Cuando uno visita algunos destinos donde hay sitios con la distinción de patrimonio mundial inmediatamente resaltan las opciones que tiene el visitante para acceder a ellos en materia de transporte. En México esto no sucede y en vez de aumentar las opciones éstas se vieron reducidas en las últimas décadas al punto de privilegiar a ciertos monopolios regionales. Es muy conocido que para viajar masivamente al sureste del país desde el centro, hasta hace algunos años sólo era posible por el ADO, en años recientes, el avión ha posibilitado un acercamiento a mayores sectores de la población.
En el siglo XIX empezó la introducción del ferrocarril a nuestro país y muy pronto se convirtió en el transporte que permitió la industrialización, y por ende, el desarrollo económico. Así mismo, la Revolución Mexicana fue posible gracias a este medio de transporte.
Este auge duró hasta la década de 1950, en donde se recuerda la huelga ferrocarrilera del 59, encabezada por Demetrio Vallejo y Valentín Campa, la cual pedía mejores condiciones de trabajo y que llevó a un enfrentamiento con el gobierno. En ese momento empezó un declive impulsado por las políticas neoliberales que llevó a la privatización de los ferrocarriles mediante la figura jurídica de la concesión.
En el 2001 los Ferrocarriles Nacionales de México fueron extinguidos. La privatización y desmembramiento de los ferrocarriles nacionales hizo posible una inversión sumamente rentable para los inversionistas nacionales y extranjeros, convirtiendo este sector, antaño primordial y sumamente necesario, en un mercado oligopólico que aumenta las ganancias de unas pocas manos privadas.
Los jóvenes y niños nacidos después del milenio nunca se han subido en un tren de pasajeros, por lo menos en nuestro país, a no ser el trenecito del zoológico del parque centenario, acá en Mérida. Atrás quedaron los años donde el tren no sólo era un medio de transporte, sino un escaparate para mostrar al viajero la cultura de las regiones por donde pasaba el ferrocarril, ya bien al norte o al sur del territorio nacional.
El tren peninsular es un proyecto deseado por varias administraciones y nunca concretado. El Tren Maya puede ser ese eje articulador que permita el acercamiento de los pueblos, que lleve al conocimiento de los mayas antiguos como en Chichén Itzá, pero sobre todo que sea un gran escaparate que muestre la cultura viva de los mayas de hoy.
Edición: Emilio Gómez
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