Tabacón B. Linus
Foto: Fabrizio León Diez
La Jornada Maya
Lunes 2 de mayo, 2016
Alguna vez, Agustín Carstens le dijo a un grupo de colaboradores cercanos que “éste era el país del mecatito y la varita”. Nada se hacía bien, ni a fondo. Las reformas eran parches, los cambios reparaciones temporales, las transformaciones meros ajustes de fachadas. No construíamos con concreto y acero el futuro del país, nos quedamos en el mecate y la varita para que el tinglado no colapsara. Todo mal y todo a las carreras.
Las reformas constitucionales o legales se planchan al vapor, contra reloj, redactando sobre las rodillas, en periodos extraordinarios, en sabadazos, “a la mexicana”, pues. En estos días el ciclo se repite. En la iniciativa para la legalización de la mariguana para uso medicinal, muchos cafecitos, muchos foros, mucho bla-bla-bla, pero a la hora de la verdad, se envía al Congreso un texto apurado, tropezado, para aparentar cumplir, tomarse la foto y decir que la casa nacional ya está cambiada y al día, así la sostengan el mecate y la varita.
En la iniciativa contra corrupción, lo mismo. Todos irresponsables, todos apurados. Todo sobre las rodillas. Unos proponiendo iniciativas que violarían garantías constitucionales, que además excluyen a los empresarios de entregar sus 3 de 3 también; otros tratando de ofrecer un parche que no sea el acabose de la clase política. Dicen los que saben, que la iniciativa anticorrupción del PRI se escribió en tan sólo dos días y tuvo un solo autor que arrastró la pluma, sin tiempo de pensar nada a fondo. La de la oposición fue por el estilo: muchas ideas y foros, pero a la hora de pasar a la redacción seria, nadie tiene tiempo. Todo contra reloj, sin mayor reflexión realista e institucional.
Reforman también tribunales; por ejemplo ahora el Tribunal Federal de Justicia Administrativa absorberá la materia anticorrupción. Si uno revisa la reforma, se dará cuenta que es inoperante, generará caos y no fue ampliamente discutida, todo es al vapor de entregar “a la de ya” y como se pueda. Seguimos siendo el país de los grandes discursos, las buenas fotos, pero donde los que mandan ni arrastran el lápiz, ni leen, ni reflexionan.
Los políticos, los gobernantes, los representantes populares están tan ocupados en saludar y en verse cercanos a la gente que eso de sentarse a pensar y gobernar les resulta secundario. La política mexicana es el Hollywood de las y los feos, los gorditos, los calvos, los escuálidos, los que no dieron la talla para ser artistas. Sin embargo, son artistas; la frivolidad los delata. Tenemos periodos extraordinarios que duran 5 horas porque hay prisa, hay fechas fatales que se vinieron encima porque en todo se les fue el tiempo, menos en trabajar.
Estaban de gira, visitando su distrito, dando entrevistas, preparando su futura campaña para su próximo puesto, viendo las encuestas, revisando sus redes sociales, subiendo la foto familiar al Facebook para que veamos que “ellos” son como nosotros. Lo tiene que demostrar en su mente narcisista.
Es cierto, se discuten temas trascendentales y que le darán rumbo al país por años, pero todo es plática y cafecitos. Las reformas son adefesios sin lógica ni funcionalidad, sin estrategia coherente. Tocamos y agotamos los temas torales, pero ellos –los políticos, los líderes empresariales (que son políticos de la IP en realidad) y fauna similar abordan los temas de fondo con tal superficialidad que en lugar de ser asignaturas cumplidas se convierten en oportunidades desperdiciadas. Aquí no hay lugar para el cemento y el acero; con la varita y el mecate se saca el día, la foto y la siguiente elección pública o de cámara. Ut solet.
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[b]Mérida, Yucatán[/b]
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