaminación industrial del agua, genera más de 90 millones de toneladas de desechos textiles anuales y consume 79 billones de litros de agua por año, cantidad equiparable al 4 por ciento del agua potable. Una única camiseta puede consumir hasta 20 mil litros de agua, lo cual equivale a la cantidad de agua que un individuo consume en un período de 20 años. Es necesario recordar que 40 por ciento de esa indumentaria se desecha en inmensos basureros contaminantes.
El sector financiero corporativo
Los bancos como JP Morgan, CITI, BBVA y Scotiabank, entre otros, han invertido cerca de 7,000,000,000,000 (siete billones) de dólares en combustibles fósiles desde el Acuerdo de París.
En el marco de los dogmas económicos irracionales que imperan, se prevé que todas estas industrias sigan creciendo. Hay 15 megaproyectos aeroportuarios en el mundo, y se calcula que la demanda global de cemento crecerá, en comparación con el año 2020, hasta 23 por ciento en el 2050,
No es posible “descarbonizar” una economía que sigue creciendo sin límites; mientras no se detenga esta avaricia homicida, no habrá ‘transición’ energética.
Ya lo advierte el IPCC: “ (…) un mundo sostenible frente al cambio climático requiere transformaciones profundas en nuestros valores, sistemas políticos, económicos y relaciones de poder”.
No se puede luchar contra la física, pero sí contra la economía.
¡No hay justicia climática sin justicia social!
FB: Ornela De Gasperin Quintero
Edición: Fernando Sierra