Josetxo Zaldua
La Jornada Maya
31 de marzo, 2016
Se cumplieron los pronósticos y anoche, en el Estadio Azteca, la mayor parte de los aficionados que medio llenaron las gradas del inmueble lanzaron un mensaje demoledor: el grito de ¡putos! llegó para quedarse. Poco les importa a ellos y a muchos más que la cuestionada FIFA llegue al extremo de cerrar al público los estadios mexicanos previo pago de un rosario de multas.
No es de extrañar tan cerril actitud. Apenas este miércoles el internacional Andrés Guardado, jugador del PSV holandés, minimizó la importancia del grito y lo enmarcó en el folclore y la cultura nacionales. Lo mejor de todo es que ese jugador hace parte de la campaña lanzada por la Femexfut para erradicar las expresiones homofóbicas de los campos de futbol del país.
Tampoco es para sorprenderse que un futbolista caiga en semejantes incoherencias. Vaya, que Guardado no es el difunto Johan Cruyff, que era un tipo inteligente dentro y fuera de la cancha. Es infumable que Guardado se permita esos lujos. Deberá tener presente que "el que se lleva, se aguanta". El ejemplo que da apoyando a esa caterva de ultras habla de quién es como persona, de cuáles son sus valores y sus niveles de tolerancia.
Vuelvo a un punto que traté en otra columna bloguera: si se vale decirle ¡puto! al arquero rival cada vez que patea de puerta, igual puede aplicarse tan delicada medicina a las porteras, que pasarán a ser ¡putas! cuando realicen ese golpeo de balón. No más que habrá que ver entonces las caras de los hijos de esas madres al oir semejante grosería. ¿Y los esposos? ¿qué harán? ¡reirán la gracia para tomarse una chela con el salvaje de turno?
Por esa regla de tres el bullyng que se extiende como un cáncer por los centros educativos mexicanos, privados y públicos, deberá ser celebrado también como expresión de los usos y costumbres de una nación tan moderna como la nuestra. Ahí está en las redes lo sucedido en el Estado de México. Una niña indefensa es bañada con refrescos por sus compañeritas mientras las maestras gozan el infame espectáculo.
Ambas actitudes están unidas por la brutalidad, por el abuso hacia el débil. Creo que este país merece otro tipo de ciudadanos. Lo contrario nos lleva a la barbarie.
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