Tabacón B. Linus
Foto: Rodrigo Díaz Guzmán
La Jornada Maya
Lunes 23 de mayo, 2016
En un ataque de no sabemos qué, el rector de la UADY, José de Jesús Williams, declaró que “la FILEY como tal no promueve a los lectores, o sea no puedes promover lectores en nueve días… es para los que leen” (las declaraciones las recogió Paul Antoine Matos, aquí en [i]La Jornada Maya[/i] el 20 de mayo). Uno no puede imaginarse declaración más discriminatoria –quizá hasta elitista-, preocupantemente desconocedora de lo que hacen las ferias de libros.
Las grandes ferias de libros, en distintos estados o países, son grandes ferias de la promoción de la lectura. Sirven para que niños, jóvenes y adultos sean expuestos a los libros, a la belleza, diversidad y oferta amplia de los textos. Miles de personas descubren esos rectángulos mágicos de papel -por primera vez- en ferias. Muchos niños descubren los libros ahí, conocen esa palabra escrita que huele delicioso en papel nuevo. La feria es el pretexto para tocarlos, abrirlos, conocerlos, sentirlos. Basta ir a la FILEY para ver que ése es el principal efecto que se genera en cientos de miles.
Un buen número de los visitantes de la FILEY son lectores primerizos o en ciernes, que van a conocer algo nuevo y descubren el mundo de los libros. Los que sí hemos ido como ciudadanos de a pie, más allá del protocolo, lo hemos experimentado de esa forma.
Y claro que “nueve días” sí bastan. De hecho para promover la lectura y los libros – sólo en el caso de los niños, por citar un ejemplo básico- basta con llevarlos una vez, por unos minutos, a una biblioteca y mostrarles un ejemplar. En ese instante se despierta una semilla de lector que todos llevamos dentro. Así que llevarlos a la Feria es todavía más dinámico y lúdico. De hecho, el poder adquirir los ejemplares genera una aleación entre el espíritu de consumo moderno y el fomento de la lectura, que vaya que funciona.
El rector va todavía más lejos. La FILEY desde su óptica es sólo “para los que leen que tiene la oportunidad de venir”. Es decir, un público aún más reducido. Para ir a la FILEY que plantea la máxima autoridad de la UADY, primero hay que ser lector ya establecido y, después, hay tener la oportunidad (económica y logística) de trasladarte a las instalaciones de la feria.
En la óptica de esas declaraciones, si vives en un municipio lejano y marginado o no has descubierto los libros y la magia de la lectura, no vengas a la FILEY de José de Jesús Williams; de verdad no vengas, no es para ti y la FILEY no tiene ningún servicio social amplio e intangible qué darte o prestarte.
Entendemos que el rector más que académico sea político, pero llevar sus pasiones y desencuentros políticos con administradores previos de la FILEY a niveles de deformar el rostro de la feria, es un exceso o es inmadurez. Quizá la FILEY en la que José de Jesús Williams está pensando (o declarando) es, entonces, una feria elitista, sólo de textos universitarios o para lectores expertos, una megaventa de libros de texto avanzado para ciudadanos iniciados en la República de los Letrados. Sería para fomentar la lectura en la UADY, no en Yucatán.
Si así van las cosas, quizá deberían intervenir el gobierno del estado y el gobernador Rolando Zapata; el ayuntamiento de Mérida y el alcalde Mauricio Vila, para que la FILEY sea de Yucatán, de todo Yucatán, y no de la élite gobernante de la UADY. No sería mala idea que a la FILEY la tomen las instituciones públicas abiertas: la Secretaría de Cultura, la SEGEY y los distintos patronatos culturales. De esa forma sería algo de todos y para todos. Quizá eso hace falta.
Sería triste tener una FILEY sólo para lectores; una que discrimine, que diga que no promueve la lectura porque “nueve días no alcanzan” y se requiere algún grado académico. Esa sería una FILEY de razas: la raza de los lectores y los no lectores, la raza de los que pueden ir a visitarla y la raza de los que no. ¿Quién en el siglo XXI podría pensar en discriminar así, en razas, en especies, en categorías? Estamos seguros que el espíritu de la UADY es mucho más generoso y noble que eso. Los que vamos a la FILEY nos sentimos parte de algo amplio, incluyente, de algo que la UADY hace para todos, sin distingo. No somos ganado, ni queremos que a la FILEY la conciban con espíritu veterinario.
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