de

del

Enrique Martín Briceño
La Jornada Maya

Lunes 2 de mayo, 2016

El pasado 21 de febrero, en el Palacio de Minería, tuve el honor de recibir, en nombre de la Secretaría de la Cultura y las Artes del Gobierno de Yucatán (Sedeculta), el reconocimiento correspondiente a la inscripción de la [i]Correspondencia de la Guerra de Castas de Yucatán[/i] en el registro Memoria del Mundo de América Latina y el Caribe de la Unesco. Esta distinción ha atraído la atención sobre ese valioso conjunto documental que se resguarda en el fondo reservado de la Biblioteca Yucatanense de la Sedeculta y deberá contribuir a su conservación, estudio y difusión.

Aunque menos conocido y glamoroso que las listas de Patrimonio Mundial y de Patrimonio Cultural Inmaterial de la Unesco, el programa Memoria del Mundo de la misma dependencia de la ONU, tiene propósitos semejantes, pero su objeto es el patrimonio documental, conformado por impresos, manuscritos, fotografías, grabaciones sonoras, películas… Los objetivos del programa son crear conciencia sobre el valor de nuestra herencia documental, promover su preservación y facilitar el acceso universal a la misma. Tiene tres niveles: internacional, regional (América Latina y el Caribe para nosotros) y nacional, todos de igual importancia. El negativo original de la película [i]Los olvidados[/i] de Luis Buñuel, el fondo de fotografía aérea de la fundación ICA y el archivo de Francisco Gabilondo Soler, [i]Cri-Crí[/i], son ejemplos de los bienes mexicanos inscritos en los registros internacional, regional y nacional de Memoria del Mundo, respectivamente.

Por su valor histórico, antropológico y lingüístico, en 2014 la Sedeculta postuló a la [i]Correspondencia de la Guerra de Castas de Yucatán[/i] para su inscripción en el registro nacional de Memoria del Mundo. El comité mexicano la seleccionó y, en la entrega del reconocimiento correspondiente, sugirió que la colección fuera presentada en 2015 a la convocatoria de Memoria del Mundo de América Latina y el Caribe. El comité respectivo, reunido en Quito en octubre pasado, la escogió junto con otras 17 colecciones de 12 países del continente (entre estas, el acervo del pedagogo brasileño Paulo Freire y las actas del primer Congreso Constituyente de Bolivia).

¿Qué es la Correspondencia de la Guerra de Castas? ¿Por qué fue elegida para formar parte de la Memoria del Mundo nacional, primero, y ahora de la Memoria del Mundo regional? Se trata de un conjunto integrado por 185 cartas y otros documentos manuscritos –78 de ellos en maya y los demás en español– intercambiados por algunos de los protagonistas del conflicto social que ensangrentó la península de 1847 a 1901. Tiene su origen en varias colecciones privadas, la más antigua de las cuales fue formada por el cura José Canuto Vela, quien fuera mediador en la guerra. Cubre los primeros 20 años del enfrentamiento y, aunque ha sido tratada como un conjunto cerrado, es muy probable que no lo sea, pues en el Archivo General del Estado se han identificado otras cartas semejantes.

Desde 1938, esta colección forma parte del acervo de la Biblioteca Yucateca Crescencio Carrillo y Ancona, hoy una sección de la Biblioteca Yucatanense. Está digitalizada en su totalidad y puede consultarse en www.bibliotecavirtualdeyucatan.com.mx, donde también se encuentran los libros [i]Maaya ts’íibil ju’uno’ob[/i]. 1842…, de Desiderio Lázaro Dzul Polanco et al. (1997), que ofrece la transcripción literal y una versión modernizada de las cartas en maya, y [i]Correspondencia de la Guerra de Castas: epistolario documental, 1843-1866[/i] (1992), de Fidelio Quintal Martín, traducción al español de las mismas.

Según el historiador Terry Rugeley, quien colaboró en la elaboración de la postulación, el conjunto “constituye un verdadero tesoro histórico. Las 185 cartas de esta colección forman parte de la correspondencia sostenida entre los combatientes de la Guerra de Castas (1847-1901), la mayor rebelión rural entre la Independencia y la Revolución mexicanas. A lo largo de medio siglo, los sublevados mayas lucharon para resistir las presiones del Estado yucateco; como los zapatistas de Morelos, tuvieron que organizar y mantener un ejército utilizando la gente y los recursos a su alcance. La colección documenta sus esfuerzos; ofrece una visión detallada y panorámica de la cultura maya yucateca y aporta muchos datos esenciales para entender la evolución de un pueblo y una lengua que han sobrevivido desde tiempos prehispánicos hasta el día de hoy”.

Por el número de individuos involucrados, el área geográfica afectada (toda la península yucateca), su duración (más de 50 años), la intervención de varias naciones (México, Cuba, Guatemala, Estados Unidos, Gran Bretaña, España, Francia) y sus efectos sobre la sociedad peninsular, la Guerra de Castas de Yucatán es la más importante de las sublevaciones indígenas de México y una de las más relevantes en América Latina.

Sobre lo que el conjunto documental revela sobre su época, Rugeley apunta: “Las cartas de los combatientes de la Guerra de Castas ofrecen una ventana sin paralelo a la mentalidad de hombres que eligieron tomar las armas contra un Estado que no les parecía ni tan deseable ni tan inevitable […] Al mismo tiempo, la correspondencia nos enseña mucho sobre la vida material de Yucatán en los años anteriores a la revolución tecnológica del Porfiriato (…) En general, su contenido refleja los valores de los agricultores mayas del siglo XIX, entre ellos la necesidad de tener acceso a la tierra, el derecho a la subsistencia básica y la red de obligaciones mutuas entre los sujetos coloniales y el Estado.”

El fragmento siguiente muestra los motivos de la rebelión, entre los cuales se encuentran la posesión de la tierra y las promesas incumplidas por los blancos, aun hoy causa de conflictos. Se mencionan igualmente las deudas, modo de sujetar a los peones que perdurará hasta la Revolución.

[De José María Barrera y otros al mediador José Canuto Vela, Haas, 7 de abril de 1850]

“[…] Le recuerdo a su excelencia que violó el convenio que firmamos en las afueras del pueblo de Tekax […] Nosotros lo estamos cumpliendo y es necesario que usted nos lo cumpla, porque hasta nuestro juramento fue puesto en el acta […]

“Sabía claramente cuál era el convenio hecho con nosotros, por eso peleamos. Que no sea pagada ninguna contribución, ya sea por el blanco, el negro o el indígena; diez pesos el bautizo para el blanco, para el negro y para el indígena; diez pesos el casamiento para el blanco, para el negro y para el indígena. En cuanto a las deudas, las antiguas no serán pagadas ni por el blanco, ni por el negro ni por el indígena; y no se tendrá que comprar el monte; dondequiera el blanco, el negro o el indígena puede hacer sus milpa, nadie se lo va a prohibir.

“Si no hubieran mentido los blancos, nunca hubiera habido guerra. Ahora no nos van a detener por segunda ocasión, pues si ya fue comenzado, debemos terminar lo que nos levantamos a arreglar.”

Las cartas escritas en maya también son valiosas por su forma. Por su léxico, su gramática y su estilo, las 78 misivas ofrecen a los lingüistas una fuente excepcional para el conocimiento del idioma decimonónico. Además, representan para el pueblo maya yucateco su principal monumento literario del siglo XIX. Si bien no hay en las cartas intención estética, en ellas se plasma con estilo peculiar el pensamiento y la acción de los líderes rebeldes, por lo que adquieren un valor social y comunitario indudable.

No hace falta ser historiador para encontrar en la correspondencia de la Guerra de Castas motivos para reflexionar sobre el pueblo maya de hoy y su situación. ¿Han desaparecido las razones por las cuales se levantaron en armas los mayas peninsulares en 1847? Hace apenas 22 años, los mayas de otra región de México, hartos de injusticias, decidieron tomar la vía armada para exigir respuesta a sus demandas, con lo cual llamaron la atención sobre la deuda que tiene el país con los pueblos originarios y obtuvieron el reconocimiento legal de sus derechos. En la práctica, lamentablemente, estamos aún muy lejos de dar cabal cumplimiento a estos derechos, y los indígenas continúan siendo casi invisibles para quienes toman decisiones en las alturas. Aterra pensar que en medio de la pobreza, la frustración y el rencor pueda llegar a germinar otra rebelión como la que asoló la península de 1847 a 1901. “Hoy nuestras armas son las palabras”, ha dicho el escritor Feliciano Sánchez Chan, y el poeta Waldemar Noh Tzec lo ha expresado de esta manera: [i]“Je u núkul in dzona / In chi / In koj/ In uak’ / In kal / In t’an / In tzeek”[/i] (estas son las municiones de mi fusil / mi boca / mi dentadura / mi lengua / mi garganta / mi voz / mi discurso). ¿Bastarán?

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Mérida, Yucatán


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