Entre la Luna y el Sol

Entre la Luna y el Sol estuvimos sus humildes escritores hace unos días. Por el lado femenino, Witzilin, como cada octubre, se entregó a la expresa organización, junto con grandes hermanas y abuelas aliadas, como lo es la Abuela Sol de Cholula, la Abuela Ruth Aparicio de CDMX, la Abuela Tania de Tecalli, la abuela Rocío también de Puebla, y sus hermanas guerreras Itzel Morales, Gabriela Salinas y Regina. Así como con grandes hermanos, águilas de fuego, Ernesto y Alfredo, quienes además de cortar los carrizos, ir por las abuelas piedras y armar los temascales, le entregaron a la recién estrenada joven abuela Witzilin su primer temascal, y muchos apoyos más, como fue la familia entera, su madre Martha Eugenia, su hermano Emmanuel y hermanas del camino de la Luna quienes hicieron tequio durante esos días incansablemente para que la danza se manifestara y fuera posible.  

Juntos y juntas, como bien lo expresa el Tloque Nahuaque, el cerca y el junto, “juntos como los dedos de la mano”, conformaron, organizaron e hicieron posible la primera danza de la Luna en Puebla, en el poblado de Santo Tomás Chautla, en el Rancho Búfalo Morales, el cual es observado por los grandes Guardianes de México, el Popocatépetl y la Iztaccíhuatl.  

La Danza de la Luna, tiene fundamentos en códices antiguos, y se hace con el mas sublime y firme propósito de converger y co-crear la sanación y restauración de lo sagrado femenino en todos los aspectos posibles. En esta ocasión se vivió de manera emergente, tras la cancelación de la gran danza que siempre comanda la Abuela Tonalmitl, quien incansablemente ha hecho tanto por las mujeres y por la Madre Tierra. Ella, nuestra Gran Abuela Tonalmitl, maestra de maestras, forjadora de mujeres, siempre ha ofrendado cantos, acciones, danzas, rezos ancestrales, para que la humanidad acceda a niveles superiores de consciencia a través del amor y respeto hacia la misma creación, sin embargo se vio en la delicada situación de cancelarla, y todas sus miles de nietas, sembradas en todo el mundo, de inmediato nos organizamos en pequeños círculos para elevar nuestro corazones a través de cantos y danzas, dejando claro al Universo que siempre el amor es más grande que cualquier adversidad.  

La danza de la Luna, en esta ocasión por la premura, sólo se hizo durante dos noches. 29 mujeres unidas por el toque del tambor, comandado por la Abuela Ruth, estuvimos “agradeciendo a esta tierra tan bonita” y pedimos “por la restauración del orden, la salud, la armonía y la paz”. Dejamos de lado todo ego y nos unimos a la Luna con cada danza, esperando el renacer del Sol y la ceremonia del temascal.  

Por el lado masculino, El Siervo, un día después concluida la danza de la Luna, tenía ya planeado el encuentro con una de las más sublimes ceremonias ancestrales, “el vuelo de los voladores de Papantla”, el cual es un patrimonio inmaterial de la humanidad.  

En ese ritual ancestral se conjugan diversas connotaciones sagradas, la fecundación de la Madre Tierra. Ser volador es una danza ceremonial, es una forma de actuar en congruencia con el don de cada quien y una herramienta para vivir en armonía con todo lo que nos rodea, de allí que las alegorías del vuelo se convierten en parte del vocabulario y la manera de percibir el mundo.  

César fue guiado por el Maestro Don Cruz Ramírez, también otro maestro de maestros, que ha preparado a cientos de niños y jóvenes voladores y quien recibió a nombre de México el reconocimiento del ritual de voladores en la Unesco. El Siervo voló como un autentico volador y ya es reconocido como parte de la fuerzas aéreas espirituales de México. Su vuelo simboliza también la conexión con el Sol, la lluvia, los elementos y la entrega fiel del espíritu a la vida. Recordando las palabras de Frida Khalo “pies para que los tengo si tengo alas para volar. “

Martha Adriana Morales Ortiz, Witzilin, @witzilin_vuela

César Daniel González Madruga El Siervo @CesarG_Madruga

Edición: Ana Ordaz