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José Juan Cervera
Foto Cortesía JJ Cervera
La Jornada Maya

Miércoles 13 de julio, 2016

Junto a las presencias fulgurantes que surcan el universo de la literatura, respiran otras de menores alcances que buscan acomodo en los resquicios extendidos entre los brotes vigorosos del lenguaje. La historia que registra sus despuntes y sus fases de crecimiento suele acoger a unas y otras poniendo de relieve sus contrastes.

Aunque de reducido valor estético, la obra de quienes antepusieron intereses ajenos a la creación literaria en su escritura cumple una función documental, tanto como referencia de su contexto histórico como la que desempeña en cuanto punto de orientación del sentido crítico de sus lectores, siempre que éstos se propongan cultivar una conciencia más plena de las limitaciones que trae consigo una forma de expresión que no logra sumergirse en los abismos de la condición humana, si lo que se busca es trascender la trivial acumulación de vocablos desprovistos de vida, búsqueda filosófica que puede hacer perdurable el aliento trazado en signos.

Ignacio Montes de Oca y Obregón (1840-1921), fue un clérigo de opulenta cuna que ocupó prominentes cargos en la estructura institucional a la que perteneció, como los obispados de algunos estados de la nación mexicana, entre ellos el de San Luis Potosí. Nativo de Guanajuato, fue más acreditado como orador sagrado que como poeta, a pesar de haber sido uno de los pocos mexicanos que ingresaron a la corporación académica conocida como La Arcadia romana, hecho que sus panegiristas asumen como hecho irrefutable para ensalzar sus textos poéticos.

La época que le tocó vivir y su condición de clase social ayudan a explicar su exaltado celo religioso, en un siglo que atestiguó las enconadas luchas entre liberales y conservadores, el papado de Pío IX, la Intervención francesa en nuestro país y con ella el Imperio de Maximiliano, del que fue ardoroso partidario, tal como lo evidencian las numerosas composiciones versificadas que le dedicó al príncipe extranjero.

Fue muy conocida su propensión a los bienes materiales y al boato, la cual imprimió un sello distintivo al poder que ejerció como jerarca eclesiástico. Sus libros Ocios poéticos (1896), A orillas de los ríos (1916) y Nuevo centenar de sonetos (1921), a los que es preciso añadir Sonetos póstumos, aparecido en 1941, exponen con claridad su profesión de fe y su aversión a las instituciones civiles.


Sus discursos, lo mismo que sus poemas, muestran el desprecio que le merecieron aquellos a quienes consideró sus enemigos: liberales, republicanos, francmasones, “bolcheviques aztecas o moscovitas”, a su juicio todos ellos impíos, integrantes de las “huestes de Satán”. Este empecinamiento y el desdén con que trató a sus adversarios ideológicos llevaron a Emmanuel Carballo a referirse a “su implacable y poco amorosa visión del mundo, católica pero no cristiana”.

Sin embargo, el movimiento revolucionario de 1910 afectó su esplendor episcopal y sus vastas propiedades, no únicamente sus bienes inmuebles sino también los de carácter simbólico, como su impresionante biblioteca adornada de valiosos objetos artísticos, la que en 1949 Salvador Novo recordaba haber visitado años antes en compañía de su amigo Guillermo Jiménez, durante un viaje a San Luis Potosí, “lo que de ella quedaba en una saqueada y húmeda bodega”. A esta etapa de decadencia hizo alusión el propio obispo en algunos versos, como los del soneto que lleva por título “Aniversario 47”: “No es la primera vez. Adverso el Hado/todo consuelo ha tiempo que me niega:/al enemigo cuanto adoro entrega;/destruye asolador cuanto he fundado.”

El conjunto de sus poemas carece de ese núcleo en ignición característico de los auténticos hijos de las Musas, con el que son capaces de conmover, aproximar al misterio y transmitir vibraciones hondas. Su lira, incolora y apagada, es sólo un testimonio de la versificación transformada en vehículo de propaganda religiosa y política, un uso a todas luces restrictivo, impropio y empobrecedor.

Ignacio Montes de Oca y Obregón, Poesía. Investigación, selección y estudio introductorio de Ignacio Betancourt. Colección Literatura Potosina 1850-1950, volumen 14, serie Poesía, San Luis Potosí, El Colegio de San Luis, 2002, 79 pp.

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Mérida, Yucatán


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