Con la partida de Quino, don Joaquín Salvador Lavado Tejón, y su equipo de promotores de la bondad, la justicia y la paz, encabezados por Mafalda, caigo en cuenta de que urgen hombres y mujeres buenos, que nos recuerden por dónde es el camino para recuperar nuestra conciencia de ser seres humanos y no simplemente adictos consumidores cuyo único objetivo en la vida es conseguir fondos, sin importar cómo, para comprar, ¿qué? ¡Lo que sea! Lo que los comerciantes nos indiquen a través de sus modas que los especialistas en mercadotecnia inventan, transformando nuestras vidas en un: “lo que sigue, lo que sigue” hasta el infinito.
Antes, cuando veíamos a un hombre bueno, solíamos decir: “Ahí viene don Juanito, es un hombre bueno, quiero ser como él”. Ahora, cuando lo vemos decimos: “Uyyy, don Juanito es bueno, ¡pobre!”
Bueno se ha convertido en sinónimo de tonto, dejado, y palabras más altisonantes con las que nadie quiere ser nombrado.
Los envases son variados. A veces la bondad viene envuelta de cascarrabias: hombres y mujeres que ocultan sus bondades bajos mantos defensivos, producto de cicatrices. Hay quien se topa con ellos y huye sin darles oportunidad de recibir la miel que ocultan tras caras largas o palabras toscas sin darse cuenta de que, los peligrosos son los que con cara amable de apariencia bondadosa abusan de nuestra ingenuidad.
¿Cómo es un hombre bueno? ¿Una mujer? Considero que ante todo es alguien justo. El diccionario nos dice de justicia: “Principio moral que inclina a obrar y juzgar respetando la verdad y dando a cada uno lo que le corresponde”.
Vemos a nuestro alrededor infinidad de casos de hombres que, con el divorcio, dejan en la calle a sus mujeres y por el tamaño de su cartera siguen siendo muy “respetados” y se burlan del hombre justo que comparte con alguien a la que un día amó, los bienes que juntos construyeron.
Es alguien de palabra. Se solía decir: “Va mi palabra en prenda” y eso era mucho más poderoso que los contratos que hoy en día firmamos y que de todas maneras incumplimos.
“Libertad, igualdad, fraternidad” pugnaba la revolución francesa. ¿Cuánto de ese espíritu prevalece entre nosotros?
Quino nos dejó un gran legado. Su paso no fue en vano. Toca sacar a orear la colección de historietas de Mafalda y sus demás libros para que nos sacudan y saquen de nuestra zona de confort para darle un poco de oxigeno a nuestras ansias de libertad, sentido común, bondad, ternura, solidaridad que nos invitan a ser mejores personas.
Estamos enojados, hartos, escépticos, desconfiamos. No es en balde. Estos tiempos extraños de por sí, con recortes presupuestales, anexando al bicho y la desconfianza de una vacuna que nace en competencias comerciales, mantos freáticos rebozando, encharcamientos que traerán moscos y éstos, dengue, zika... Bueno, ¿algo más? ¡Uf!
Ahora más que nunca necesitamos hombres y mujeres buenos que nos acompañen, que busquen el bien común y nos alimenten de esperanza.
Somos más los buenos, de eso estoy convencida, no tiene que llegar un terremoto para emerger. Pero para sobrevivir, urge salir del closet para hacer más evidente nuestra bondad en beneficio de todos.
Edición: Elsa Torres
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