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Pablo A. Cicero Alonzo
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La Jornada Maya

Mérida, Yucatán
Miércoles 28 de septiembre, 2016

A inicios de 2016, los factores externos que podrían afectar la economía mexicana estaban claramente identificados: la desaceleración de la economía china y la muy alta posibilidad de que en ese país se presente el estallamiento de dos burbujas: la inmobiliaria y la del mercado de valores; la caída en vertical del precio del petróleo y el débil crecimiento de las economías desarrolladas.

Una nueva amenaza irrumpió, con nombre y apellido: ciento quince millones de personas vieron la abrumadora victoria de los Seahawks ante los Broncos, en febrero pasado. Antenoche, ochenta millones fueron testigos de cómo Hillary Clinton aplastó a su rival Donald Trump, cuyo esponjado copete se desinfló. El del lunes ha sido, sin lugar a dudas, el evento político más visto en la historia. Incluso, algunos aventuran señalando que en México tuvo más espectadores que el debate en el que robó reflectores una escotada edecán.

Anteanoche, muchos suspiraron aliviados, entre ellos el peso mexicano. Un poco antes de comenzar el debate, la divisa mexicana se ubicaba en niveles de hasta 19.92 unidades, muy cerca de un máximo histórico. El panorama fue cambiando, y al concluir el encuentro político se ubicó en 19.51 pesos por dólar. Una inyección de adrenalina justo en el atribulado corazón de la moneda mexicana.

El motor de esa tendencia es la especulación de que el candidato republicano restringiría el comercio con México si derrota a la demócrata en noviembre. Trump ha mostrado sus cartas, y éstas son perjudiciales para nuestro país. No sólo erigiría un muro entre ambas naciones, sino que bloquearía los intercambios comerciales.

El coco de la economía es real, y tiene bisoñé. Que nuestra moneda baile al son de las declaraciones de un político estadounidense y que cada intervención haga tambalear a la economía familiar de los mexicanos es algo inédito. Por lo general, nuestro sistema reaccionaba —ya sea de manera positiva o negativa— a los grandes movimientos telúricos de los mercados internacionales. Se decía, como máxima, que un catarro de Estados Unidos se convertía en una neumonía en México. El problema radica en que la neumonía de Hillary es la que nos afecta.

La especulación bursátil ha alcanzado nuevos niveles. Esos lúdicos lobos de Wall Street han llevado el juego de la geopolítica a los estratos de la anécdota. Siguiendo esta tendencia, la economía mundial se regirá incluso por los cambios de humor de los líderes mundiales. Y no sólo políticos. Los mercados temblarán ante el catarro de Bill Gates o se regocijarán con el nacimiento del nuevo hijo de Mark Zuckerberg. Bienvenidos, amos del mundo; a sus pies se encuentra nuestro destino.

Y mientras esa tenebrosa realidad se disipa, y la vemos en toda su terrorífica extensión, políticos mexicanos se niegan a aceptar que la caída del dólar nos afecta. Y no sólo políticos. También líderes de gremios. Aquí, en Yucatán, sostienen que el alza del dólar sólo nos afecta de manera psicológica, y que todo sigue como antes. Igual de bien, o mal. Pero no. Que quede claro. Es una mentira. El debilitamiento del peso es un reflejo de nuestra economía y de nuestros bolsillos. Aquí están los porqués:

1. El alza del dólar eleva la inflación, erosionando el poder adquisitivo, mermando el consumo y las ventas.

2. Merma la capacidad de inversión productiva y en tecnología, ya que ésta se realiza en dólares.

3. Disminuye el ahorro en dinero y valores líquidos.

4. Hace ya muchos años que México no basa su competitividad en el tipo de cambio. En la economía actual se depende de tecnología, capital humano capacitado, infraestructura, etcétera.

5. Hay deuda pública y privada en dólares.

6. Obliga al Banco de México a frenar la liquidez para que no se desborde la inflación, elevando la tasa de interés como medida inicial, lo cual genera costos adicionales al gobierno y empresas, e inhibe la inversión futura adicionalmente.

7. México es el segundo importador de gasolinas en el mundo. Y lo hace en dólares. ¿No tienes automóvil? No importa, te mueves en autobús, combi o taxi. Incluso los que se transportan en bicicleta, ya que también importamos infinidad de insumos productivos, lo que genera la inflación. Es decir: cada idiotez de Trump afecta a ¡tus pesos!

Se comprende que las autoridades intenten tranquilizarnos, ya que en muchas ocasiones tienen mucho mayor información que nosotros. Sin embargo, lo que es inadmisible es que intenten hacerlo con base a medias verdades o mentiras completas. Y esa, específicamente esa, con la que niegan que la crisis del peso causada por las idioteces de Trump es la más peligrosa. Intentan tapar el sol con un dedo ya que, aunque repitan mil veces que no nos afecta pagamos más cuando vamos al súper, a la farmacia, al bar o a la gasolinería. Trump está haciendo su trabajo. Nuestras autoridades y sus voceros, oficiales y honorarios, no.


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