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El 68 y los movimientos antisistémicos

Wallerstein presenta un estudio de las características de los nuevos movimientos sociales
Foto: Ap

Entre las interpretaciones que han abierto nuevas formas de mirar los acontecimientos de 1968 en el mundo, destacan los análisis que sobre la composición de la rebeldía humana realizó el sociólogo norteamericano Immanuel Wallerstein, quien en varias obras como Historia y Dilemas de los movimientos antisistémicos, presenta un minucioso estudio de los rasgos originales y las características que en la actualidad tienen los nuevos movimientos sociales surgidos a partir de la Revolución cultural mundial del 68. Wallerstein sigue en sus reflexiones la línea que, en su momento, Carlos Marx y Federico Engels, trazaron al afirmar en el Manifiesto del Partido Comunista que “toda la historia de la sociedad humana, hasta la actualidad, es una historia de luchas de clases”. 

Wallerstein acuñó el término “movimiento antisistémico” en la década de 1970 con el objetivo de plantear una conceptualización que incluyera en un solo grupo aquellos movimientos sociales que históricamente han sido de gran importancia, pero que han estado enfrentados en la mayoría de las ocasiones por sus objetivos y proyectos alternativos a la dominación burguesa o extranjera; los movimientos nacionalistas y los socialistas. Ambos movimientos al llegar al poder –a decir del autor- combinaron factores como la burocratización, la excesiva verticalidad, el desapego de la realidad en sus planteamientos discursivos.

Esta combinación de factores son para Wallerstein el principal detonante de la importancia que hasta ahora tiene la Revolución cultural del 68 en el mundo. Sus demandas universales contra la hegemonía de los Estados Unidos en la tierra, frente a la burocratización de la Unión Soviética y la llamada “vieja izquierda”, acusada “por no ser solución, sino parte del problema”, dieron lugar a la ruptura cada vez más definitiva con las viejas formas de pensar y organizar la resistencia, dando paso al surgimiento de nuevos movimientos y de nuevos actores sociales. Para Wallerstein, el año de 1968 es una ruptura clara de larga duración en muchas estructuras culturales, económicas, sociales y políticas del capitalismo, al igual que en la estructuración y configuración de los movimientos antisistémicos de todo el planeta, pues las luchas surgidas después del 68, tienen un carácter en definitivo distinto a los anteriores pre-68. La particular naturaleza y las relaciones que tienen entre sí los distintos nuevos movimientos, se explican en gran parte, por haberse desplegado en la etapa que Wallerstein denomina “caos sistémico”, es decir, la etapa final del sistema capitalista. 

La trascendencia de los nuevos movimientos se refleja en sus formas de organización interna y de relación con otros movimientos, alejados lo más posible de la solemnidad y las jerarquías, cargados de una mayor tolerancia y pluralidad, pero sobre todo con una posición antidogmática. Para Wallerstein, uno de los movimientos latinoamericanos que en particular llamó su atención fue el zapatista. Debido a que su impacto en todo el planeta ha logrado conformar una red mundial de solidaridad y su influencia en diversos movimientos del continente que muestra su importancia y trascendencia para la conformación de las alternativas al capitalismo. Los análisis de Immanuel Wallerstein deben ser tomados en cuenta y ser sometidos a debate para extraer y utilizar sus valiosas aportaciones para la construcción del proyecto emancipatorio y como revalorización del movimiento del 68. Entre las interpretaciones que han abierto nuevas formas de mirar los acontecimientos de 1968 en el mundo, destacan los análisis que sobre la composición de la rebeldía humana realizó el sociólogo norteamericano Immanuel Wallerstein, quien en varias obras como Historia y Dilemas de los movimientos antisistémicos, presenta un minucioso estudio de los rasgos originales y las características que en la actualidad tienen los nuevos movimientos sociales surgidos a partir de la Revolución cultural mundial del 68. Wallerstein sigue en sus reflexiones la línea que, en su momento, Carlos Marx y Federico Engels, trazaron al afirmar en el Manifiesto del Partido Comunista que “toda la historia de la sociedad humana, hasta la actualidad, es una historia de luchas de clases”. 

Wallerstein acuñó el término “movimiento antisistémico” en la década de 1970 con el objetivo de plantear una conceptualización que incluyera en un solo grupo aquellos movimientos sociales que históricamente han sido de gran importancia, pero que han estado enfrentados en la mayoría de las ocasiones por sus objetivos y proyectos alternativos a la dominación burguesa o extranjera; los movimientos nacionalistas y los socialistas. Ambos movimientos al llegar al poder –a decir del autor- combinaron factores como la burocratización, la excesiva verticalidad, el desapego de la realidad en sus planteamientos discursivos.

Esta combinación de factores son para Wallerstein el principal detonante de la importancia que hasta ahora tiene la Revolución cultural del 68 en el mundo. Sus demandas universales contra la hegemonía de los Estados Unidos en la tierra, frente a la burocratización de la Unión Soviética y la llamada “vieja izquierda”, acusada “por no ser solución, sino parte del problema”, dieron lugar a la ruptura cada vez más definitiva con las viejas formas de pensar y organizar la resistencia, dando paso al surgimiento de nuevos movimientos y de nuevos actores sociales. Para Wallerstein, el año de 1968 es una ruptura clara de larga duración en muchas estructuras culturales, económicas, sociales y políticas del capitalismo, al igual que en la estructuración y configuración de los movimientos antisistémicos de todo el planeta, pues las luchas surgidas después del 68, tienen un carácter en definitivo distinto a los anteriores pre-68. La particular naturaleza y las relaciones que tienen entre sí los distintos nuevos movimientos, se explican en gran parte, por haberse desplegado en la etapa que Wallerstein denomina “caos sistémico”, es decir, la etapa final del sistema capitalista. 

La trascendencia de los nuevos movimientos se refleja en sus formas de organización interna y de relación con otros movimientos, alejados lo más posible de la solemnidad y las jerarquías, cargados de una mayor tolerancia y pluralidad, pero sobre todo con una posición antidogmática. Para Wallerstein, uno de los movimientos latinoamericanos que en particular llamó su atención fue el zapatista. Debido a que su impacto en todo el planeta ha logrado conformar una red mundial de solidaridad y su influencia en diversos movimientos del continente que muestra su importancia y trascendencia para la conformación de las alternativas al capitalismo. Los análisis de Immanuel Wallerstein deben ser tomados en cuenta y ser sometidos a debate para extraer y utilizar sus valiosas aportaciones para la construcción del proyecto emancipatorio y como revalorización del movimiento del 68. 

[email protected]

Edición: Elsa Torres


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