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Pablo A. Cicero Alonzo
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La Jornada Maya

Mérida, Yuc.
31 de marzo, 2016

"No basta que Yucatán sea seguro hoy. Es necesario garantizar que seguirá siéndolo mañana. Es ineludible garantizar que será seguro para nuestros hijos”, dijo ayer, muy temprano, el gobernador Rolando Zapata Bello, al presentar el programa Escudo Yucatán. Con una inversión de mil quinientos millones de pesos, esta iniciativa pretende blindar al estado.

La frase que pronunció el mandatario, tuétano de su discurso, tiene reminiscencias históricas: Winston Churchill, ese inmenso catálogo de aforismos, diferenció en una ocasión a un estadístico de un político común y corriente: el primero piensa en la próxima generación, mientras que el segundo, sólo en la próxima elección. Sin embargo, Zapata Bello, rara avis, funambulista entre pragmatismo e idealismo, piensa a largo y mediano plazo con este nuevo programa. Sin lugar a dudas, el éxito de la implementación de Escudo Yucatán catapultará en la carrera de la sucesión a uno de sus hombres clave: el secretario general de Gobierno, Roberto Rodríguez Asaf.

El anuncio del blindaje de Yucatán se da en una coyuntura extraña, cuando los hechos delictuosos más relevantes han sido puramente anecdóticos: el secuestro de una mujer mayor, en el que la labor de inteligencia policial se redujo a esperar a que el localizador del celular de la retenida se encendiera, y la “desaparición” de un agobiado esposo, quien se refugió en la casa de la otra, en este caso su madre, la suegra. Responde, en contraste, a un clamor social, expresado de manera clara y directa por líderes de opinión, entre ellos los presidentes de la Coparmex y de la Canaco.

Gustavo Cisneros Buenfil señaló, en su discurso de toma de protesta, que para hacer de Yucatán un estado de vanguardia era necesario, entre otras cosas, mantener la seguridad. Juan José Abraham Dáguer, hace unos días, instó a endurecer las penas para el delito de robo a casas o comercios. Ambas peticiones, una general y otra particular, son contempladas en Escudo Yucatán. Tanto Cisneros Buenfil como Abraham Dáguer estuvieron presentes en la presentación del plan, arropando a quien lo dio a conocer, como también lo hicieron otros representantes de la sociedad. Más que los presentes, destacó ahora el ausente Mauricio Vila Dosal, quien de regreso de Nueva York se enteró de la iniciativa, que es algo así como el inicio del fin de la policía municipal.

Los mil quinientos millones de pesos que se requerirán para poner en marcha esta trinchera institucional provendrán de la Federación, se hizo énfasis ayer, y se destinarán a la compra e instalación de tecnologías de vigilancia y de seguridad. Asimismo, se anunció un plan para profesionalizar a los elementos policíacos de la entidad. Ahí vale la pena detenernos, ya que es un punto clave. Los yucatecos ¿confiamos en nuestros policías? Tradicionalmente, sí, pero se han registrado episodios que han erosionado esa situación; el más reciente fue la denuncia de un surrealista intento de detención a una pareja quintanarroense realizado por agentes ministeriales que, se reconoció después, no cumplieron con el procedimiento. Fueron más los que le creyeron a la mirreina quintanarroense —hija de la ex alcaldesa de Cancún— que en los policías.

Las autoridades que ayer pusieron en marcha Escudo Yucatán tienen que garantizar a los ciudadanos que este plan tiene como objetivo velar por la seguridad de la población y no el control del gobierno en turno. Sin lugar a dudas, cuando se detalló que la iniciativa contempla la instalación de cámaras de vigilancia, muchos recordaron lo inservibles que resultaron las de la glorieta de la ¿paz? el 4 de julio de 2011. De nada servirá la millonaria inversión si no se curan esas pequeñas grietas de desconfianza en la relación de ciudadanos y agentes. Precisamente ahí radica el éxito de la implementación del blindaje.

Los yucatecos no sólo necesitan estar seguros, deben sentirse y saberse protegidos. Y eso sólo se logra con una comunicación efectiva, algo en lo que hasta el momento han fallado las corporaciones policiacas. Hechos a semejanza de sus dirigentes, tanto la Secretaría de Seguridad Pública como la Fiscalía General del Estado tienen equipos de comunicación obsoletos, que contrastan con la tecnología que utilizan para vigilar. Luis Felipe Saidén Ojeda y Ariel Aldecua Kuk son eficaces cancerberos pero tienen inmensas carencias para comunicar; son lacónicos soldados, al fin y al cabo. Una de las consecuencias de las fallas de comunicación es el miedo; y no cualquier miedo: ese que cala y corroe, que inquieta, angustia y quita el sueño. Se podría adquirir, con esos mil 500 millones de pesos, un escuadrón de robocops o contratar a los agentes del S.H.I.E.L.D. —precisamente, “escudo”, en inglés— de Marvel, pero sin el factor confianza y una comunicación efectiva de nada servirían. Y ahí radica el inmenso reto que tiene ahora Rodríguez Asaf.

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