Delorean

Emiliano Buenfil y Sandra Gayou
Foto: Cortesía El Delorean
La Jornada Maya

16 de diciembre, 2015

En la década de los ochenta, de entre la epidemia de la cultura pop que permeó el globo terráqueo, uno de los iconos surgidos de este fenómeno fue el mítico auto de la película [i]Back to the Future: el Delorean[/i], equipado de tal manera que permitía darte un rol en el tiempo y modificar la historia. Así se llama hoy el lugar más importante para escuchar rock en Mérida: “El Delorean. Santuario Sonoro”.

El nombre nos bosqueja divinamente el universo cultural que habita y nos invita a embarcarnos en ese viaje conceptual del rock yucateco y sus parroquianos que acuden fieles a la ceremonia nocturna en el único lugar que se hace llamar santuario sonoro y no es para menos, pues así como en la catedral es imposible no ver la imagen mítica del Cristo crucificado al entrar, aquí es visible desde el primer paso dentro del templo, el impecable escenario con equipo de primera calidad, lo cual delata de inmediato que en este santuario lo que se adora es la música, es el Rock & Roll.

El Delorean arrancó su viaje en 2011, concebido por músicos y para músicos, la idea era crear un lugar que fuera redituable económicamente y al mismo tiempo que contara con las condiciones necesarias para la realización de un espectáculo musical de calidad, tanto para las bandas como para el público.

Enrique y Marcos Méndez, actuales propietarios, Luis Sánchez, productor independiente y Arturo Caudilla, gerente del lugar, cotorrearon con [i]La Jornada Maya[/i] sobre el papel que ha jugado este foro en el desarrollo de la música independiente yucateca: los músicos “querían tener un lugar decente para tocar, antes no había ninguno con calidad de sonido y buen escenario”, comenta Marcos.

Aseguran que no ha habido una sola banda local que no haya tocado en el Delorean, desde los consagrados Rikita Banana o I&I, Jam Gorila o Calavera no canta, hasta bandas “más fresas”, cualquiera puede presentarse en el foro.

[h2]Mérida rockera[/h2]

Al tocar el tema de la falta de exposición de bandas locales fuera del contexto yucateco, mencionaron como principal problemática la falta de apoyo entre artistas y la falta de interés por construir un proyecto musical económicamente viable, además de lo difícil que resulta que el público yucateco esté dispuesto a pagar por una entrada.

Respecto a los conciertos de rock, Quique Méndez, considera que el fracaso de los eventos realizados en la calle se debe a la falta de logística por parte de los organizadores, pues no realizan los trámites necesarios para adquirir permisos, tanto para la realización del evento como de la venta de alcohol, lo que ha generado las redadas policiacas. Comenta que, si una banda no hace lo necesario para poder participar en eventos organizados por instituciones de gobierno, por ejemplo, darse de alta en la Secretaría de Hacienda para poder cobrar, es una muestra de la falta de interés que tienen hacia sus proyectos.

En un esfuerzo conjunto, Luis Sánchez, productor independiente ha logrado una mancuerna de trabajo con el Delorean que ha tenido buenos resultados, pues se han presentado espectáculos de la más alta calidad con artistas de renombre a nivel internacional como Los Tres de Chile o recientemente La Gusana Ciega, lanzando toda la carne al asador con el riesgo económico que esto implica, pues no cuentan con la capacidad económica para cubrir todos los requerimientos de este tipo de agrupaciones; sin embargo, tanto los managers como los artistas que se han presentando ahí, han mostrado flexibilidad en sus condiciones por el interés de pisar un escenario como este y poder convivir de manera tan cercana con el público peninsular.

El esfuerzo ha sido arduo y el viaje largo, pero el resultado salta a la vista, es uno de los lugares más sólidos en todo el país y uno de los mejor equipados, esto no es un logro menor, es una victoria para los músicos y para el lugar, pues se asegura un evento de calidad al público y en cuanto a los artistas la diferencia de tocar aquí o en otro lugar con mal equipo de sonido es estratosférica.

Un músico pasa horas de su vida buscando “su” sonido, el sonido de su instrumento y el de su banda, la comunión perfecta de la propuesta musical y el mensaje de las letras, pero en un lugar con equipo deficiente todo esto se va por el caño, las letras no se entienden, el sonido encontrado es filtrado por equipos saturados de agudos o medios, dejando paso a un concierto incómodo para los músicos y pobre para el público, pero como en este tipo de lugares lo que importa es la venta de cerveza y nada más, el músico, la música y el público salen perdiendo, en cambio en el Delorean está asegurado que tendrás un show de primera, con músicos sonando a gusto, presentando lo que realmente tocan y sonando a lo que realmente suenan.

Entre la música original y los tributos, el Delorean no tiene preferencia, sin embargo reconocen que la realización de estos últimos si les generan una buena ganancia económica, pues desde su punto de vista, el público quiere ir a un concierto “a cantar las canciones”, no a escuchar música original.

El Delorean no está de moda, no necesita estarlo; tiene años siendo un gran pilar dentro de una escena local que para muchos parece inexistente, pero que resiste en el zurco fértil de la contracultura meridana, en la terquedad de los artífices y del público fiel, resiste los embates externos y las patologías internas que son muchas y materia de otros textos, por lo pronto celebremos el esfuerzo del Delorean que logra hacer honor a su nombre pues ahí viajamos en el tiempo, y sin duda alguna desde ahí se han estado creando permanentemente paradojas que cambian la historia del Rock yucateco.

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