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Lenguas, literaturas y premios (desiertos)

Los galardones para escritores mayas no son equitativos
Foto: Mural de Diego Rivera

En días recientes, la Secretaría de la Cultura y las Artes de Yucatán (Sedeculta) dio a conocer el veredicto de la convocatoria Tiempos de Escritura, en donde convocó a escritores en español y también en maya. La bolsa económica de premiación fue de 240 mil pesos y sería dividida entre los ganadores de una serie de categorías literarias de ambos idiomas y, desde ahí, comenzó una serie de disparidades que expusieron una pieza, entre muchas otras, de algo que podría ser un gran rompecabezas que no sólo está desarmado, sino que también está incompleto.

Algunas de estas piezas se perdieron cuando, en 1562, Diego de Landa ejecutó eso que actualmente es conocido como Auto de Fe de Maní, en donde incineró códices e imágenes de total relevancia para la cultura maya. Desde entonces, comenzó un transitar muy largo hacia el replanteamiento y (re)construcción de la literatura maya que implicó no sólo el rastreo y recuperación de lo que sobrevivió a Landa, sino también el posicionamiento de lo que surgiría en cuanto a creación, escritores y géneros literarios en lengua maya.

La suma de esos esfuerzos puso en el mapa otras piezas para construir la literatura maya contemporánea pues -por ejemplo- en 2008 se creó la Escuela de Creación Literaria en Lengua Maya, en el Centro Estatal de Bellas Artes, de donde han salido varias generaciones de escritores mayas. Mientras que, como antecedente, hubo otra generación formada de manera autodidacta y se abrió paso con propuestas que nacieron de la revisión de letras y documentos históricos, aunado al trabajo independiente y la constante búsqueda de figurar en ediciones e impresos,

Otra de las piezas está conformada por lo que significa -en un sentido crítico- los concursos literarios dirigidos a lenguas indígenas y, en este apartado, es importante hacer algunas precisiones que salieron a flote con la convocatoria reciente; pareciera que el objetivo de incentivar la creación literaria en lenguas indígenas se reduce a incorporar una cláusula dentro de una convocatoria general para hacer notar la inclusión hacia los otros idiomas nacionales, en este caso el maya, pues incluso la definición de las categorías a participar se circunscribe a los géneros literarios occidentales, dejando a un lado la naturalidad, concepción categórica y características de la cultura propia, en este caso, la maya: ik’il t’aan, póopol t’aan, balts’am, payal chi’, k’aay, entre otras.

De igual forma, los recursos y la cantidad de personas premiadas no siempre son equitativas en comparación con los números dirigidos a escritores en español; además de que, por lo general, la difusión y los mecanismos de los organismos convocantes operan desde el centralismo y, los posibles participantes, no llegan a saber de estos concursos. Un poco más adelante, la problemática surge cuando, a los escritores en lenguas indígenas, se les exige, además de la versión en lengua originaria, adjunten una en español. Esto ha provocado el cuestionamiento directo sobre cuál es el idioma en el que se evalúa el trabajo pues, en caso de no tenerla, significa automáticamente la descalificación del texto. Las siguientes piezas parecen no encajar cuando, además de todo, las publicaciones son limitadas o requeridas sólo con la opción bilingüe entonces, ¿hay acaso una verdadera intención de incorporar la producción literaria en maya, u otros idiomas nacionales, bajo la exigencia de tener siempre una versión en español y desde una óptica occidental? La respuesta es compleja, puesto que cada lengua y cultura tiene particularidades y especificaciones que no se circunscriben a una en general, sino que es diversa.

A ello se suman otras cuestiones como: la necesidad de formar más escritores en lenguas originarias, pero también a más lectores asiduos; la posibilidad de desarrollar ediciones monolingües y que, además, tengan grandes tirajes; la asimilación de que promover e incentivar no son sinónimos de occidentalizar, pues es imprescindible la validación de categorías literarias propias, entre otros puntos que es necesario poner sobre la mesa.

Premio desierto

En la convocatoria de Sedeculta resultó contradictorio que el objetivo era incentivar la creación literaria pero, al final, se haya declarada desierta la categoría de Cuento Corto (versión bilingüe español y maya) ya que, en la publicación de resultados se expuso que hubo 13 trabajos concursantes y, aparentemente, ninguno de ellos tuvo elementos para ser considerado ganador. No obstante, el jurado estuvo conformado por personas que se han desarrollado en áreas diferentes a la narrativa maya y, para rematar, el monto que debió destinarse a los ganadores de esta sección fue redirigido para premiar a más escritores en la categoría de español.

Declarar desierto el premio parece haber tenido un carácter político y, tal vez, sistemático, pues este escenario permite analizar no sólo el desenlace de esta convocatoria, sino también la situación de la literatura maya actual frente a las instituciones. ¿Es realmente una prioridad la estimulación hacia los creadores en lengua maya? ¿Desde qué óptica son percibidos estos últimos y cuáles son las opciones para profesionalizarse? ¿Qué criterios y elementos son necesarios para considerar válida la literatura maya? Las interrogantes son vastas y siempre que no haya voluntad política ni asimilación hacia el significado y sentido de lo que implica la literatura maya habrá este escenario una y otra vez.

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Edición: Ana Ordaz


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