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del

José Luis Domínguez
La Jornada Maya

31 de diciembre, 2015

Anoche tuve un sueño; soñé que salía a la calle y en la primera esquina me ofrecían un periódico de circulación nacional que nunca antes había visto. Por curiosidad lo compraba y llegaba a la oficina ansioso de abrir sus páginas, aunque debo confesar que con cierto escepticismo por tantos pasquines que en los últimos años han aparecido y desaparecido prometiéndonos ser paladines de la verdad y defensores imparciales de la justicia.

Cuál no sería mi sorpresa al abrir sus páginas y constatar que además de la originalidad de su formato, le dedicaba ocho páginas a las notas locales y regionales. Y es que, cuántas veces nos han venido a envolver a los lectores de las lejanas tierras con diarios muy vistosos que nos informan a detalle del estado que guardan las vías del metro de la ciudad de México o el asalto en tal o cual delegación del DF, sin atender mínimamente a las noticias de importancia que se generan en las regiones y ciudades del interior del país.

Recuerdo con precisión que en mi sueño abundaban las notas de jóvenes periodistas de nuestra ciudad, lo mismo dando cuenta de eventos de cultura que de las novedades deportivas, especialmente de “la pelota” que tanto interés despierta entre los peninsulares. Leía con interés editoriales y entrevistas a personajes ligados a la política o la economía local, sin que llegara a detectar en el apego del diario a algún partido o bandería. De la misma manera reconocía plumas críticas de analistas internacionales: unos menos conocidos que otros, pero todos invitaban a la reflexión a fondo sobre los hechos recientes, lo mismo de una Unión Europea desgarrada y luchando contra los migrantes, que sobre las más recientes crisis del Brasil o de Venezuela.

Con decisión me dí a la tarea de averiguar de dónde podía venir tan novedoso medio y como poder encontrar sus ejemplares en los días subsiguientes. Nadie supo informarme en qué puestos se distribuía. “Quizá en el pasaje Picheta”, fue una de las mejores pistas; “debe ser de gente de fuera”; y, así, mi sueño transcurría mientras iba entrando en esa etapa de ansiedad y desesperación que caracteriza a algunos de ellos.

¿Cómo poder saber si existían oficinas a dónde pudiera conocer a su equipo de redactores y quizá solicitar alguna suscripción? Me dirigía entonces -según mi atormentado sueño- hacia una dirección que encontraba en el directorio de la segunda página, pero caminaba, caminaba mucho en su búsqueda, mientras mi desesperación onírica llegaba a su clímax, al darme cuenta de que el número de la calle que ofrecían como referencia, no existía.

Paraba entonces en un parque despoblado y para calmar mis ansias volvía a abrir mi periódico ya un tanto arrugado. Constataba entonces que el diario que tenía entre las manos carecía de publicidad: no había esos cuartos de plana a todo color, ni sección de anuncios clasificados, ni siquiera una esquela mortuoria; mi sueño entraba ya en otra fase, quizá de mayor tranquilidad.

Abordaba un camión tratando de olvidar por un momento mi pesquisa; entraba en una conocida cantina, de esas que de pronto se ponen de moda y, ahí, para mi sorpresa, se encontraba sobre la barra un ejemplar del mentado periódico que me había atrapado. Se trataba de un ejemplar ya manoseado y revisado por algunos parroquianos. El último que lo tomó, lo había dejado, sin querer, embrocado y fue así que me daba cuenta de que en su última página, con letras de distintos y llamativos tamaños, escoltadas por interesante imagen fotográfica, estaban algunas notas escritas en un lenguaje desconocido en el que abundaban los acentos y las kas, lo que parecía ser lo más ficticio y, a la vez, la parte más lúdica de mi sueño. ¿Quién podrá entender esos extraños caracteres? Ni siquiera alguien entrado en tragos en ese establecimiento; pensaba para mis adentros.

En fin, cuando ya los vapores del alcohol se confundían con las fases intermedias por las que uno se desliza entre el sueño y la vigilia, me fui despertando sin querer hacerlo, con la sensación de que seguiría indagando más y más acerca de la posibilidad de que existiera un periódico como el que había soñado, quizá con el periódico con el que muchos hemos soñado a lo largo de toda nuestra vida. Quizá en algún lado y algún día éste podría existir.

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