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del

Manuel Alejandro Escoffié
Foto: tomada de la web
La Jornada Maya

Viernes 8 de julio, 2016

¿Cómo definir a Buñuel? ¿Qué adjetivo asignarle para adquirir una visión panorámica de su vida y su cine? ¿Qué etiqueta o mote, si se quiere ver vulgarmente, para brindarle una idea a cualquier neófito respecto a lo mismo? Pero sobre todo, ¿cómo catalogarlo a nivel histórico, cultural o geográfico? Cuestiones harto complejas; tomando en cuenta que, tal y como la evidencia permite entrever, a treinta y tres años de su muerte por cumplirse a finales de este mes, difícilmente existe una versión única y definitiva.

Don Luís, el hombre de carne y hueso, llega al mundo a través de la provincia española de Calanda. Sin embargo, Buñuel el realizador constituye una invención francesa. La afición por el séptimo arte surge en Madrid, cuando todavía forma parte de la hoy en día famosa Residencia de Estudiantes; contando con la buena estrella de coincidir junto con otros dos futuros gigantes de la cultura ibérica: Federico García Lorca y Salvador Dalí. Sin embargo, la confirmación de la vocación para el mismo se da sin duda alguna en Paris, a partir de su incorporación al movimiento surrealista de André Bretón con “Un Perro Andaluz” (Un Chien Andalou, 1929) y “La Edad de Oro” (L´Age d´or, 1930). Y sin embargo, es en México, exiliado voluntariamente de su tierra natal e inmerso hasta el cuello en las convenciones tanto melodramáticas como artesanales de la insistentemente llamada “Época de Oro”, donde surge “Los Olvidados” (1950); cinta que consigue colocarlo en la mira a una escala internacional (en buen y mal sentido). Pero como si eso no fuera suficiente, recordemos, o en su caso tomemos en cuenta, que la que por mucho merece recordarse como la más polémica y subversiva de sus obras, “Viridiana” (1961), además de la distinción de haber sido condenada abiertamente por el Vaticano, cuenta con la de haberse podido realizar dentro de España y durante pleno régimen franquista.

Y, por supuesto, ¿cómo atreverse a olvidar siquiera su segundo periodo francés anclado en la década de los setentas, en el cual, con el beneplácito del empresario franco-polaco Serge Silberman en la producción y la colaboración de Jean Claude Carriere en la escritura de guiones, ejemplos desbordados de excentricidad y desfachatez fueron posibles en “El Discreto Encanto de la Burguesía” (Le Charme discret de la bourgeoisie, 1972), “El Fantasma de la Libertad” (Le Fantôme de la liberté, 1974) y “Ese Oscuro Objeto del Deseo” (Cet obscur objet du désir, 1977)?

Advirtiendo la manera en que estuvo alternando a lo largo de su vida y de su carrera entre tres países distintos, tres culturas distintas, y por consiguiente, tres estadios diferentes de su propia historia, como alguien quitándose y poniéndose constantemente tres diferentes sombreros para diferentes ocasiones, a nadie debería tomarle mucho tiempo caer en la cuenta de que, tanto a su cine como a él mismo, las definiciones o etiquetas no le hacen falta ni el más mínimo favor.

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Mérida, Yucatán


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