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Eugenio Fernández Vázquez
Gráficos: INEGI
La Jornada Maya

Lunes 25 de julio, 2016

La producción petrolera, como toda la industria extractiva y las actividades que dependen desproporcionadamente más del capital que del trabajo, tiene aparentemente un peso enorme en las economías de los estados donde ocurre, aunque en realidad éste sea bastante menor de lo que parece. Así, aunque la industria petrolera constituye el 80 por ciento del producto interno bruto (PIB) de Campeche, apenas aporta el 2 por ciento de los empleos, según cifras del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi), y una vez que se toma en cuenta esta disparidad, se hace patente que la economía de Campeche es mucho más parecida a la de los otros dos estados de la Península de lo que se creería.

Viendo las cifras totales, el panorama no podría ser menos halagüeño. Siempre según datos del INEGI, el PIB de Campeche se contrajo 30 por ciento entre 2003 y 2014, y va en contrasentido de Yucatán, que creció 41 por ciento en el mismo lapso, y de Quintana Roo, cuya economía era al final de esos diez años 66 por ciento más grande que al inicio. Sin embargo, el panorama se vuelve mucho menos oscuro si se toma en cuenta que, a pesar de ocupar una porción enorme de la economía, el petróleo apenas emplea gente en el estado.

El panorama cambia cuando se miran los demás sectores económicos de Campeche. Sin tomar en cuenta el petróleo -aunque manteniendo a la vista los comercios y otras industrias que dependen todavía de Pemex y se han visto muy golpeados por la crisis actual-, los demás sectores económicos crecieron 26 por ciento entre 2003 y 2014. Es una cifra menor que la del crecimiento de la economía nacional o la de sus vecinos de la península, pero ciertamente no es una catástrofe. Es cierto, sin embargo, que el efecto petrolero se siente en la economía, y el estado lleva ya un par de años en recesión, pero mucho menos pronunciada de lo que podría pensarse.

No sólo eso, sino que una vez que se analiza esta economía que funciona aparte de la extracción de hidrocarburos, aparecen nuevas oportunidades para el crecimiento, que van mucho más allá de las fronteras del estado y que involucran a toda la península de Yucatán. Es el caso de la agricultura.

El mundo rural de la península ha mostrado ser enormemente resiliente, y a pesar de los vaivenes de los precios de las materias primas, entre 2005 y 2015 se mantuvo como un empleador constante en los tres estados, aunque es en Campeche donde más peso tiene. Así, en esa entidad del Golfo, entre 18 y 20 por ciento de la población trabaja en agricultura, pesca o silvicultura desde 2005, y entre 10 y 12 por ciento de los yucatecos se emplean en esas áreas. En el caso de Quintana Roo, cuya población ha crecido exponencialmente por la migración desde otras entidades a sus centros urbanos y turísticos, el empleo rural absorbe al 5 o 7 por ciento de la fuerza de trabajo.

Por desgracia, esta distribución del empleo no se refleja en las aportaciones de esos sectores al PIB estatal. Por fortuna, sí suele verse en la cota que cobran al capital natural, mucho menor que la petrolera.

Así, aunque uno de cada cinco campechanos está empleado en el mundo rural, el campo no aporta ni un punto porcentual a la composición de la economía si se incluye el petróleo, y si se lo excluye no llega ni al cuatro por ciento -en el caso de Quintana Roo, la situación es más grave: no llega ni al uno por ciento. Esto quiere decir, entre otras cosas, que se trata de trabajos de subsistencia, que no sirven para salir de la pobreza.

La salida a esta situación no es abandonar el campo. Al contrario, la crisis petrolera actual abre una oportunidad para aprovechar a esa población que no se ha ido a las ciudades o ha abandonado el país; para aprovechar su fuerza y pertenencia para transformar la economía y usarla para conservar el capital natural.

Invirtiendo en la industria agroalimentaria, por ejemplo, buscando mercados de nicho y pensando a futuro, se abre una oportunidad para hacer del campo maya uno de los motores de la economía regional. Si se apuesta por la sustentabilidad, por certificar esa práctica, y por agregar valor en ese mismo sentido, se puede obtener mucho mejor ingreso con menos insumos, sin erosionar el capital natural que queda, y en muchas ocasiones manteniendo prácticas que ya se llevan a cabo.

Quizá esta crisis sea la oportunidad para dejar de apostar por el petróleo, que no genera empleos y destruye el mañana, y de enfocarse en el campo y otros sectores que permiten a todos participar y que construyen un futuro más verde.

San Francisco de Campeche, Campeche
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