El Don Juan de Tirso no es un personaje simpático sino un delincuente que se enfrenta a lo humano y a lo divino hasta las últimas consecuencias. De esa estirpe es Mongo Blanco (Fondo de Cultura Económica, 2020), último libro de Carlos Bardem, el actor, investigador y novelista, descendiente de otra estirpe, ésta mucho más atractiva en la cual también han brillado su madre, Pilar, y su hermano, Javier.
No es caprichosa la comparación entre el Don Juan Tenorio que inmortalizó Tirso de Molina, en el Burlador de Sevilla, y Don Pedro Joaquín Benedicto Blanco y Fernández de Trava, nombre completo del protagonista de Mongo Blanco, la novela que ahora publica Carlos Bardem. Ambos son personajes sin entrañas, ya porque hayan renunciado a ellas o porque el mundo que los rodea se las congelado. Seres que han escogido hacer el mal hasta su último momento para enfrentar a Dios y para negarse a servirlo. Ambos participan, por tanto, del non serviam que caracteriza a Lucifer en su leyenda.
El erotismo del Tenorio no se sacia con el placer, a su sed la calma esclavizar. Colecciona víctimas no amantes. Sin importar su género, su edad o su condición, el burlador destruye y, al hacerlo, sacia en parte su sed inacabable. No sólo una vez, pero sí en uno de los momentos culminantes de Mongo Blanco, Bardem cita a Tirso de Molina al hablar de su personaje: “¡Quien a los cielos se atreve sin duda es gigante o monstruo!” Ya a esas alturas de la novela, la respuesta es inmediata para quien tenga sangre en las venas: un monstruo.
El monstruoso Pedro Blanco no es un personaje romántico como acabó por ser el Tenorio gracias a Byron o a Zorrilla, entre otros, y monstruoso, no romántico, lo busca construir Bardem. Que su apelativo de Mongo fue ganado con mucha sangre, mucho sudor y muchas lágrimas, lo explica así el propio personaje al médico que lo atiende: “Los mongos eran, fuimos, los reyes de la trata. En verdad, los reyes de los ríos de la trata”, entre todos fue el “más aplicado y, al cabo, el más grande de los mongos. Pedro Blanco”.
Tirso fue, además de extraordinario comediógrafo, un teólogo que enfrentó al mal personificado. Bardem no es un teólogo ni tiene alturas de los Siglos de Oro, es un antropólogo de izquierda y enfrenta la injusticia para transformarla o por lo menos para denunciarla. La novela es, sobre todo, un auténtico tratado sobre el infernal comercio que es la esclavitud, abolida hasta bien entrada la época de la Ilustración en una de las últimas colonias españolas: Cuba.
Con un largo relato que viaja entre los meandros tanto reales como figurados, y a través del constante chapotear del personaje por las simas de su infierno, el novelista analiza a profundidad la esclavitud, esa lacra social que cimentó las florecientes economías europeas durante por lo menos tres siglos y, de muchas maneras, continúa sosteniéndola a pesar de estar formalmente abolida.
Desde jefes tribales vencedores que vendían a los vencidos hasta lo más granado de la inteligencia occidental, todo hunde sus cimientos en la esclavitud. Dice Mongo Blanco: “toda la sabiduría de la Ilustración se avivó con un consumo desmesurado de café y de azúcar. El café espabilaba a los philosophes y éstos despertaron en muchos otros las ideas de libertad, ¿no? Así que podríamos decir que lo que liberó las mentes de unos, condenó a la esclavitud a otros tantos.”
Además de como ensayo histórico, la novela está construida como guion para serie televisiva, quizás por eso su número de páginas. No sería extraño que pronto anuncien alguna basada en un relato de angustia y crueldad desmesuradas.
Edición: Ana Ordaz
Las últimas actividades tuvieron lugar en el Centro de Convenciones Yucatán Siglo XXI
La Jornada Maya
Los melenudos cayeron 13-12 ante los locales
La Jornada Maya
La Semar y la Segey firmaron un convenio para erigir el proyecto educativo
La Jornada Maya
Es la tercera victoria consecutiva del australiano tras las pruebas de Baréin y Arabia Saudita
Reuters