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José Cortazar Navarrete
La Jornada Maya

30 de marzo, 2016

La cultura del rock and roll marcó un antes y un después para miles de jóvenes de Yucatán.  La sexta y séptima década del siglo pasado, fueron tiempos atípicos para una ciudad que dormía y despertaba con el romanticismo de la música tradicional de guitarras de la trova yucateca.

Si bien los ritmos musicales con fuerte presencia caribeña dejaron amplia huella y significaron también la apertura de nuevas formas sonoras, el rock and roll, un ritmo diferente, y netamente extranjero, estableció una marca indeleble que hizo revolucionar las manifestaciones musicales de los adolescentes que ya soñaban con cambios y modificaciones estructurales de la sociedad tradicional.

Fue la inquietud, la energía desbordante del ritmo, el proceso lúdico que las primeras agrupaciones musicales integraron para darle a otros tantos jóvenes el poder y la conciencia de las música rocanrolera; así se entiende el logro de aquellos muchachos que con el cabello largo, los pantalones acampanados y los colores chillones y sicodélicos formaron una moda meridana.

El camino no fue simple, pero el valor y la entrega por la música posicionaron a estos grupos juveniles para darles un rostro, un nombre y consolidar, lo que al paso del tiempo se cumple como una leyenda.

En esos años, 60 y 70, Mérida apenas rebasaba los 120 mil habitantes. Los confines de la urbe yucateca eran por demás reducidos, pero no era el límite de los sueños de los adolescentes rocanroleros que pugnaban por tener un espacio, donde sus pocos o muchos seguidores fueran a escucharlos.

De esa época se recuerdan muchos grupos, uno de los más significativos y notorios es el El Sonido del Eco, que nació como banda musical de rock, integrada por cuatro elementos: Juan, José y Rodolfo Cárdenas y Fernando Valdez, los tres primeros con guitarra y el último en la batería, los dos primeros de 16 años y los dos últimos de 15, quienes vivían en el barrio de Santiago, en aquella esquina famosa de La Honradez, calle 72 con 51.

La tarea original era jugar, darle al tiempo un valor, despertar emociones, pero sobre todo un encuentro creativo del conocimiento musical, que en aquellos años, los muchachos apenas lograban, sin estudios, ni preparación profesional.

No fue sencillo, había que estudiar y ensayar; sin embargo, todo era posible, porque lo importante era lograr una presencia musical y colocarse en el gusto de los jóvenes.

En muy poco tiempo lograron su propio sonido, su identidad, no había tantos discos disponibles, las estaciones de radio en la ciudad no tenían tanto espacio para los rocanroleros, pero el impulso juvenil encontró su motivación en leyendas como The Beatles y Rolling Stones; de esta forma, conquistaron un sonido propio, un sonido yucateco.

Otros jóvenes se apuntaban para tener una fuerte presencia, Miguel, [i]Mike[/i] Manzur, tocaba la guitarra eléctrica con pasión desbordante; como él, ya se escuchaban desfogues y y sentimiento por el rock and roll de Yucatán.

De manera vertiginosa, los jóvenes músicos acudieron a todos los espacios disponibles, uno de ellos fue el programa televisivo [i]La Hora Pop[/i] de Jaime Serrano, en el canal 13 local, que invitaba a los televidentes a proponer un nombre para la banda juvenil y en una llamada telefónica se escucha El Sonido del Eco, nombre que logra aceptación y bautiza desde entonces a los 4 estudiantes.

Más adelante la banda da cabida a nuevos elementos; se integran Roberto Arcila, bajo, Carlos Bojórquez Urzaiz, en armónica y flauta y Jorge Carlos Castro al piano, fortaleciendo al grupo y dimensionando por primera ocasión un rock nativo con temas musicales de un grupo local.

El Sonido del Eco completó una serie de presentaciones, ofreciendo bailes, conciertos y actuaciones multitudinarias, como las tocadas en el Malecón de Progreso a las que acudía gran cantidad  de muchachos.

En 1971, El Sonido del Eco logra sus primeras composiciones con[i] Cáscara de huevo[/i] y [i]Sangre[/i]; es también en ese año, cuando por primera vez viene a Mérida una banda de rock del centro del país y alterna en un mano a mano con un grupo local. Los Nahuat’s hacen los honores y se rinden ante la calidad musical de los jóvenes roqueros yucatecos.

La historia mantiene su curso, durante cuatro años. El Sonido del Eco rompe barreras y se manifiesta como una organización musical no sólo popular, sino de aceptación entre todos los núcleos de la sociedad yucateca, lo que les permite tocar en el siempre exclusivo Club Cocoteros de Progreso, en fiestas y bailes del Club Libanés y Campestre, pero también  en parques, sitios recreativos y municipios.

Para 1974, la banda musical se transforma y cambia estructuras. Las aportaciones personales le dan un nuevo carácter y tras la salida de varios elementos, Jorge Carlos Castro toma el mando de la agrupación para cambiarlo y presentar “Jorge Carlos Castro y su Sonido del Eco”, con voces femeninas y una serie de arreglos musicales tendientes al bossanova y a la balada romántica.

Pero toda esta historia escrita tiene un porqué y es que tras 45 años de vida musical, el grupo regresa a los foros, ofreciendo el sonido nativo, el valor original que creó y dio forma a la primera cuarteta, esta vez con 5 elementos, ya que dos de los fundadores han fallecido.

Este 6 de abril, El Sonido del Eco se presentará en un concierto-show en el Olimpo, en el centro de la ciudad, ofreciendo temas tradicionales que los hicieron famosos, pero también una selección de grupos como The Beatles, Steve Wonder, un popurrí de Carlos Santana, Jeff Beck, Eric Clapton, BB King, entre otros.

El Sonido del Eco, se integra para esta presentación de Roberto Arcila, bajo y voz, Fernando Valdez, batería y voz, Carlos Bojórquez, armónica y flauta, Gabriel Rivas guitarra, y Edgar Cervera teclados, haciendo una evocación a los músicos originales ya desaparecidos, Jorge Carlos Castro, en diciembre de 1999, Juan Cárdenas Martín, febrero de 2016, apoyados en el soporte profesional técnico de Salvador Rosado.


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