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Foto: Facebook Pemex

La economía mexicana presenta un fenómeno curioso: en lo general se puede decir que se encuentra diversificada, pero cuando el análisis pasa al ámbito regional podemos encontrar que varias zonas dependen en gran medida de una sola actividad o que el grueso de la cadena productiva está organizado en torno a un solo gran cliente.

Esto no es nuevo. Desde finales del siglo XIX era sabido que Yucatán, por ejemplo, dependía por completo del mercado de la fibra de henequén, que se iba a un solo comprador: la International Harvester; pero igualmente ocurría con el azúcar de Morelos. Actualmente, otros sectores primarios están fuertemente vinculados al mercado de exportación pero la dependencia sigue siendo de un solo cliente. Así pasa con el cerdo, que se va a China; el aguacate, a Estados Unidos, e igualmente con la miel, que se envía a Alemania, o buena parte de la ganadería vacuna en los estados del norte del país, cuyo destino es allende el Bravo.

Pero también hay regiones cuya actividad económica puede entenderse como una cadena de proveeduría para una gran empresa, y este es el caso de Campeche y específicamente del Carmen, donde la iniciativa privada se ha organizado en torno a las necesidades de un gran cliente: Petróleos Mexicanos (Pemex), que requiere refacciones, transporte para el personal, servicios de alimentación en las plataformas, alojamiento para los trabajadores en tránsito o de vuelta de sus estaciones de trabajo, entre otros menesteres.

El municipio del Carmen, y tras él buena parte de Campeche, depende en buena medida de que la relación entre las empresas locales y Pemex sea dinámica. Esto es, que tanto la prestación de servicios como el pago por los mismos sean fluidos. Es entendible, y las cadenas de proveeduría suelen actuar de esa forma, que se exija a las empresas una capacidad para otorgar créditos, pero lo difícil de entender es que la liquidación de facturas tenga que esperar más de lo pactado. El problema es que un adeudo termina por afectar la liquidez de los negocios y termina por dificultar la operación de los mismos, lo que al final convierte en precario todo trabajo cuya finalidad sea apoyar la proveeduría de la paraestatal.

Ahora, la petrolera nacional ha anunciado que pagará entre el 60 y 100 por ciento de sus adeudos los días 16 y 30 de diciembre, lo que en realidad es una práctica perversa por dos razones: la primera, que ya se hizo un daño a sus proveedoras y éste es en su liquidez, en su capacidad para cubrir sus propias obligaciones, que van desde lo fiscal hasta el pago de salarios de sus empleados. 

Debe entenderse que lo criticable es que para ser proveedor de Pemex es necesario cumplir con varios requisitos y en muchos casos los contratos se obtienen mediante licitación. Esto implica que las empresas concursan por quién da las mejores condiciones en relación precio/calidad/tiempos de entrega/condiciones de crédito, y también suelen depositar una fianza como garantía en caso de incumplimiento. Que se les vaya a pagar a fines de año quiere decir que el incumplimiento estuvo de parte del cliente, que ya puso en riesgo el capital de trabajo del negocio y muy probablemente la falta de liquidez ya lo obligó a prescindir de personal con tal de mantener el estándar comprometido.

Pero por otro lado está la parte fiscal: al estar recibiendo cualquier cantidad adeudada a fines de año, las áreas contables de las empresas deben entrar en un frenesí de pagos a sus propios proveedores y empleados, muy semejante al juego de la papa caliente, porque si se quedan con el dinero recibido después del 31 de diciembre, deberán pagar un impuesto por un ingreso artificial, porque en realidad es un adeudo que lleva varios meses de atraso incluso de acuerdo a las condiciones establecidas en la licitación.

Así, si Pemex indica que pagará a las empresas que se encuentren al corriente en sus pagos al SAT, IMSS e Infonavit, será el equivalente a salvar a quienes se ha puesto al borde del abismo, pues también es una realidad que buena parte de la iniciativa privada carmelita y campechana no ha podido cumplir con sus obligaciones fiscales y obrero/patronales precisamente por no haber podido cobrar la deuda que la paraestatal mantiene, por lo que se advierte el próximo cierre de negocios locales, particularmente los pequeños y medianos.

Queda preguntar si es posible prevenir un impago de Pemex, pero parece que ya se ha vuelto costumbre el que las empresas sobrevivan. De nueva cuenta, el problema es que la actividad económica está organizada en torno a un gran cliente, en un ciclo que se antoja difícil de romper.


Edición: Fernando Sierra


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