Tabacón B. Linus
Foto: Rodrigo Díaz Guzmán
La Jornada Maya
Lunes 19 de septiembre, 2016
Hace unos días, en el marco de las marchas por la “defensa de la familia”, algunos medios nacionales reportaron declaraciones del cardenal Norberto Rivera, mismas que incluso fueron trending topic en Twitter.
Declaraciones que vale la pena examinar con detenimiento, ya que nos hablan de la postura del máximo jerarca de la Iglesia Católica en México. Esas declaraciones son unas joyas de la injusticia y el primitivismo, que se suman a un largo y bien documentado historial de Norberto Rivera.
Primero, el cardenal nos deja claro que -a estas alturas- “Dios ya perdonó a los pederastas”. Lo anterior no sólo es humillante, sino que abona a la impunidad del país. Aquí no hay leyes, aquí hay amigos; aquí no hay crímenes, aquí no hay tropiezos cuando los que tropiezan tienen influencias o pertenecen a organizaciones poderosas: dígase políticos, miembros de partidos, diputados o sacerdotes.
El Dios de Norberto, el Dios de las marchas, el Dios de la familia biológica ya le dijo que los pederastas están perdonados. Ellos no atentan contra la familia. La pederastia es un impulso biológico, así que no hay problema.
Pero hay más, para Norberto el tema de los sacerdotes pederastas escapa a la ley de los ciudadanos de a pie, es un tema de juicios canónicos, porque dice él “hay niños muy mentirosos, incluso hay niños que ya desde edad muy temprana son muy inquietos y tientan y provocan a los mayores”.
Lo que Norberto dice es terrorífico. Es justificar los actos, es volver culpable a la víctima. Es similar a decir “ella se lo buscó”, cuando violan a una mujer que venía con minifalda; el pobre violador sucumbió a una tentación biológica. Al igual que las mujeres que usan minifalda, esos niños perversos sedujeron a los pobres sacerdotes.
En ese marco no importa la ley mexicana, no importa que sean menores de edad, si ya son “inquietos y tienen y provocan a los mayores” qué importa que tengan 12 años, ellos son los culpables.
Qué importa el voto de celibato de los sacerdotes, qué importa la moral, la mínima decencia o la ley, pobres sacerdotes en manos de niños “inquietos”; por eso el Dios de Norberto y el de las marchas en defensa de la familia, ya perdonó a esos miembros de la Iglesia Católica.
Como católico me siento atropellado, humillado, insultado; él no puede ser mi cardenal, Norberto Rivera no puede representar un visión cristiana y generosa del mundo.
Y al insulto se agrega la humillación, el cardenal pide a los homosexuales que son católicos que vivan su fe religiosa en la abstinencia de su sexualidad “antinatural”. Entonces, el camino de Norberto es claro: si eres homosexual vive en la abstinencia para no ofender a Dios, si eres pederasta no te preocupes Dios te perdona y entiende que hay esos niños maliciosos.
Norberto es digno cardenal de este México de impunidad, de cuates, de cómplices, de intolerancia. El cardenal es digno representante de miles que salen a marchar no para ejercer su derecho a la libre expresión, sino para pedir -en frases, lenguaje y expresiones que califican en la definición jurídica mexicana del discurso del odio- que se les quiten derechos a otros ciudadanos mexicanos. Norberto seguro también ya sabe que a él Dios ya lo perdonó, tiene línea directa.
Mérida, Yucatán
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