Pablo A. Cicero Alonzo
Foto: Rodrigo Díaz Guzmán
La Jornada Maya
Jueves 15 de agosto, 2016
Le imagino una ciudad donde los paraderos de autobuses tengan pequeños contenedores de libros para que los pasajeros lean mientras esperan y se muevan de un lado a otro, donde funcione un programa que aliente la lectura, como que quien entre leyendo al camión no paga pasaje. Sueño con una ciudad donde los espectaculares no sólo anuncien comercios o desarrollos habitacionales sino que inspiren y nos acerquen al arte; donde se lean versos en las paredes y no propaganda política; donde converjan exposiciones al aire libre y la sinfónica toque en la Plaza Grande. Deseo que los niños de las escuelas públicas atiborren los museos y tengan clases, desde muy pequeños, de artes; zque florezcan violinistas en las parcelas, que lluevan poetas en los barrios, que broten bailarines en los puertos. Me imagino. Sueño. Deseo. Pero después leo noticias como las siguientes y se me pasa:
“Hasta un 60 por ciento más de lo que les aprobó el Congreso. Eso fue lo que han gastado de más la Presidencia de la República y la Secretaría de Hacienda”. Así lo reveló ayer un periódico capitalino —[i]Reforma[/i]. En estos tiempos en donde no se vislumbran brotes verdes es necesario ahorrar. ¿Hay que recortar los gastos? Comienza con la cultura. El presupuesto para 2017 considera un recorte de 2 mil 500 millones de pesos a la Secretaría de Cultura. El presupuesto de este año, aprobado en noviembre de 2015, contempló un gasto de casi 6 mil millones de pesos para el Consejo Nacional para la Cultura y las Artes (CNCA), que fue convertido en Secretaría de Cultura el 8 de diciembre.
Ahora, la propuesta del Ejecutivo, presentada por el bateador emergente Meade, considera sólo 3 mil quinientos millones de pesos para el sector central de la Secretaría de Cultura. La flamante dependencia encabezada por Rafael Tovar y de Teresa es un cascarón; es tan frágil como la salud de su titular. Una secretaría con un presupuesto acorde a la importancia que nuestros gobernantes le dan a la cultura. Casi nulo. ¿Hay que recortar los gastos? Comienza con la cultura. Que se vaya al diablo.
El presidente de la Comisión de Cultura en San Lázaro, Santiago Taboada Cortina (PAN), en una entrevista que se publicó ayer en [i]La Jornada[/i], advirtió que también desaparecen los fondos de cultura para los estados: “Ningún gobierno estatal o municipal podrá realizar actividades culturales, porque los institutos de cultura locales dependen entre 70 y 80 por ciento del subsidio piso y ahora el fondo viene en cero”, dijo, con alarma y con razón.
En este contexto nacional, la cultura local igual ha vivido semanas turbulentas. Muertes y despidos marcan la antesala de este recorte. Hace poco de un mes, el 20 de agosto, falleció el actor Francisco Sobero Garavito, [i]Tanicho[/i]. Tenía 70 años. Murió al caerse de un techo. Comenzamos esta semana con la noticia del fallecimiento de Beatriz Rodríguez Guillermo. Con 57 años, perdió la batalla contra el cáncer. Dejó como legado vida y obra. La salida de Irving Berlín Villafaña tampoco contribuyó. Víctima de los verdugos de nuestros tiempos, Berlín Villafaña había destacado como un gestor eficaz; era un motor de imaginación que puso en marcha programas de éxito como La Noche Blanca y el Mérida Fest.
Nuestra cultura, aun antes de que se anunciara el recorte, estaba de luto, sumida en la incertidumbre. Esto puede cambiar. El nombramiento de Felipe Ahumada Vasconcelos como sucesor de Berlín Villafaña es una buena señal. El nuevo director municipal de cultura ha sido un cercano colaborador de Berlín Villafaña, y eso redundará en la continuidad de un programa trazado. Nada de experimentos ni de formación de nuevos equipos. Ahumada no necesita familiarizarse; está en su casa. Con el 2017 encima, y las actividades que se realizarán en el marco de la Capital Americana de la Cultura, no había tiempo.
Por su parte, Beatriz Rodríguez deja un vacío enorme; será imposible encontrar otra como ella, única. La dirección de la Escuela Superior de Artes de Yucatán no puede quedar acéfala; ella misma urgiría a las autoridades a buscar a un sustituto. También es una pastilla que alivia las penas saber que uno de los nombres que se mencionan es el de Enrique Martín Briceño.
Negro panorama se vislumbra. Sin embargo, hay varias luces en esa oscuridad. De esas minúsculas luciérnagas depende demostrar que la cultura puede ser un faro. Gran responsabilidad descansa sobre sus hombros, pero de ellos, y sólo de ellos, depende que cambie el panorama. Además de Ahumada Vasconcelos y de Martín Briceño, otro que demostrará de qué está hecho es Rodolfo Cobos Argüelles, quien tiene la difícil encomienda de no bajar el nivel ya alcanzado en la Filey, uno de los pocos reductos donde nos podíamos resguardar de ese tsunami de noticias negativas.
[b]Mérida, Yucatán[/b]
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