de

del

Luis Antonio Hernández Ojesto Martínez*
Ilustración Arbee Farid Antonio Chi
La Jornada Maya

14 de diciembre, 2015

La cultura es uno de esos conceptos que se utilizan para todo y de cualquier forma. Si en México hay corrupción, no dudamos en atribuirla a la cultura del mexicano. Así, la cultura se convierte en una segunda naturaleza capaz de explicarlo todo y nada a la vez. El ser humano está inmerso en tramas de significación (el antropólogo Cleeford Geertz las llama telarañas de significado que nos nosotros mismos hemos construido y entre las cuales nos hemos enredado irremediablemente), lo que esta palabra rimbombante quiere decir es que nuestros actos significan cosas para los demás –la cultura no es otra cosa que conjuntos de patrones en la atribución de significado. Por ejemplo, en nuestra sociedad, lo mismo que en muchas de Occidente, el acto de drogarse tiene un significado muy distinto al de alcoholizarse, pese a que un médico podría argumentar que alcoholizarse es de hecho drogarse (con la droga alcohol). Esto no quiere decir que alcoholizarse sea malo, que drogarse lo sea o que nuestra cultura esté mal; en todo caso, lo importante es hacerse consciente de las consecuencias que tiene este “modo de ver las cosas” (esta cultura) –el juicio moral, lo dejamos al arbitrio de cada quien.

Por ejemplo, ningún político o funcionario público le declara la guerra públicamente al alcohol, ninguna ley prohíbe los jarabes para la tos que tienen alcohol como base –mientras que se requiere de “jueces valientes” que autoricen medicamentos como Cannabidiol a personas que lo necesitan—; el episcopado mexicano no quiere la prohibición del alcohol, mientras que sí pide mantener la de la mariguana, precisamente porque es una droga. Abundan los ejemplos. Sólo por citar otro, la Encuesta Nacional de Adicciones se divide en dos capítulos: Alcohol y Drogas, cosa que puede, en efecto, ser analíticamente útil; sin embargo, me resulta sumamente revelador que en la sección Alcohol no se mencione la palabra droga en absoluto, como si se tratara de otra cosa. Ninguna droga es igual a otra, todas tienen sus diferencias importantes (por ello estar bien informados es imprescindible, sobre todo si se piensa usar cualquiera de ellas), pero en tanto la clasificación droga tiene sentido, excluir de ella al alcohol no es algo exactamente lógico. Y de un desliz en la lógica, pasamos a un alud de consecuencias.

Si se compara el problema que representa el consumo de drogas en la población mexicana con el que representa el consumo de alcohol, no queda lugar a dudas, México es un país con un problema de alcoholismo; qué tan tenue o que tan drástico es ¡cuestión que podrían definir mejor los especialistas, pero la diferencia de magnitudes no deja duda sobre cuál es mayor y sobre cuál es más apremiante para la sociedad. A continuación presento unos datos para ilustrar el caso. Según la Encuesta Nacional de Salud elaborada por la UNAM este 2015 y apenas publicada hace unas semanas, 91.6 por ciento de 717 personas (68 por ciento de la población encuestada) declaró haber consumido por lo menos una vez ese año alguna bebida con alcohol, de esas 717 personas encuestadas que consumieron por lo menos una bebida alcohólica en el año, 51.8 por ciento consumió por lo menos en una ocasión más de 5 copas, cantidad que tanto para hombres como para mujeres se cataloga como beber fuertemente y es considerado por el Instituto Nacional en Alcoholismo y Abuso del Alcohol (NIAAA, por sus siglas en inglés) de Estados Unidos como una conducta riesgosa; en otras palabras, 30.9 por ciento de la población encuestada incurrió ese año en esa conducta riesgosa –de esa población, los bebedores fuertes son aquellos que incurrieron en esa conducta entre una vez al mes hasta dos veces por semana y no quienes lo hicieron con menor frecuencia. Al mismo tiempo, de entre esta población, que no son bebedores consuetudinarios, 20 por ciento y 50 por ciento, según la NIAAA, han desarrollado el “desorden de consumo del alcohol”, también conocido como alcoholismo. Otra fuente, la encuesta nacional de adicciones, publicada por última vez en 2011 –con una nueva entrega ya en desarrollo que estará concluida en el 2016— presenta resultados similares: en 2011 la prevalencia de consumo de alcohol en “el último mes” subió del 19.2 por ciento del 2008 a 31.6 por ciento (similar al 30.9 por ciento que reporta la “Encuesta Nacional de Salud”), mientras que el porcentaje de consumidores dependientes según la encuesta de “Adicciones” subió de 4.1 por ciento en el 2008 a 6.2 por ciento en el 2011 –un cambio estadísticamente significativo. La Encuesta Nacional de adicciones también tiene un capítulo donde reporta los patrones de consumo de drogas por parte de la población de entre 12 y 65 años (la misma que encuesta en el capítulo del alcohol y siguiendo también la misma metodología), de ésta destacamos el hallazgo que la población nacional dependiente de cualquier tipo de droga es de alrededor de 1.3 por ciento un ligero aumento respecto del 1.1 por ciento de 2008 y respecto del 0.8 por ciento del 2002.

En resumen, esto quiere decir que cerca del 6 por ciento de los mexicanos presenta un cuadro de adicción a la droga alcohol, mientras que alrededor de otro 24 por ciento podría estar incurriendo en un comportamiento riesgoso respecto a su consumo de esta droga. En contraste, sólo 1.3 por ciento tiene un cuadro de adicción a cualquier otra droga, excluyendo al tabaco y al alcohol. El panorama es más o menos el siguiente: el Cannabidiol lo recetan “jueces valientes”, el jarabe para la tos se compra (menos mal) sin receta en cualquier farmacia. Exagero, por supuesto, el escenario es mucho más complicado, el desastre del estado actual de cosas tiene poco que ver con el exceso de jarabe para la tos o incluso con la falta del poco recetado Cannabidiol; hay miles de muertos en la guerra contra las drogas en todo el mundo y, paradójicamente, miles más que sufren cada día el suplicio de la adicción, a cualquier droga e incluso a la comida y otras cosas. Es una enfermedad muy compleja, no cabe duda, pero el miedo que impera ahora sólo empeora la situación. La cultura es algo que está en constante cambio. El miedo a las drogas es cultural, superar ese miedo para poder adoptar políticas y posiciones más equilibradas como sociedad, pasa, luego, por un cambio cultural, en el cual la palabra de la Iglesia, los científicos, algunas instituciones públicas y privadas, los medios de comunicación masiva y los intelectuales será, por supuesto, fundamental.

*Estudiante del CIDE en la ciudad de México.


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